La Unión Deportiva ya no tiene apetito. Sació su hambruna con cuatro victorias consecutivas en el campeonato y ayer en Montilivi no quiso rebañar el plato con un triunfo que tuvo al alcance de la mano durante más de media hora. La expulsión por roja directa de Moha, en el minuto 56, acomodó a los hombres de Juan Manuel, que a partir de ese instante jugaron imprecisos en ataque y sin apenas mordiente en la zona central del campo. El empate, que entraba en las quinielas previas, quedó desdibujado por la excesiva cautela de los amarillos en un estadio donde podrían haber resuelto parte de sus aspiraciones para la permanencia en la categoría.

Siempre dado a la sorpresa, el entrenador de Las Palmas salió al terreno de juego con el denominado trivote en el medio, que tan de moda ha puesto otra vez Mourinho. Pollo y Vicente Gómez ocuparon la base del triángulo mientras que Jorge Larena, que no conocía la titularidad desde el inicio de la segunda vuelta, fue el vértice superior. De esta manera, los amarillos intentaban neutralizar el juego de pases interiores propiciado por los centrocampistas Jandro, Tébar y Dorca.

En medio del duelo táctico asfixiante, Javi Guerrero tuvo la primera aproximación del partido cuando no se habían cumplido los cinco minutos, pero su cabezazo, a centro del activo Pedro Vega, no obtuvo fuerza suficiente. Las Palmas parecía querer gobernar la pelota con combinaciones chispeantes entre Jorge, Sergio y Javi Guerrero, pero este despliegue de iniciativas carecía de eficacia más allá de la línea de tres cuartos del ataque.

El partido tomó un rumbo imprevisto cuando una cesión de Ruymán para Barbosa propició un nuevo error con los pies del portero argentino. La pelota, tras el rechazo en Roberto Peragón, quedó franca para que el menudo delantero inaugurara a puerta vacía el marcador de los anfitriones, ante la decepción del guardameta, que no esperaba la fulgurante reacción del atacante del Girona. Era el minuto nueve de juego y la cuestión para la UD tomaba un cariz incómodo.

Sin tiempo alguno para lamentos, casi ni para apuntar el gol inicial, Javi Guerrero embolsó un pase, lo controló con destreza, se internó por la línea de fondo y fue derribado torpemente por Dani Bautista cuando ya se disponía a percutir. Del Cerro Grande no lo dudó y señaló el penalti. Jorge Larena, con tranquilidad, engañaría a Santamaría en el lanzamiento del castigo, el tercero que le pitan a favor a Las Palmas en 31 jornadas de Liga. El anterior lo había transformado Álvaro Cejudo en el duelo frente al Alcorcón en casa, lo que a estas altura de la película parece la prehistoria del torneo.

Serenado por el empate, el conjunto de Juan Manuel conquistó durante diez minutos el centro del campo y el partido. El equipo de Agné apenas podía enlazar un par de pases seguidos y la Unión Deportiva robaba balones con frecuencia en la zona de creación de los locales. En uno de los acercamientos, un córner lanzado por Pedro Vega estuvo a punto de convertirse en gol olímpico. El futbolista de San Mateo siempre busca esta suerte y ayer estuvo cerca de conseguirla ante Roberto Santamaría, que falló en la salida y respiró tranquilo cuando la pelota se perdió cerca del poste.

El susto espoleó a los locales, estimulados por una grada que empujó animada. Barbosa abandonó su aturdimiento cuando frenó en seco un pase en profundidad de Jandro sobre Roberto Peragón, que tenía muy mala pinta para la Unión Deportiva. El argentino, a partir del primer éxito, volvió a su guión original y atajó un par de centros malintencionados de Dani Bautista. Ya se podía decir a la media hora que el Girona, con una dosis de empuje, arrinconaba a Las Palmas sobre su propia área. Una vez cercada, la UD se aprovechó del ímpetu local para trazar un contragolpe casi mortal que Javi Guerrero envío por encima del larguero cuando el graderío de Montilivi ya se echaba las manos a la cabeza del disgusto.

El último cuarto de hora se malgastó en un inventario de pérdidas de balón y pelotas lanzadas sin fundamento. Y cuando Las Palmas ya protegía su botín esperando el desenlace de la segunda mitad, Despotovic incordió a los centrales y Barbosa tuvo que estirarse más de la cuenta para lanzar el balón a córner cuando parecía que la cosa se ponía seria.

Expulsión

Después del intermedio se rompió la rutina en la que había entrado la función. En el minuto 53, otro centro de Pedro Vega al segundo palo, esta vez perfecto, lo falló Vicente Gómez, en boca de gol, cuando el ritmo cardiaco de Santamaría estaba a punto del pasmo. Todavía con el pulso acelerado, un par de minutos después, Moha protestó de manera airada al árbitro y éste lo envió a la ducha sin mediar titubeo. El panorama para la UD era, a priori, extraordinario: 35 minutos con un elemento más en el terreno de juego. Un sueño para cualquier conjunto. Por ello, Juan Manuel precipitó el cambio de Quiroga por Jorge. La intención era evidente, la victoria.

Sin embargo, la Unión Deportiva caminó durante este trance más para atrás que para adelante. Apenas tuvo un par de ocasiones en la figura de Guerrero y desperdició la posesión del balón. Los locales, acorazados en su orgullo, tomaron las riendas de la situación y pusieron en aprietos a Barbosa, que debió sacar un par de balones del bullicioso Peragón que ya se cantaban como gol.

Atascada por la responsabilidad, Las Palmas tropezó contra el orden del grupo de Agné y terminó el encuentro convencida de que nadie le iba a reprochar la igualada en casa de uno de los aspirantes a las eliminatorias por el ascenso a Primera. El equipo de Juan Manuel sacó su calculadora, indultó al rival y comprobó que el peso del punto era mayor que el riesgo.