Cultura de bares, remedio amarillo en tiempos infernales. La UD de Juan Manuel Rodríguez se ha convertido en el estímulo perfecto para un sector que agoniza. La racha del cuadro grancanario, que encadena cinco jornadas sin besar la lona, ha disparado el interés en la masa social. Abonados, seguidores y simpatizantes se agolparon ayer en los principales locales de la capital para seguir el devenir del Girona-UD Las Palmas.

Montilivi, desde la pequeña pantalla, suena a frontera colonizable. Renace una tarde para la hazaña. El bar Los Marineros, en la calle Colombia de la capital, se engalana para un partido con mensaje. "Si ganamos, habrá barra libre y bocadillos de tortilla para todo el personal. Este equipo funciona como un reloj suizo; pasen y tomen asiento", recita Luis Martínez, uno de los propietarios. A escasos metros de la playa de Las Canteras, el bar se transforma en dos minutos en un centro de peregrinación. Encabezando el repertorio, un alma sencilla pero con el corazón amarillo.

Santiago González, más conocido como Santiaguito, es el número uno de los aficionados de la UD Las Palmas. El Rafa Nadal del ranking ATP de la fidelidad. Santiaguito acude a todos los entrenamientos y tiene un ritual: despedir a la expedición cuando deja la Isla. "Este equipo es mi vida", detalla casi en silencio. Suenan las alineaciones. Hay sorpresa. Jorge y Pollo saltan a escena. Es la última jugada de Juan Manuel.

"Es un técnico muy inteligente, su mano ha rescatado al equipo. Ya lo hizo en una ocasión y apunta a la segunda. Es toda una garantía", valora Santiaguito, que ofreció a Juan Manuel dirigir el Infantil del Arenales hace más de 30 años.

Junto a Santiaguito, Manolo Arocha, padre del habilidoso futbolista del Huracán de Tercera División Juanma, pierde el pulso cuando Barbosa comete un despiste fatal. Llega el primer tanto del encuentro y aparecen los viejos fantasmas. Peragón dibuja inicios dantescos de otra época. Silencio total.

"Fue un golpe de mala suerte; un error capital que obligará a la UD a reaccionar rápidamente. El Girona es muy peligroso con el marcador a favor", sentencia Arocha, que tiene condiciones de adivino. Al minuto de alzar la voz, Javi Guerrero cae derribado en el área de Santamaría. Penalti y euforia. La sala, con su barra metálica en segundo plano, adquiere el grado de bombonera. "Esto es el Gran Canaria pero sin pistas", avisa José Santana Pepote.

Se enciende la llama de Jorge Larena. El canterano toma el balón con responsabilidad y fusila al ex jugador de la UD Santamaría. La venganza perfecta. Abrazos, besos y alguna declaración de amor. El empate se festeja como un título por una clientela extasiada. Todos menos Santiaguito, que parece un muñeco de cera.

Déborah Suárez, presidenta de la Peña David García, enseña sus garras y pide entrega para liquidar al cuadro catalán.

Bocadillos de pechuga con salsa rosa, cervezas, zumos de piña, ron Arehucas con coca-cola y whisky para los más optimistas. Los Marineros respira gracias al resurgir de una UD que enamora por entrega. "Este equipo es un maná; con él iremos al fin del mundo. Ni Messi ni Ronaldo; todos con Vicente y Sergio", finaliza Martínez.

De Guanarteme al Estadio Insular. El bar La Grada es un punto emblemático para la afición amarilla. Junto al teatro de los sueños, casi treinta seguidores no pierden detalle de los hasta cuatro monitores. Una mesa de billar, a la izquierda de la barra, es el único elemento distorsionador. Santamaría firma la parada de la jornada ante un Javi Guerrero omnipresente. Silbidos y desprecio por un producto de la factoría amarilla que se marchó por la puerta falsa. "Raúl es mejor", suena desde el fondo de la sala. Salta David González. Vuelve la magia del Maradona de La Feria.

Terraza verde

El Heineken Sports Bar, en el centro comercial Monopol, es el Bernabéu de los locales. Quince monitores confirman que el establecimiento tiene cinco estrellas. Ruymán corta un avance de Peragón. El Girona, con diez, despierta del letargo.

En la terraza, los aficionados pide una reacción urgente. La victoria está cerca. Jessica Rubiano, una de las dueñas del establecimiento, confirma el despegue mediático de la UD. "Los partidos del equipo amarillo siempre causan expectación. Si es fuera de casa y por alguna plataforma televisiva, el interés se multiplica. Tras el Madrid y el Barça, luego aparece la UD como el principal actor", valora.

Bajo un telón verde césped, hamburguesas, queque casero, pulguitas -el plato fuerte de la casa- y los bocadillos de tortilla definen la carta. El colegiado Cerro Grande decreta el final de la contienda. Carpetazo a una jornada de esperanza. Ponga a la UD en su bar. Hay un motivo para merendarse la crisis.