Las luces se apagan, se eleva el telón y Carmelo Gómez, en la piel de Samuel, cavila entre las plantas de un invernadero multicolor. Al otro lado de la cristalera, Ana Torrent, enfundada en un vestido rojo, cruza el escenario y emerge en la piel de Silvia, fumando un cigarrillo y preguntándose quién se dedica a cultivar un jardín en la oscuridad de la noche.

Al otro lado de la cuarta pared, desde el patio de butacas, el director Luis Luque observa a sus protagonistas dar forma a Todas las noches de un día, montaje que ve la luz mañana, por primera, en el Teatro Cuyás. El equipo al completo aterrizó ayer en la capital grancanaria para afinar el montaje en las tablas del recinto capitalino antes de su estreno absoluto este fin de semana, que, a su vez, inaugura la segunda parte de la temporada 2017/18. El primer ensayo general del montaje en el Cuyás descubrió ayer en un pase gráfico a los medios de comunicación una potente escenografía, juego de iluminación y partitura musical, que arropan el texto que firma el dramaturgo Alberto Conejero, quien también se encuentra en la Isla con motivo del estreno.

El autor concibió el texto de Todas las noches de un día con "una alta carga poética", que gravita sobre los fantasmas del recuerdo y los amores imposibles en clave de thriller. La trama se enmarca en un no-lugar representado en un invernadero, donde la naturaleza se articula como símbolo y testigo de la vida y de la historia de amor entre los dos protagonistas.

En este sentido, Gómez y Torrent conducen la obra sobre sus hombros en un combate lírico que entrecruza distintas temporalidades, enigmas y emociones, sin más personajes en escena que la pareja y sus fantasmas. Además, les envuelve una puesta en escena cuidada al milímetro en un ejercicio de "artesanía teatral", como destacó Conejero en una entrevista reciente a LA PROVINCIA, ya que el dramaturgo ha seguido a lo largo de los ensayos las múltiples versiones y transformaciones de su texto.

A su juicio, Todas las noches de un día se dibuja como un viaje poético, con una honda impronta lorquiana, que invita al espectador a embarcarse en esta espiral de lirismo compartido que "enfrenta al ser humano con su propia fragilidad". Aviso a navegantes: todavía quedan entradas.