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Entrevista | José Luis Correa

"La poesía es reflexión y a veces se confunde con el sentimentalismo"

"Vivimos en la época de la comunicación y, sin embargo, estamos alumbrando seres individualistas", señala el escritor y profesor de Didáctica de la Lengua y la Literatura en la ULPGC

José Luis Correa. LP / DLP

Esta noche presenta el poemario Otoño, de repente . Ha vuelto a sus orígenes?

En efecto. Y, si he de ser sincero, me emociona ese regreso. Hay algo de vuelta al hogar en ello y algo también de redención. Jamás había editado un poemario de modo individual. Tenía poemas sueltos en revistas o en antologías pero nunca me habían dado la oportunidad de publicar un libro. Ahora Puentepalo me regala esta ocasión y me siento agradecido, nervioso, con el escalofrío del que comienza.

¿Significa esto que necesita un descanso de Ricardo Blanco?

No tengo la sensación de necesitar descanso de ningún tipo. Siempre he tenido la suerte de escribir cuándo, cómo y sobre lo que he querido. El hecho de no vivir de la literatura te da esa libertad. Pero para un escritor a tiempo parcial el único inconveniente es el de encontrar una editorial que lo respalde. Yo la hallé en Alba para las novelas de Ricardo Blanco y ahora en Puentepalo para Otoño, de repente.

Usted ha tocado -casi- todos los géneros literario. ¿En cuál se siente más cómodo?

No sé si es comodidad el término apropiado porque uno en más de una ocasión escribe desde la desazón, desde la rabia que te produce la realidad que te rodea. Y creo que para plasmar esta rabia sirve tanto una obra poética como una narrativa. Dicho esto he de decir que, después de veinte años y quince novelas, lo que sí me siento es más seguro y con más herramientas para la ficción. Confieso que estos últimos días he tenido mis dudas. ¿No será un atrevimiento, una osadía publicar un poemario a estas alturas? Suerte que mis editores ejercen también de psicólogos en ello.

Para ser un buen novelista, ¿es necesario dominar la poesía?

Yo lo que creo es que a los novelistas nos gustaría dominarla. Conozco pocos escritores de novela que no envidien a los poetas. Respetamos y admiramos -al menos yo- su trabajo. De ahí las dudas de las que hablaba antes. En cualquier caso pienso que en toda novela, incluso en la de género negro, subyacen ciertos elementos líricos. La reflexión que uno intenta hacer en una novela no tiene que ser diferente a la que hace el poeta. Cambia, como mucho, la forma. Porque a veces se confunde el sentimentalismo con la poesía.

¿Qué nos vamos a encontrar en Otoño, de repente ?

Un libro de reflexión, una búsqueda. Textos que reflejan una trayectoria literaria. Poemas de hace algunos años junto a algunos más recientes en los que indago en mis propias emociones: el paso del tiempo, la cotidianidad, cierto desarraigo ante esta nueva realidad que se nos presenta, la necesidad del silencio en un mundo con exceso de ruido.

¿Les lee poesía a sus alumnos?

Claro. Es impensable enseñar literatura sin enseñar poesía. Yo recuerdo mis clases cuando empezaba, en los años ochenta: me acompañaba de una guitarra para que mis alumnos entendieran la relevancia de la música en la literatura. Y no solo en la poesía. La narrativa también posee musicalidad, ritmo, cadencia. A eso también he vuelto y ahora he desempolvado la guitarra para cantar -leer- a Benedetti, a Nicolás Guillén, a Machado, a Alonso Quesada. El problema es que tengo que presentarles primero a todos esos autores porque mis estudiantes de hoy los desconocen. Tengo la impresión de que no es solo la filosofía lo que se nos ha perdido por el camino en la escuela.

Un informe del Ministerio afirma que los jóvenes canarios son los que peor leen y se relacionan. ¿Qué opinión le merece este dato como profesor?

A eso me refería antes. A leer se aprende leyendo. Necesitamos más lecturas, más reflexión sobre lo que leemos, más pausa. Pero ocurre que los pibes ahora -y no creo que sean solo los canarios- tienen poca paciencia para el ejercicio de leer. Leer exige atención, detenimiento, esfuerzo y a los jóvenes les cuesta hoy más que nunca. Entiendo que en eso, y en lo de la dificultad para relacionarse, tienen mucho que ver las redes sociales. Vivimos en la época de la comunicación y, sin embargo, estamos alumbrando seres individualistas y solitarios.

¿Qué consejo les daría a sus colegas para fomentar la lectura en las aulas?

Mis colegas no necesitan consejos. El profesorado de los distintos niveles, desde la etapa infantil hasta el bachillerato y aún la universidad, es consciente de las carencias y las necesidades de sus estudiantes. Les proponen lecturas y actividades. Lo sé porque a lo largo del curso visito con frecuencia muchos centros educativos en los que se ha leído alguna de mis novelas y veo el trabajo que hacen allí, a veces a contracorriente y superando las dificultades que les imponen horarios y programas. Es una de las mayores satisfacciones de un escritor: el encuentro con los lectores y las lectoras jóvenes.

Para ir terminando, ¿sabremos algo pronto del personaje Ricardo Blanco'?

Espero que sí. Estoy acabando la décima entrega de la saga. En unos meses espero haberla terminado y revisado. Se trata de una reflexión sobre las desapariciones y el dolor que causa la incertidumbre en los familiares. Luego, como siempre, se cruzan por el camino mil enigmas y mil dudas sobre otras tantas cosas. Suelo decir que yo escribo lo que sale de las tripas y a Ricardo le toca deshacer ese entuerto.

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