La XIX edición de la travesía entre Lanzarote y La Graciosa no puede pasar a la historia simplemente como las más dura de todas las nadadas organizadas en el Río (brazo de agua entre las dos islas). Sí es cierto que fue la prueba más brava que se recuerda, no se puede obviar, al margen de corrientes marítimas, que la organización reaccionó tarde y de forma descontrolada cuando decidió suspender la travesía, después de una hora de iniciarse y al comprobar que el mar empujaba como a corchos a los más de 400 nadadores, que fueron rescatados de la trampa del Río.

Días previos a este mágico evento, los pescadores gracioseros ya venían advirtiendo que la mar no estaba para carreritas. Incluso, varios de los cuerpos de seguridad desplazados a La Graciosa alertaron antes de comenzar la prueba que los nadadores lo iban a pasar francamente mal.

El Cabildo de Lanzarote, organizador de la prueba, cometió un triple error: estiró como nunca la lista de inscripciones sin tener efectivos para controlar a los 700 participantes y demoró la salida de la travesía, lo que coincidió con un aumento de la corriente. El último de los errores fue celebrar una nadada que no debió comenzar bajo ningún concepto.

Los organizadores, que otros años habían dado mucho nivel a la prueba más atractiva del circuito regional, se vieron desbordados e improvisaron un rescate de nadadores que se vieron en muchos tramos del Río desasistidos. Un riesgo innecesario y que no puede volver a repetirse.

Confiemos en que el próximo aniversario de esta entrañable cita deportiva prime la cordura por encima de las fotos oficiales.