La sexta temporada de Ópera de Las Palmas (1973), marca en cierto sentido un antes y un después: es el último año de una sola función por ópera y es el último en que el inolvidable coro de la ABAO, que tan buenas funciones había dado, dejó de actuar para nosotros. Pero hubo también varios acontecimientos, entre ellos dos visitas importantes: la de los entonces Príncipes de España Don Juan Carlos y Doña Sofía en la primera ópera de la temporada, Rigoletto (y que me perdonen sus Majestades) , y la del gran músico del siglo XX , el norteamericano Leonard Bernstein.

El domingo 25 de Marzo, mis amigos de Monte León, con los que había colaborado en varias veladas musicales, me llamaron por teléfono y me dijeron que Leonard Bernstein estaba en la ciudad y deseaba ir a la ópera esa noche, que era Un Ballo in Maschera. Supongo que sería porque cantaban dos grandes divos de ese tiempo, la soprano mexica- na Gilda Cruz Romo y el gran barítono Piero Cappuccilli. Le dije que, por supuesto, no tenían más que avisar en la puerta y entraban, entonces. A partir de allí se inició una corta relación amistosa en-tre él y algunos directivos de la ópera, que culminó en la invitación a un concierto ante su Santidad el Papa Pablo VI en la moderna sala de audiencia del Vaticano y en la que, por cierto, estábamos en unas localidades auténticamente privilegiadas por su situación. Su Santidad casi definió a Bernstein cuando dio las gracias "a tutti quanti", porque dijo: "Y gracias sobre todo al Maestro Bernstein, que ha venido de la joven América a enseñar música a la vieja Europa".

Ya casi con esto se termina el artículo, pero son muchos los recuerdos que guardo con él. So-bre todo es una de las emocio- nes más fuertes que he sentido el haber tratado con una personalidad tan importante como Bernstein, con el que tuve muchas conversaciones y puede que algún día las escriba. Una de ellas es la coincidencia que tuvimos en calificar al gran barítono Fischer-Dieskau como el mejor cantante del siglo XX. Ahora, en el centenario de su nacimiento, vuelven a mi memoria aquellos días felices de los años 70, en los que la ópera se vio honrada de manera tan extraordinaria.