El baloncesto o yo". La encrucijada anterior la planteó, en 1999, June a su marido Phil Jackson cuando la organización de los Lakers se trasladó hasta el rancho del técnico en Montana, donde disfrutaba de su plan de jubilación tras ganar seis anillos de campeón de la NBA con los Bulls de Chicago, para ofrecerle el puesto de entrenador en la franquicia californiana.

La respuesta de Phil Jackson, ante la disyuntiva marital, fue tan nítida como rotunda: se montó en su Harley-Davidson, cruzó el Oeste y se plantó en Los Ángeles para tomar las riendas de un equipo repleto de talento, con jugadores con Shaquille O'Neal o Kobe Bryant, pero incapaz de superar en los play off por el título a rivales como los Jazz de Utah o los Spurs de San Antonio.

Un vistazo a su paso por los Lakers, desde 1999 hasta 2011, eleva a éxito la decisión que tomó frente a la presión de su segunda esposa. Doce años después, Phil Jackson cerró el domingo, en Dallas, la carrera más laureada de un entrenador en la NBA. Campeón en 11 ocasiones, triunfos repartidos entre los Bulls de Chicago (seis) y los Lakers de Los Ángeles (cinco), su relevancia trasciende más allá de todas las victorias que han firmado sus equipos por sus curiosos métodos de trabajo.

Hijo de dos ministros de la Iglesia Pentecostal, como jugador destacó en la Universidad de Dakota del Norte antes de dar el salto a la NBA con los Knicks de Nueva York. Hippie militante, miembro activo del movimiento contracultural, pacifista convencido en las protestas contra la guerra de Vietnam, capaz de experimentar con el LSD durante su etapa como jugador de los Knicks, en Nueva York también descubrió el zen, práctica que luego ha ejecutado en sus movimientos tácticos, como la propia adaptación del Triángulo ofensivo ideado por Tex Winters a partir de tres principios básicos del budismo: una gran fe, una gran duda y una gran perseverancia.

Antes de brillar en la NBA, Phil Jackson llenó de lustre su hoja de servicios en Puerto Rico, donde entrenó a los Piratas de Quebradillas y a los Gallitos de Isabela, y en la CBA, liga menor en la que ganó su primer título en un banquillo con los Patroons de Albany (1984).

Justo hasta su paso por los Bulls, donde elevó el rango de Michael Jordan a leyenda con rituales sioux, incienso en el vestuario y un extracto de El libro de la selva de Rudyard Kipling como lema de equipo: "La fuerza de la manada es el lobo y la fuerza del lobo es la manada".

Ahora, consagrado como mito, regresa a Montana con nueva novia (Jeanie Buss, vicepresidenta de los Lakers y exchica Playboy) guiado por el credo zen: estar en el momento.