El 8 de enero de 1986 nació en el hospital Materno Infantil de la capital grancanaria el joven en quien esta noche muchos canarios tendrán puestos los ojos durante la final de la Copa de Europa de fútbol: el mediocampista David Jiménez Silva.

Su rostro ha dado la vuelta al mundo y casi todos saben de sus hazañas deportivas pero detrás de esa cara achinada, de esa bestia con boca de comérselo todo que corre sin cesar haciendo pases por el campo y autor de la puntilla a Rusia, se esconde un chico tranquilo que adoraba el fútbol desde niño y que ya con 8 años mostraba para el deporte rey aptitudes tan sorprendentes que su padre, Fernando Jiménez, le dejaba en ocasiones al frente del Santa Águeda, equipo semiprofesional que él debía entrenar, si se ausentaba por algún imprevisto.

"Jugaba con papas y naranjas al fútbol aquí, delante justo de la casa, con cuatro o cinco años. A veces lo echaba para fuera del pasillo porque entre él y su primo me iban a volver loca con el fulbo, el fulbo, el fulbo… Entonces, les hacía una pelota de trapo y los mandaba pa' la calle".

Quien habla es Antonia Montesdeoca, Antoñita la tirajanera, como la conocen en Arguineguín, y es "la abuela de David, porque nosotros", dice, "le llamamos aquí David. A él no le gusta mucho que le llamen Silva, prefiere Jiménez, pero aquí le llamamos David", confiesa esta mujer sobre un muchacho que esta noche puede hacer historia convirtiéndose en el primer futbolista canario en ganar una Eurocopa.

La estrella de la selección española se crió en casa de sus abuelos paternos, una vivienda de tres plantas con vistas al Puerto de Arguineguín y localizada junto a un callejón con tres bancos donde David comenzó a jugar a la pelota con su primo Ranzel "y dos vecinos", cuenta el mismísimo Ranzel.

"David desde chico fue bueno con el balón", explica este compañero de juegos infantiles y a la vez, uno de sus mejores amigos. "Soy un año mayor que él y cuando jugaba con nosotros era incluso mejor que los de mi equipo, todos mayores. Dominaba y jugaba más y mejor a pesar de que no tenía un gran físico. Pero es que adoraba el fútbol", dice Ranzel sobre un deporte que practicaban hasta hace poco los tíos y el propio padre de Silva, Fernando Jiménez, ex policía municipal y actualmente responsable de la seguridad del estadio del Valencia CF.

Casado con Eva Silva, una guapísima canaria con ascendencia japonesa -de ahí los rasgos orientales del chico-, Fernando y su esposa tienen dos hijos además de David. Natalia, de 21 años, y Nano, de 14, son otra de las debilidades del jugador español junto a sus tíos, sus primos y su reducido grupo de amigos. Por eso es comprensible lo duro que fue separarse de ellos cuando con trece añitos le ficharon para las categorías inferiores del club valenciano y se instaló solo en la ciudad mediterránea.

Para un joven como él, criado en el seno de una familia numerosa y sumamente unida, en una casa llena de primos y vecinos que entran y salen, aquellos primeros años en torno a Mestalla "fueron duros", recuerda Antonia. "Siempre se hacía el fuerte con nosotros pero a una abuela no la engañan fácilmente y cuando me llamaba por teléfono le notaba triste. Muchos días me llamaba a las ocho de la mañana y yo le decía: David, tú no estás bien. Pero él ni mu. David habla poco, es reservado".

Su primo Ranzel confirma las sospechas de la abuela: "Me contaba que aquello en Valencia al principio no era lo que él quería, que estaba solo y no sabía si iba a aguantar". Pero aguantó. Y en parte por los consejos del propio Ranzel, que le confesaba: "si yo estuviera en tu posición aguantaría, eso es una suerte que pocos tienen y verás que si sigues trabajando te va a llegar una oportunidad".

Aguantó. De hecho, siempre lo había hecho. En la familia cuentan cómo David, con cinco años, era el recogepelotas en el campo del Arguineguín "y de un balonazo le partieron un brazo". Poco le importó al futuro jugador, y con aquella extremidad enfundada en una escayola continuaba yendo a recoger balones al estadio para no perder aquel privilegio. "No tiene miedo a nada", aseguran en su entorno, donde tienen claro que esta noche el trofeo de la Eurocopa desfilará por las manos del grancanario.

Separarse con 13 años de sus padres, de sus hermanos, de su inseparable Ranzel, la abuela y el abuelo, de sus amigos, de sus primos, de Arguineguín… Todo comenzó a valer la pena cuando la promesa canaria empezó a despuntar entre los filiales del Valencia y al poco tiempo el club le cede, primero al Eibar durante un año y luego al Celta de Vigo por un periodo similar, realizando unas temporadas ejemplares. El buen trabajo le empujó incluso a las selecciones inferiores de fútbol -sub 21- donde por primera vez lució la camiseta roja y celebra títulos.

DESCARTADO POR EL R. MADRID. A cuenta de aquellos inicios, esta semana en la casa familiar rememoraban con bromas y también chulería el día que ojeadores del Real Madrid descartaron a Silva -perdón, David- en una prueba en la capital de España porque era de pequeña de estatura. "Se equivocaron", dice Ranzel, ése que le llama después de un partido o le pilla en el messenger para, por ejemplo, indicarle "que tiene que buscar más el gol, tirar más a puerta, que llegas hasta allí y luego no tiras, mi niño…" "¿Que si se lo toma mal? Qué va", asegura Ranzel, jugador también de fútbol en el equipo de Arguineguín. "David no se toma mal nada en absoluto y menos de nosotros".

La que sí sufre cuando le ve tirado por el suelo en un partido es la abuela Antonia -"lo paso mal se caiga quien se caiga", dice, "incluso si son del otro equipo"- que sentada en el salón se pone la mano en el pecho para escenificar el agobio que siente ante esas situaciones. A ella y al abuelo, empleado de la construcción jubilado, les graban los partidos de fútbol para que los vean conociendo el resultado y no sufran por su nieto. Ni tampoco un infarto.

Sin embargo, rompiendo maleficios como ha ido haciendo la selección española partido a partido, el pasado jueves, en el encuentro contra Rusia, Antonia la tirajanera se llenó de valor a sus setenta y tantos y con un Tranquimazin en el cuerpo se fue a ver en directo el encuentro al pabellón deportivo de Arguineguín junto a su familia -estaba hasta la pequeña Johana, 2 años y ahijada del futbolista- y los amigos del jugador, otra parte imprescindible de su vida.

Esos compañeros de estudios, playa, risas y romerías siguen estando cerca del deportista pese a que muchos se conocen desde la infancia y eso resulta muy grato para David. Aytami, Simón, Levi, Quique, Jacobo, Óscar… Ellos son parte del grupo con el que sale a tomarse una copa a una terraza del sur de Gran Canaria o se viste de romero para las fiestas de Arguineguín, una cita a la que intenta acudir siempre y donde hace unos años condujo una camioneta durante la romería vestido de típico canario.

"Los amigos…", suelta airada la abuela de Silva. "¡Quita para allá! Que cuando viene David de descanso lo arrastran pa' llá y pa'cá. Son buenos chicos y él, que se deja... Eso sí", continúa, "siete veces entra él a mi casa, siete besos me da. Y lo mismo para salir", concreta esta pensionista que no duda en reconocer que "ahora, gracias a David, nosotros manejamos un poco", dice en referencia al dinero que el futbolista envía cuando es necesario.

Su mejora económica y las posibilidades laborales ofrecidas a su padre reunieron finalmente hace cuatro años en Valencia a toda la familia en torno a David Jiménez Silva. Y allí viven ahora "todos juntos porque David", prosigue la abuela, "no se quiere ir a vivir todavía solo aunque tiene novia, una chica estupenda de Arguineguín con la que 'se habla' desde hace cuatro años y estudia en Madrid, y debe ser porque ya ha estado sin sus padres todos esos años. Dinero tiene para comprarse una casa e independizarse pero quiere mucho a su madre, que le hace el arroz y la ensalada que tanto le gusta, y su hermano, Nano, que juega al fútbol y es su ojito derecho".

También babea Silva por su prima Odamae, guapísima a sus 12 años, con quien continúa jugando al fútbol en la plazoleta cada vez que visita Arguineguín; a su tía Loly, empleada en un supermercado de la localidad y fan número uno del deportista; a Ranzel, a Johana, a la pizpireta Lara, a sus dos tíos -que le inocularon el virus del fútbol-… Sin embargo, desde hace unos años existe una ausencia importante en la vida del jugador de la selección tras el fallecimiento de Cyntia, otra primita, de 3 años, cuya desaparición sumió en dolor a esta unidísima familia.

David sigue llevando hoy en su equipaje la camiseta con la foto de la niña y cuando estos últimos años ha marcado un gol en cualquier estadio de Europa y lanzaba un beso al cielo, el jovencito Silva -perdón, David- lo hacía en honor a esta pequeña. Dios quiera que hoy el jugador canario pueda repetir ese homenaje.