La trama de su novela se articula en las 142 cartas que su abuelo Ángel escribió a su esposa desde el frente de la guerra civil en Quinto, en Zaragoza. Este material tan interesante, ¿aparece literalmente en la obra o transformado por usted?

Transformado por mí. No es una réplica de las cartas. Lo que he hecho es convertir cada carta en un capítulo. Por ejemplo, mi abuelo le cuenta a su mujer en una carta que estaba en Zaragoza porque habían caído unas bombas. Entonces busqué más documentación sobre el suceso a través del historiador Dimas Peláez, sobre los bombardeos en dicha ciudad el tres de mayo de 1937 e hice un capítulo. Son todo hechos verídicos que están documentados y contrastados. La historia de las epístolas es muy curiosa porque mi abuela falleció con cien años y no se las había dejado leer a nadie, y eso que estaban también dedicadas a su hija. Pero sí pidió que cuando muriese la enterrásemos con ellas, pero con el lío del entierro se nos olvidó. Yo entonces se las leí a mi madre y me pareció tan interesante lo que decían que decidí escribir un libro porque me pareció una pena perder ese material. Hay en las cartas confirmaciones de hechos históricos que se ponían en duda. Es el caso de una historiadora americana que estaba en el frente de guerra cuenta que Durruti cogió prisionero a un chico de dieciséis años falangista de Tauste y al verlo tan joven no lo quiso fusilar y lo metió en la cárcel para que pensara en unirse a su bando, pero entonces los taustanos, que se habían ido del pueblo cuando empezó la guerra y eran republicanos, lo mataron en la cárcel porque Durruti no lo quiso entregar. Mi abuelo vió cómo lo cogieron y lo asesinaron.

Aquellas cartas están fechadas en solo trece meses, después de los cuales no hubo más noticia de Ángel Galé. Llevaba casado poco más de un año y tenía una hija de tres meses que, seguramente es la madre de usted. ¿Cómo fue desde entonces la vida de su familia? ¿También forma parte de la novela?

No, la novela termina el seis de septiembre de 1937, cuando se recibe la última noticia de mi abuelo. Lo que pasó con mi familia después lo dejo para otro libro porque este se circunscribe exclusivamente a los trece meses de mi abuelo en el frente. Lo que sí narro es la vida de la familia en ese periodo. Durante todo el relato hablo de lo que le sucede a mi abuela, a su hija y al pueblo de Tauste. Ofrezco en ocasiones una perspectiva de la guerra "de andar por casa" en base a las cartas de mi abuelo porque, por ejemplo, mi abuela, que era una señora muy valiente, se metió unas cinco o seis veces en un tren militar para visitar a su marido en el frente cargada con su hija de tres meses. Aunque mi abuelo le pedía que no fuera dado que era peligroso ella iba igualmente. Otro ejemplo de lo que sucedía en plena guerra lo formaron, entre muchas otras, un grupo de mujeres de Tauste de la Falange que pretendían visitar a sus esposos en el frente, intento que se tuvo que suspender porque se produjo un ataque. Leyendo esas cartas muchas veces te acuerdas de la película de Berlanga La Vaquilla. Otra anécdota que relataba mi abuelo es que mi abuela quería ir de compras a Zaragoza pero él no la dejaba porque estaban bombardeando, así que recayó sobre él el encargo de comprar unos zapatos para su hija que envió a mi abuela, luego los tuvo que cambiar de talla y reenviar.

La novela epistolar es muy numerosa. ¿Se ha inspirado técnicamente en ella?

No, para nada. Lo que yo he hecho ha sido novelar esas cartas y en una sola dirección sin saber las respuestas de mi abuela. Además el libro lo componen tres partes: la primera está basada en las cartas; en la segunda cuento la batalla con la ayuda de distintos historiadores como Don Ángel David Martín Rubio y, sobre todo, de gente que conoció los hechos de primera mano. La tercera parte explica lo que sucede después de la batalla.

¿De qué hablan las cartas?

Lo que he querido transmitir es cómo era la vida de los soldados en el frente, los sentimientos de volver a su casa, el miedo que les daba enfrentarse al enemigo y matar a quien pudieran conocer. Por ejemplo: el enemigo le decía a mi abuelo "¡Galé, cántame una jota!" Del mismo pueblo se repartían en un bando o en otro. A veces quedaban en un barranco para intercambiar prensa, noticias o tabaco por papel de fumar. En una ocasión se quedaron en el barranco recibiendo tiros de los dos lados, pasaron toda la noche juntos y pudieron salir a su bando al día siguiente en que acabaron, supongo, en el calabozo.

¿Por qué la portada es una fotografía de su abuelo?

Porque fue tomada en el frente de guerra sin que mi abuelo lo supiera pocos días antes de la batalla. La fotografía que mira él a su vez es la de mi madre cuando era un bebé. Preside esta foto el salón de mi casa porque es la única en que aparece con mi madre. Al mirarla y saber de quienes se trataba se abrió mi curiosidad a los siete años por lo que le ocurrió a mi abuelo.

La trama parece coincidir con la reivindicación de la memoria histórica. ¿Es este su propósito?

No, mi propósito es dar voz a unos hombres que la perdieron. Explicar por qué combatieron esos campesinos, jornaleros, todo tipo de gentes... Eran pequeños agricultores que lo único que tenían que perder era su vida. Pretendo dar una visión real de sus vidas, de la historia de cada uno. También intento aclarar que esas personas desaparecieron de los dos bandos. En las cunetas hay muchos aún enterrados sin distinción de color o de pensamiento. Gracias a la Ley de la Memoria Histórica he sido capaz de recopilar toda la documentación para la novela porque la tercera parte de mi libro se refiere a lo que sucede después de la batalla. Todo lo que es la causa general se digitalizó de forma que cualquiera pueda acceder a esta información. Dicha causa es la recopilación que realizó Franco en que se aportaba una relación de todos los que habían muerto del bando nacional y sus circunstancias. Se incluían las denuncias de los familiares, las declaraciones de los testigos y los juicios cuando en 1942 comenzaron a regresar los exiliados de Francia y muchos de ellos fueron juzgados. También me fue muy fácil acceder a los archivos militares de Zaragoza, Barcelona y Lérida con esa Ley.

La llamada "guerra incivil" de España ha inspirado cantidades ingentes de literatura. ¿Sigue vigente su atractivo para los narradores?

Creo que sí. He intentado escribir no un libro de historia, sino uno donde en vez de narrativa haya mucho diálogo de los propios soldados contando lo que sucedió: el hambre, las necesidades, el aburrimiento, mi abuelo en trece meses sólo cavó trincheras y poco más, o cómo establecieron contacto con la gente de Quinto. En este lugar caían bombas todos los días y el municipio quedó totalmente arrasado. En concreto, me refiero a la batalla de Belchite el seis de septiembre de 1937. La gente de Quinto se convirtió en la segunda familia de los soldados. He querido referirme a los que activa y pasivamente participaron en la guerra.

Esta es su primera novela, pero la precede una sugestiva antología de relatos cortos. ¿Siendo técnica de estudios y profesión, ¿cuándo y por qué nace su vocación literaria?

Ha existido siempre. Desde que era niña escribía cuentos. Ahora que tengo tiempo he retomado mi afición. El tema de mi abuelo siempre me ha interesado y la guerra civil también. Sentí la necesidad de comunicar al mundo todo lo que sabía porque hasta en mi propia familia hay errores al conocer la vida de mi abuelo. Además hay mucha gente que habla de la Ley de Memoria Histórica protestando por que haya que buscar a los muertos de derechas. Pero a muchos labradores los enterraron en los campos y después de la guerra los familiares no quisieron buscar sus restos. La Guerra Civil se dejó de lado en la generación de mis padres. Hay quien dice que somos los nietos los que debemos buscar a nuestros abuelos que nadie sabe donde fueron enterrados.

Junto a dos amigas ha escrito y editado el libro Doce tríos y doce a solas. Los tríos son los relatos comenzados por una, seguidos por otra y concluidos por la tercera. ¿Cómo ha funcionado?

Ha sido divertidísima la experiencia. El relato que hacía cada una lo destrozaba la siguiente. El personaje que tú habías construido se convertía en algo diferente por la que escribía a continuación.

Esos tríos recuerdan un poco el género de los "cadáveres exquisitos" de la pintura, en los que un primer artista bosqueja el comienzo y otros lo siguen sin conocer la aportación de los anteriores. Los resultados son divertidos y caóticos...

Sí, fue exactamente nuestro resultado. Fuimos muy exquisitas en no protestar por nada. Si era muy difícil lo que te tocaba redactar te aguantabas. Por ejemplo, yo tuve que continuar el relato con la herencia de una bicicleta oxidada y una colección de libros del oeste.

Ahora prepara su segunda novela, Gente de orden, sobre la República española. ¿Qué puede anticipar de su trama?

Este libro está basado en la República y utilizo los mismos personajes que para Historia de un soldado, pero seis años más jóvenes. La novela empieza con la sublevación de Jaca en diciembre de 1930 y terminará con el asesinato de Calvo Sotelo. Expongo la visión de una familia de agricultores, mis abuelos, sobre cómo les afecta la República. Pretendo con esta obra, al igual que con la anterior, ofrecer la perspectiva de unas personas determinadas en ese momento concreto de la historia de España. Me pongo en manos de nuevo de mi familia, vecinos y de la documentación histórica. La acción se vuelve a desarrollar en Tauste, mi pueblo, y narro todo lo que ocurrió en esos seis años. Aún no he concluido la novela.