El triunfo de la selección española de fútbol desató en la noche de ayer una masiva y multicultural celebración en la capital grancanaria. Bajo la enseña roja, miles de jóvenes y no tan jóvenes de distintas nacionalidades botaban unidos en la que, esta vez sí y olvidando otras connotaciones no deportivas, podemos llamar sin duda la plaza de la Victoria. Ganó el combinado español, pero lo festejamos todos.

Los osados bocinazos que empezaron a cercar la plaza a finalizar el encuentro eran ya, al borde de las 23.00 horas, una escandalera de cuidado, entre bailes, estribillos y disfraces inverosímiles. Unos venían con gorros de torero, otros llenos de globos de colorines, los más con la cara tiznada en rojo y amarillo o con la camiseta del equipo nacional. Algunas jóvenes aparecían envueltas en gigantescas banderas españolas que las cubrían a modo de capa, como si fueran unas Marianas Pineda pizpiretas y nocturnas del fútbol del siglo XXI.

Precisamente así se presentaron Jarol y Vanessa, dos chicas colombianas, casi unas adolescentes, que tras ver el partido en casa se asomaban a la plaza de la Victoria con la curiosidad del que va a saborear su primera celebración de adulto. "Superemocionante, pero mucha agonía, mucha agonía. Yo nunca había visto un partido entero, y menos tan largo, pero lo aguanté completo. Pensé que se iban a ir a penaltis, por eso hice tanta fuerza y grité", explicaba la primera, que se veía enmendada por Vanessa, para la cual la ronda de penaltis, en caso de llegar, no hubiera constituido ningún impedimento para la victoria española. "Con ese Casillas, con Casillas seguro que ganaban también en los penaltis", afirma antes de irse bailando siguiendo el latido de un bombo que suena lejano.

VIGILANCIA. Desde primera hora de la tarde el centro de la plaza estaba vallado y vigilado por unidades de la Policía Nacional y Protección Civil, para impedir que los festejantes enfervorizados acaben causando algún desperfecto o disturbios. Apostado junto a una de esas vallas estaba Aarón, que acababa de ver el partido en uno de los bares de la plaza y se aprestaba a celebrar la victoria "con toda la gente". Apenas se le escuchaba ya entre tanto pito, claxon y trompeta que martilleaban los oídos. "El partido fue espectacular, no hay quien pueda con nosotros, es una pasada, ese equipo juega como nadie en el mundo, de hecho está demostrado que somos los campeones. Fue un encuentro no apto para cardiacos, pero es España: nos hace sufrir pero somos los mejores", aseguraba contundente.

Llegaba una incesante marea roja de todos lados, desde la parte alta de Mesa y López, desde Néstor de la Torre, desde el Mercado Central, con coches desde los que se descolgaban consignas, banderas o personas. Algunos habían visto junto al Auditorio, en la denominada Kedada Roja, y ahora venían a saltar felices al enclave natural de las celebraciones en Las Palmas.

Ese fue el caso de Ravi, nacido en la India pero afincado en Canarias desde hace muchos años, que vio el primer tiempo en su casa pero el segundo con la kedada. Aseguraba que "esta fecha del 11 de julio de 2010 se va a quedar marcada". Describió el encuentro como "muy intenso. Hemos tenido muchas ocasiones a lo largo del partido, pero no hemos rematado. Al final hemos conseguido lo que todo el mundo esperaba, y somos campeones del mundo".

El estruendo iba siendo ensordecedor; los más bailaban o botaban, en un mar de banderas y camisetas rojas. La fiesta no había hecho sino empezar, y algunos vecinos se asomaban a las ventanas, dudosos de unirse al 'enemigo', que amenazaba con no parar la celebración hasta muchas horas después.