Que sea sábado y sea temprano no parece la mejor conjunción para levantarse de la cama. Sin embargo, en la prisión de Salto del Negro un grupo de internos recibe la llegada del nuevo día con una energía inusitada. Hoy toca mar, aire puro, familia y regatas. Toca vivir de nuevo. Como si no hubiese pasado nada.

La tripulación del Polivela, club de Vela Latina Canaria, la integran un amplio número de presos gracias a un acuerdo de colaboración entre la Federación de Vela Latina Canaria, la Policía Local y la institución penitenciaria. El objetivo de este proyecto que ya sobrepasa los seis años es "competir por no pelear, integrarse en la sociedad y conseguir un montón de cosas a nivel interno", explica Carmen Aragonés, la funcionaria que, junto a Cándido González, pasa los sábados junto a ellos.

Cándido es un miembro más del bote, uno que en palabras de Gerardo Alma, uno de los tripulantes, "es una buena persona que si puede ayudarte, te ayuda".

La función social que Carmen destaca dentro del Polivela, se convierte en deportiva cuando toma la palabra el patrón de la embarcación, David Cutillas. Para él, "lo bonito es ver cómo la gente que viene de prisión se integra con la gente del muelle" y lo mejor de todo, asegura, es que "hay mucha ayuda y un gran compañerismo". De hecho, continúa, "yo he estado en un montón de botes y ellos son los que me han tratado con más respeto, con diferencia". El objetivo del Polivela esta temporada es mejorar los registros del pasado año, ya que "este año ya hay gente experimentada que repite con nosotros".

El "enganche que te entra", como afirma Antonio Rodríguez, le hace pensar en que seguirá compitiendo cuando termine su estancia en la cárcel de casi ocho años, algo que les sucede a muchos de ellos.

Para poder enrolarse en el bote del Polivela hacen falta dos condiciones: haber cumplido una cuarta parte de la pena y no tener ningún parte por mal comportamiento. "La lista de espera es larga", asegura Carmen.

Por ahora la tripulación está completa, pero cualquier falta les haría perder este privilegio. De hecho, Jonathan González pone su ejemplo personal: "A cualquiera que me diga algo en prisión le contesto con un 'sí, sí' y me quito de en medio".

Las ventajas son inmensas. Los sábados, estos tripulantes no están solos. Se encuentran con sus familiares y amigos. "Puede comer con su hijo y conmigo", afirma María Teresa Hernández, novia de Antonio Rodríguez. "Él entró estando embarazada yo de cinco meses y ahora Aarón tiene ya tres años y medio. Tenerle aquí todos los sábados es otra cosa".

Humberto López explica la experiencia: "En mi caso, yo quería venir para embarcar, no como si fuera una excursión. Esto sirve para algo porque aprendes un deporte, pasas un gran día, conoces gente y logras romper con la monotonía de estar todo el día arriba".