Unos doscientos futbolistas pueden hablar en primera persona sobre lo que significa jugar un UD Las Palmas-CD Tenerife durante los más de 60 años de historia de la rivalidad regional. Todos tienen un relato personal del derbi, casi íntimo, una visión ejemplar que va desde la indiferencia hasta la pasión, pasando por el sentimiento profesional puro, aquel que besa los escudos de ambos conjuntos a cambio de un suculento contrato. Son historias privadas dentro de un conglomerado de anécdotas que barnizan de muchos colores los clásicos.

No hay constancia en las hemerotecas de un derbi tan descafeinado como el del próximo sábado. Si bien en los últimos años estos partidos no han sido definitivos en la clasificación final, sí han marcado tendencias morales en los equipos.

El último gran enfrentamiento a vida o muerte sucedió en la temporada 2001-02, el único que se ha producido en Primera División. Era la penúltima jornada del campeonato y ambos conjuntos llegaban al duelo en plena lucha por la permanencia. El Tenerife era colista, estaba casi sentenciado con 35 puntos y Las Palmas rozaba la zona roja con 39. El argentino Marioni, de vaselina sobre Orlando Quintana, silenció el viejo Insular en la primera mitad y los amarillos cayeron presa de la desesperación. Los dos se hundirían.

Supuesta hermandad

Estaba claro, tras el partido, que la hermandad entre canarios no entraba en juego, entre otras cosas, porque el Tenerife de Javier Clemente aún albergaba la quimera de la salvación. 15 años antes, en la campaña 83-84, la historia fue otra. El conjunto blanquiazul visitó el Insular al borde del descenso a Segunda B y afrontó aquel derbi como una final por cuanto era la penúltima jornada. El choque fue muy polémico. El Tenerife ganó 0-2 y eso desató las iras de la hinchada, que reprochó a su equipo y la directiva la dejadez ante el eterno rival, que podría haber descendido. Ese "escándalo", como tituló al día siguiente Diario de Las Palmas, acarreó la dimisión del presidente del club, José Aguilar, en uno de los episodios más oscuros de la historia de estos duelos.

Desde 2003, con gol de Pedro Vega de penalti, la Unión Deportiva no vence en un derbi frente al Tenerife, aunque el empate en el curso 2007-2008 supo a victoria en la acera amarilla. Un gol de Marcos Márquez sobre la hora, tras haber anotado Pablo Sicilia, desató la locura de la mayoría de los 29.123 espectadores del Gran Canaria, lo que lo convierte en el derbi con mayor asistencia de la historia del fútbol canario. A partir del sábado se abre un paréntesis en la rivalidad de incierto desenlace.