Primero un bailecito con ritmo, y cayeron dos goles; luego se para el 'tempo' para tomar un poco de aire; y, en la segunda parte, la salsa del Barcelona de Guardiola se desbordó por los cuatro costados para dejar al Real Madrid exhausto y con los tacones rotos. Otro meneo histórico del Barça al conjunto blanco cerró anoche el debate de los estilos del fútbol español y dejó a Mourinho cariacontecido y con mucho trabajo por delante. A ritmo puro de bailes de salón.

"No tengo nada que esconder. Mourinho sabe que vamos a jugar al ataque". El aviso de Guardiola un día antes del clásico refleja exactamente lo que pasó. Lo que no sabía 'Mou' es que su equipo fuera ridiculizado hasta el límite de la decencia por un estilo futbolístico que ya nadie se atreve a criticar. Porque lo que el Barcelona hizo anoche fue dar un recital de bailes de salón con un convidado de piedra que lo único que pudo hacer fue mirar cómo se movía el conjunto azulgrana.

Apenas unos minutos bastaron para saber que el Barcelona se adueñaría del encuentro desde el pitido inicial. Sólo la fortuna impidió que una obra de arte de Leo Messi se convirtiera en el primer gol del Barcelona cuando, con el balón ante su pie izquierdo y toda la defensa a la espera de una genialidad, se sacó de la manga una vaselina que acabó en el palo derecho de la portería de Casillas.

Y cuando el Real Madrid se percató de que se jugaba el clásico, el partido más esperado del fútbol español, el fútbol total, el Barça ya ganaba dos a cero. El primer gol fue de Xavi, tras intercambiar los papeles con Iniesta y ser el capitán azulgrana el que tiraba el desmarque para plantarse solo ante Casillas (m.10). El segundo de Pedro (m.18), que se valió de su velocidad para aprovechar un rechace de Casillas tras jugada personal de un Villa que, ayer pegado a la banda izquierda, recordó al internacional que se proclamó campeón del mundo en Sudáfrica. Así, sin apenas despeinarse, el primer baile había desnudado al MouMadrid, que no hacía sino mirar el paseo del balón entre los pies de los jugadores del Barcelona.

Ahí se detuvo el partido, tal vez por la astucia de un Real Madrid que necesitaba parar la música como fuera. Cristiano Ronaldo pegó un empujón a Guardiola al ir a buscar un balón que había salido por la banda y que el técnico del Barcelona cogió en sus manos. Se formó una tangana, más por la frustración de los blancos y la excitación de los azulgrana que por otra cosa, pero el Madrid parecía reaccionar y, por lo menos, de ahí al descanso evitó que el baile lo agotara por completo.

Diarra por Özil

Mourinho movió ficha y ejecutó lo que en realidad barajaba hacer de entrada, esto es, Özil al banquillo y Lass Diarra como sostén del caudal de juego azulgrana. Lejos de variar el baile, lejos de evitar la catástrofe en una de las peores pesadillas del técnico luso, el Barça fue pura salsa. Y otra vez a los diez minutos del pitido inicial, Villa se plantó en el área blanca tras un magistral pase de Leo Messi para sentenciar el clásico.

Pero aún restaba lo peor (para el Real Madrid). Guardiola puso la música a ritmo de merengue, esa variante de la salsa en la que los cuerpos ya pierden por completo el sentido, y el Barcelona se entregó por completo al baile. Dos minutos más tarde que el tercero llegó el cuarto, también de Villa, en cuya memoria quedó grabado aquel regalo que Mourinho le dedicó en una rueda de prensa hace algo más de un mes. "Algunos no le marca un gol a nadie", vociferó el portugués; desde entonces Villa los enchufa a pares, como ayer.

Tal fue la superioridad azulgrana, tal era la desidia del Real Madrid, sobre todo tras el cuarto gol del conjunto de Guardiola, que el encuentro acabó en una samba perfecta al más puro estilo brasileño. Ahí llegó la impotencia, incluso hasta lógica de un Real Madrid bailado hasta la extenuación. Sergio Ramos dio un manotazo a Puyol (ambos son compañeros en la Selección) que le costó la tarjeta roja. Y ya sólo faltaba que Jeffren, el enésimo canterano, completara la 'manita' en el descuento. Todo un recital de bailes de salón. Solo fútbol. Nada de palabras.