La fotógrafa y artista visual Teresa Correa abre las puertas de la Sala San Antonio Abad como quien franquea el umbral hacia el interior de sí misma, y cuelga en sus paredes las luces y sombras de sus hallazgos como "pantallas en las que proyectamos nuestra memoria, nuestra identidad y aquello de lo que estamos hechos". Así lo manifiesta la artista grancanaria entre los muros de esta vetusta mansión que adquirió su bisabuela, Catalina Gómez Suárez, en 1907, y donde, un siglo y una década después, la artista rehabita la memoria familiar para reconvertir el espacio en un trasunto de la memoria colectiva a partir de sus procesos de investigación en el Museo Canario.

Bajo el comisariado de la creadora Raquel Zenker, este relato histórico-artístico se escribe como un viaje a través de dos temporalidades yuxtapuestas, que sigue el hilo mitocondrial de la artista y sirve de marco simbólico a sus cuestionamientos sobre la identidad, exhumados de los archivos históricos del Museo Canario para reformularlos a través del arte.

El resultado es una serie de imágenes, fotografías, reminiscencias arqueológicas e instalaciones site-specific que proyectan sus interrogantes en torno a la imagen, la identidad y la memoria "en un tiempo contradictorio, múltiple y en movimiento", en palabras de Correa, que busca alentar esa "inquietante extrañeza", que acuñó la terminología freudiana y que invita a mirar lo visible oculto para reaccionar, asimilar, tomar distancia y posicionarse al otro lado .

"Lo que he pretendido hacer es un recorrido desde la arqueología de la imagen a la contemporaneidad de la imagen", apunta Correa. "Los museos son ese espacio que media entre lo visible y lo oculto, donde los objetos y materiales están en estado latente. Y es precisamente esa situación en la que se encuentran lo que me ha permitido sustraerlos de cualquier ideología, descontextualizarlos del espacio en el que están sumidos y recontextualizarlos en un espacio amplio, heterogéneo y polisémico, que es el que me permite el arte".

El hilo conductor de esta trama, fraguada codo a codo entre artista y comisaria a lo largo de cinco años, es la mirada subjetiva de Correa y la línea evolutiva de su investigación desde la arqueología a la antropología, que simboliza la escalera que conecta las dos plantas de San Antonio Abad. "En la planta baja se exhibe todo el peso de la arqueología, unida a una pieza que se exhibe en el Museo Canario, su casa de pensamiento, y que conecta con San Antonio Abad, su casa de la memoria. Y en la planta alta se representa la antropología y la contemporaneidad de la imagen, que se diluye, transita y fluye por todo el espacio, de manera que se cierra el círculo", apunta Zenker.

El título de la muestra, Hablando de pájaros y flores, es la bisagra que posibilita el acceso a este viaje simbólico en San Antonio Abad, porque trae al presente la jerga familiar que avivó sin quererlo su pulsión de artista. " De pájaros y flores es la expresión que utilizaban las mujeres de mi casa cuando mis hermanos y yo jugábamos alrededor y no querían que nos enteráramos de la conversación. "¡Niños, a hablar de pájaros y flores!", nos decían", revela Correa. "Pero en mi caso personal, lejos de desanimarme, lo que hizo fue fomentar mi curiosidad. Y la curiosidad ha sido el motor de toda mi obra artística".

Recorrido

El relato artístico de Hablando de pájaros y flores comienza con Madre (2003), fotografía fetiche de la artista "que siempre me acompaña". "El encuentro con este cráneo aborigen, que forma parte de la colección del Museo Canario, marca el inicio de mi obra y es la madre fecunda que me ha posibilitado ir hilvanando mi obra como autora", explica Correa sobre esta representación del "encuentro de dos temporalidades diferentes, porque ambos cráneos -el que perteneció a la mujer aborigen y el mío- tenemos mediciones comparativas que establecen que, morfológicamente, éramos muy similares".

Entre otras, la instalación Umbral (2017) emula a partir de huesos humanos históricos la técnica de enterramiento de los aborígenes canarios, en forma de pozo. " Umbral es una imagen dialéctica porque, al mismo tiempo que nos remite a la muerte y la finitud, también es una imagen de triunfo e inmortalidad, que sobrevive a ese polvo eres y en polvo te has de convertir, porque es una imagen que nunca podremos fotografiar de nosotros mismos, pero todos nos reconocemos en ella", señala.

A continuación, Ficciones (2017) "destaca la primera mirada fotográfica que se tiene sobre los restos óseos en las colecciones de arqueología del Museo Canario para contrastarla con mi propia mirada, en un juego de ficciones donde la autoría se desvanece ante un nuevo concepto de creación".

Después de Busto (2007) y Mamá Catalina (2017), Cámara Lúcida (2017) rinde homenaje a la propuesta teórica de Roland Barthes e invita a tomar distancia sobre la propia memoria íntima. "Me preocupa mucho que vivamos en una sociedad en la que, de tanto ver, no vemos, así que esta es una invitación a tomar distancia, porque tomar distancia es también hacer memoria" apunta Correa.

Luego, Tránsito (2017) marca "el ascenso de la antropología a la contemporaneidad", toda vez que el recorrido culmina con la fascinante instalación 10.8., una videoproyección subversiva sobre cortinas budgetstring, que exhibe una sucesión de bustos y rostros en la que Correa emula la técnica de retratos compuestos -creada en 1878 por Herbert Spencer y Francis Galton, primo de Darwin- e invita al espectador atravesar la persiana de imágenes. "Esta pieza, que se creó para buscar la raza ideal a partir de imágenes de distintas razas, cuestiona la idea de que la imagen sea inocente, porque siempre está arropada por una ideología", apunta Correa. "Pero también remite a un estar delante, estar dentro y estar al otro lado. Por eso, invito al espectador a que la traspase y a que, por un momento, sea lugar de la imagen, porque es una forma de invitarles a que se posicionen".

Esta "fantasmagoría contemporánea", en palabras de Zenker, culmina con una imagen de Correa descubriendo valientemente su mastectomía, demostrando que ella misma se posiciona como artista. "Yo he sentido durante muchísimos años, como enferma de cáncer, el estigma de la enfermedad en nuestra sociedad. Así que aquí me muestro yo, con mi busto imperfecto, que hoy es sinónimo de los males de la sociedad, para hacer un cuestionamiento a partir de esta imagen que, para mí, es una imagen muy fuerte, que me costó mucho tiempo asimilar, porque la imagen también es asimilación. Por eso, invito a atravesarla y a ser lugar de la imagen, y por tanto, a estar del otro lado".