Llevaba cinco días en coma y volvió a nacer el viernes. Paolo Giammaria, milanés de 45 años, no recuerda su lucha entre la vida y la muerte, ni siquiera cómo transcurrió el maratón en el que se le paró el corazón. Fue el pasado domingo, en Gran Canaria. Se desplomó nada más atravesar la meta. Era su primera carrera de 42 kilómetros. Sólo piensa en correr de nuevo.

El pasado domingo se desplomó tras cruzar la meta del primer maratón de Gran Canaria. Paolo Giammaria, de 45 años y natural de Milán, sufrió una parada cardiorrespiratoria. Los médicos de la organización le indujeron un coma farmacológico para evitarle daños cerebrales, tal como recogen los protocolos de actuación en esos casos. Y el pequeño milagro médico funcionó, porque el atleta italiano recobró la conciencia tras cinco días en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Insular.

"Quiero volver a correr el maratón del próximo año", aseguró ayer desde su cama en la décima planta del hospital grancanario, todavía rodeado de cables que se hunden en su pecho, pero sin ninguna lesión. Tan sólo débil, confuso y desorientado por un lance de carrera que no consigue recordar. "No sé lo que pasó, porque mi mente lo ha borrado todo y no me acuerdo de nada", explicó Giammaria mientras devoraba varios ejemplares de LA PROVINCIA / DLP, precisamente para enterarse de lo que le ocurrió aquella mañana de domingo.

Y es que la sorpresa todavía se dibuja en su cara mientras repasa la prensa y se encuentra con su fotografía. "Menos mal que estaban los médicos allí, porque si no es por ellos no sé lo que hubiera pasado conmigo", añade el atleta.

SUERTE. Luego, cuando termina de leer en los diarios su dramática carrera, confiesa entre susurros: "Siento que he tenido mucha suerte, pero me gusta mucho correr y quiero seguir haciéndolo", sostiene Paolo Giammaria.

Todavía no sabe si podrá hacerlo o no, pues los médicos chequean a fondo su maltrecho corazón. Al menos permanecerá una semana más ingresado en el hospital. Su hermana, Carla, ha viajado desde Italia para acompañarlo en la recuperación. "Le he pedido que me traiga las imágenes del maratón, porque quiero ver lo que me ocurrió", agrega Paolo con un hilo de voz, al tiempo que vuelve a sumergirse en los periódicos para buscar más datos.

El italiano sonríe de felicidad, pero pronto se vislumbran en su rostro las arrugas de la incertidumbre, quizá por la frustración de no recordar nada de su cercana experiencia a la muerte. "Creo que me tumbó el calor, porque en Milán corro con mucho frío y no estoy acostumbrado a temperaturas altas", reflexiona Giammaria.

Luego reconoce que era su primer maratón, 42 kilómetros de recorrido urbano por la zona baja de Las Palmas de Gran Canaria con los que no pudo Paolo. Llegó en el puesto 253 con tiempo de 3.50:06 y, como los 452 participantes que acabaron la prueba, recibió una medalla conmemorativa nada más atravesar la meta.

Fue en ese momento, con la distinción recién colgada en su cuello, cuando se desvaneció en plena calle Venegas, que es donde se instaló la llegada. El doctor Luis Espino y su equipo de colaborares tardaron menos de un minuto en atenderlo.

"Sólo tengo palabras de agradecimiento para los médicos, porque me salvaron la vida". La intervención no fue fácil. Hubo que provocarle un coma mediante el suministro de sedantes y mantenerlo en estado de hipotermia para impedir posibles daños en el cerebro.

La organización siempre confió en una recuperación sin secuelas, que es lo que finalmente ha sucedido. Un vez que reciba el alta, Paolo Giammaria podrá volver al sur de Gran Canaria, donde estaba de vacaciones cuando decidió correr el maratón. Es traductor e intérprete de italiano, francés e inglés, además de miembro del Road Runners Club Milano, una especie de club de amigos con el que suele participar en competiciones y al que lleva asociado sus tres años de atleta.

Ahora sólo piensa en regresar a casa para volver a correr con los suyos en su parque favorito.