Una medalla brilla vista por la cara. La cruz, sin embargo, es más tosca y tiene un esplendor que sólo quienes la poseen saben valorarlo. En el caso de un deporte como el de la natación sincronizada, ese lado oculto es un mundo lleno de dificultades que se multiplican en el caso de las sincronistas grancanarias.

Thais Henríquez y Paola Tirados muestran sonrientes sus preseas olímpicas, las primeras para sus respectivos clubes. Han sido muchos años de sacrificio que acaban en unos minutos de gloria sobre un podio. En España la cultura deportiva en actividades menores es escasa y en Gran Canaria, casi nula.

Las penas del sacrificio diario vienen acompañadas de las escasas condiciones que existen en la Isla para poder progresar. Ambas nadadoras han sido testigos de las infracondiciones de entrenamiento en Gran Canaria. La escasez de piscinas adecuadas o disponibles para la práctica es el principal handicap con el que tienen que luchar a diario todas sus compañeras y directivos de clubes.

Hoy en día, sólo el CN Las Palmas y el CN Metropole mantienen esta disciplina en sus instalaciones. Atrás quedaron los intentos baldíos en Telde e Ingenio. Juan José Martín, presidente de Las Palmas, y Manuel Herrera, el del Metropole, son conscientes de la "necesidad de ofrecer las mejores condiciones posibles a nuestras deportistas, que cuando alcanzan éxitos como el de los Juegos, demuestran que todo el esfuerzo que se ha hecho merece la pena".

La mayoría de las piscinas construidas en los últimos años en Gran Canaria abogan por la rentabilidad de las instalaciones por encima del deporte de competición. Con aguas poco profundas, el coste de mantenimiento es inferior, y para estas sirenas, la muerte deportiva. Así, por ejemplo, El Centro Insular de Deportes, cuando disponía de condiciones para entrenar sensiblemente buenas, les cerró hace años el grifo. Pero Metropole y Las Palmas se esmeran al máximo para tratar de compensar los elevados costes "pese a la falta de sensibilidad de las instituciones para ayudar a una disciplina costosa".

DESCONECTADAS. La falta de espacios obliga a las nadadoras y sus entrenadoras a "buscarnos la vida como podemos", recalca Aurora Gil, entrenadora del CN Las Palmas. Y de la misma manera, impide que un deporte que poco a poco va incrementando el número de demandantes, "pueda expandirse por toda la Isla".

Así, la falta de competitividad es un handicap también importante. "Si somos pocos, habrá pocas oportunidades de competir y la niñas se aburren, mientras que en la Península la variedad es mayor", advierte Gil.

La Ciudad Deportiva Gran Canaria, el complejo acuático de Vecindario o Guía, como instalaciones públicas, son ejemplos de la falta de interés en ampliar el cerco sincronista de la Isla. "Tratamos de llegar a todas las partes y promover que en la mayoría de las piscinas donde se puede, exista alguna escuela de sincronizada", recuerda Martín.

De esta manera, Aurora reconoce que, "en muchas ocasiones nos vemos obligados a inventar para salirnos de la rutina", porque la falta de conexión con el exterior también les hace más débiles y vulnerables.

Y no sólo las mismas deportistas se ven afectadas por estas trabas. Teresa Valido, única juez internacional en Gran Canaria, confiesa que "es difícil conseguir nuevas promociones de árbitros, sobre todo entre aquellas deportistas que han abandonado la actividad".