La hazaña que acaban de protagonizar Martín Suárez Cabrera (40 años, Las Palmas de Gran Canaria) y Javier González Rabadán (46 años, Sevilla) no conocía antecedentes en el deporte de las islas. Atravesaron Gran Canaria de punto a cabo, de acá para allá, durante 35 horas y casi dos minutos. Con ese tiempo lograron una victoria que consideran anecdótica en la versión ultra dura de la Challenger 2010. Escalaron un total de 9.000 metros entre rocas y precipicios (equivalente a la altura del techo del Planeta) y también debieron emprender los otros 9.000 metros de desnivel entre curvas y todo tipo de obstáculos. Caminaron de día, de noche o bajo la lluvia: "Fue una experiencia increíble pero impagable", argumenta el grancanario; "para mí fue una locura brutal", sentencia el sevillano. El triunfo, logrado con casi siete horas de diferencia sobre los otros supervivientes de tan extraordinaria prueba (los tinerfeños Darío Dorta y Víctor Delgado), es testimonial porque detrás han dejado unas vivencias que confiesan estar dispuestos a repetir.

Suárez Martín (de profesión mecánico de frigoríficos) y González Rabadán (transportista) partieron el pasado viernes desde el barranco de Guayadeque con sus mochilas cargadas de ilusión y de alimentos energéticos. Pero entienden que su secreto para el triunfo fue otro: "Todos los competidores llevábamos las típicas barritas nutritivas y los líquidos complementarios. Pero nos dimos cuenta de que no eran una ayuda o, al menos, no nos servían a nosotros. Optamos por seguir alimentándonos con bocadillos de chorizo y también de salchichón que llevábamos por si acaso", apunta Martín. "Nos sentaron de maravilla. Fue una gran ayuda porque el cuerpo asimiló aquellos alimentos a los que estábamos acostumbrados y que tomamos a diario. Y, además, aprovechamos una pella de gofio especial que nos regaló otro competidor antes de empezar. Era una pella dulce, hecha con miel y almendras: estaba rica y la digerimos perfectamente".

El asalto a la prueba ultra raid les llevó desde Guayadeque a Santa Lucía, luego a Mogán, Veneguera, Tasarte, La Aldea, Artenara, La Cruz de Tejeda, La Culata, Roque Nublo, Pico Las Nieves y, desde allí hacia Las Palmas de Gran Canaria como el resto de los corredores.

4 HORAS CADA 20 KM. "Nuestro ritmo era de cuatro horas cada veinte kilómetros. Así lo habíamos calculado", argumenta Martín Suárez. "La dureza de la prueba no la podemos exponer porque hay que vivirla para comprenderla. Todos los terrenos eran distintos. Fueron difíciles las subidas, pero las bajadas de las montañas eran peores. Especialmente las últimas. Sufrí una deshidratación aunque logré reponerme".

González refleja: "Mi sufrimiento fue mayor porque tenía una lesión de tobillo que me obligó a realizar un mal apoyo en la pierna opuesta. En el tramo final, desde La Angostura, padecí un calvario porque la rodilla derecha me molestaba mucho, estaba hinchada. Pero no pensé en abandonar. Después de tanto sufrimiento tenía que llegar a la meta y vencer este rompepiernas bestial".

LECHUZA COMPAÑERA. Los ganadores calculan que esta incidencia les obligó a retrasar unas cuatro horas su llegada en la meta del parque de Santa Catalina. "El tiempo no tiene importancia. Lo valioso es la experiencia humana", señala Martín Suárez. "Los tramos nocturnos fueron maravillosos, bajo la luna llena: el color de las montañas era plateado y los acantilados ofrecían unas vistas indescriptibles. Había una paz inmensa. Incluso durante unos minutos nos acompañó una lechuza. Cuando pasamos por Agaete vimos Santa Cruz ahí mismo, con sus luces reflejándose en un mar que estaba en calma. Estábamos en el paraíso".

"¡Qué bonita es Gran Canaria en lo más profundo!", expresa González Rabadán. "Llevo treinta años viviendo aquí y descubrirla de esta manera, en plena competición, ha sido lo más hermoso. El valor que me llevo no es el deportivo, sino las imágenes tan bellas que quedaron grabadas en nuestro cerebro".

Martín y Javier se conocieron como participantes de la tradicional Transgrancanaria. "Somos como hermanos", afirman. Después del palizón del pasado fin de semana regresaron a sus hogares y apenas pudieron dormir seis horas. Martín atendió el domingo a sus cuatro hijos, Javier tuvo que ir a Las Canteras a poner los pies en remojo. Y ya se plantean el reto de 2011.