La temporada del CD Tenerife acaba de la peor manera posible. El escenario más hostil, el rival con más hambre, los puntos más insulsos y el más grande parte de bajas de toda la temporada.

Resulta sospechoso tal aluvión de ausencias, razón por la cual David Amaral citó ayer nada menos que a ocho futbolistas del filial para completar la convocatoria del equipo blanquiazul que se desplazará hoy hasta Gran Canaria.

El envite es una pesadilla, un horror, también un castigo. El presidente del equipo que osó hablar de un pasillo de la UD Las Palmas a sus futbolistas -lo deseó en voz alta en plena pretemporada- asistirá hoy a un desenlace casi maquiavélico. Si hay un pasillo esta tarde, es el que conduce a Segunda B.

El afán de burla de un amplio sector de la afición grancanaria -se espera un entradón en Siete Palmas- convierte la cita de esta tarde en un trance "traumático", como lo define Amaral, para aquellos de sus futbolistas que sí viajarán. Dos porteros (Sergio Aragoneses y Luis García), dos defensas (Sicilia y Luna) y cinco centrocampistas (Juanlu Hens, Omar Ramos, Mikel Alonso, Ricardo y Dubarbier) son los únicos profesionales con los que cuenta el de Arico, que ha visto disiparse durante la semana cualquier opción de componer un once sin futbolistas del equipo filial.

La oportunidad para los canteranos puede resultar un regalo envenenado. Ni uno solo ha mostrado recelos ni amargura ante el choque contra la UD Las Palmas, pero tamaña embajada de jóvenes futbolistas hace temer por una derrota fea.

Sería el peor final a una temporada de calamidades que no se merece más borrones. Tiene el Tenerife nada que ganar y sí mucho que perder en caso de una afrenta contra su rival de siempre, así que el objetivo es acabar con decencia. Sin más. A todas estas, Amaral dice adiós. Fiel a su filosofía, con cantera.

A estas alturas parece segura la presencia en la alineación de Jesús Álvaro, a quien Alfredo Merino advertía a comienzos de semana de su alta probabilidad de estrenarse como profesional.