Un éxito incuestionable abre puertas y ventanas a la recuperación del gran acontecimiento cultural del invierno europeo, tras el aciago patinazo de 2017 que amenazó su razón de ser y aún exuda arbitrariedad, clientelismo y presuntas corruptelas. Pasemos página, con la esperanza de que el modesto programa de este año sea lanzadera de una rápida y ambiciosa recuperación del prestigio internacional.

Honestamente debo advertir que Iván el terrible no me interesa y que Prokofiev no es, ni de lejos, un "genio" comparable a sus coetáneos Stravinski y Shostakovich. Una música creada para el cine pierde sentido fuera del cine cuando no se somete a una poda considerable (que su autor no quiso ni pudo hacer). Hay en ella tanta ilustración anecdótica, tanta caricatura de la saga boyarda (pese a la fascinación que la tiranía soviética sintió por los sanguinarios tiranos del pasado zarista); tanta política, en definitiva, y tanto préstamo folclórico, que las pocas páginas de verdadera calidad se ahogan en efectismos truculentos, estructuras simplistas, porrazos percusivos y más ruido que música. Una "suite" breve y selecta, sin pretensiones de "oratorio", hubiera hecho favor a las mejores ideas del compositor. Pero predominan la escritura sin sutilezas formales, a caballo entre el expresionismo y el realismo; y un lenguaje primario y tosco que está muy lejos de la magnífica "banda sonora" del Alexander Nevski también escrito por Prokofiev para Eisenstein.

Dicho esto, mis respetos al gusto del público, y también a los responsables de la versión semiescénica, más refinada que la lectura sonora. Con las orquestas que hay en Canarias, se entiende mal la presencia de un modesto conjunto siberiano al lado de un buen coro español, infatigable en todas sus prestaciones pero también forzado al exceso. Y todos a las órdenes de un director que reclama volumen de continuo, hasta reducir la obra a un discurso estéticamente repetitivo, agobiante y pesado. Hay que preguntarse si el maesro pudo hacer una prueba acústica de la sala sinfónica del Auditorio.

Discreto nivel medio de la mezzo Shanaeva y el barítono Plyusnin. Espléndido en voz y gesto el narrador-actor José Coronado y muy bellos los videogramas utilizados por José Carlos Plaza en la visualización del asunto.