La selección española de balonmano viaja a Suecia dispuesta a dar el salto cualitativo que le permita volver a pelear por los podios internacionales, que no pisa desde que se colgó el bronce olímpico en Pekín, con un polivalente equipo que parece haber alcanzado la madurez necesaria para luchar nuevamente con los más grandes.

Madurez fruto de un doloroso camino que arrancó hace dos años en Croacia, donde España se vio apartada, sin previo aviso, de una elite mundial en la que vivía instalada desde mediados de los noventa, y que tuvo su momento culminante con la conquista en el año 2005 en Túnez de su primer y único título universal.

El proceso de renovación en el que se embarcó Valero Rivera recién aterrizado en el equipo nacional fracasó por completo en el Mundial disputado en tierras balcánicas, en el que el conjunto español, tras una desastrosa primera fase, en la que sólo fue capaz de ganar a Cuba y Kuwait, se vio condenado a la decimotercera posición.

La obligación de compartir cartel en la segunda fase del Mundial con potencias de medio pelo, cuando no con auténticas comparsas, quedó grabada a fuego en el alma de la selección y en especial en la de su entrenador Valero Rivera, un técnico acostumbrado a ganar.

El creador del legendario "Dream Team", el equipo barcelonista que encadenó cinco títulos de la Liga de Campeones entre 1996 y 2000, revisó sus planes iniciales, reajustando las piezas de un equipo que fue adquiriendo cuerpo durante la fase de clasificación para el Europeo de Austria 2010.

Construcción que se completó con la llegada al equipo nacional en noviembre de 2009 del portero de origen serbio Arpad Sterbik, para no pocos el mejor guardameta del Mundo junto con el francés Thierry Omeyer, y uno de esos jugadores capaces por sí solos de ganar cualquier partido.

Sin embargo, una inoportuna lesión apenas permitió al cancerbero del Ciudad Real disputar unos minutos en Austria, donde España recuperó parte del prestigio perdido con una esperanzadora actuación, en la que sólo una inoportuna derrota con Polonia impidió a los de Rivera colarse en las semifinales.

Una meta por la que volverá a pelear en el Campeonato del Mundo de Suecia, al que España llega cargada de argumentos, tras el excelente rendimiento de los últimos meses, en los que el equipo nacional se ha mostrado como uno de los más sólidos del panorama internacional.

Solidez cimentada en una intensidad defensiva, uno de los puntos donde más se nota el trabajo de Rivera, que se antoja clave para superar la primera fase de un Mundial en el que la selección se medirá con los dos últimos campeones mundiales, Alemania y Francia, además de a las siempre correosas Túnez y Egipto.

Una fortaleza defensiva que permite a España mostrar una de sus tradicionales armas, un veloz contragolpe en el que ejercerán como punta de lanza los rapidísimos extremos, entre los que no figurará por lesión Víctor Tomás, uno de los motores emocionales del equipo, reemplazado por el siempre efectivo Albert Rocas.

Pero el contraataque no será el único argumento ofensivo del equipo español, que ha ganado en fluidez con una polivalente primera línea, lo que permitirá a Rivera numerosas combinaciones, especialmente dotada para conectar con el pivote, donde Julen Aguinagalde volverá a ser clave en las aspiraciones de la selección.

Visión de juego a la que se encargará de añadir lanzamiento un motivado Iker Romero, ansioso por recuperar en la selección el protagonismo perdido en el Barcelona, indispensable para superar una segunda ronda en la que España se medirá con Islandia, Noruega, Hungría o Austria.

Rivales, a priori, menos temibles que Francia o Alemania, pero que obligarán a España a rendir al máximo para poder soñar con las semifinales o al menos asegurarse una de las siete primeras plazas que garantizan el concurso en los torneos preolímpicos que dan acceso a los Juegos de Londres, el gran objetivo de la selección.