La fuerte corriente en el brazo de mar que une Lanzarote con La Graciosa varió totalmente el objetivo que muchos se trazaron para la XIX travesía, en la que para la mayoría de nadadores fue imposible llegar a Caleta del Sebo. El Río se convirtió en una trampa y la eficacia de las personas que velaron por la seguridad determinante para evitar las lamentaciones, por lo que ahora se puede hablar del esfuerzo de los nadadores y de fallos en la organización entre los testimonios que se recogen.

Alejandro Yánez, de 40 años de edad, era la quinta vez que participaba y no daba crédito a lo que estaba pasando. "Llevaba hora y media en el agua y no podía avanzar más. La gente se dispersó y creo que los organizadores lo pasaron mal para sacar a tanta gente del agua. Supongo que la organización se asustó y que esto no habría pasado si la salida no se hubiera retrasado tanto. El cambio de mareas influyó y nadar contra corriente fue imposible".

No obstante, este deportista habituado a pruebas de resistencia no se rinde. "Esta prueba me encanta, por supuesto que lo voy a a intentar y reconozco que no me creía que no fuese capaz de acabar. Después ya pude comprobar que yo no era el único que lo pasaba mal".

Malena Domínguez, de 38 años, participaba por tercera vez y su reto era llegar a meta. No pudo ser, pero esta vez no fue su culpa. "Estaba ilusionada, me había preparado a conciencia, pero llevaba una hora en la boya 7 y no había forma de avanzar. No se me ocurrió de que era culpa de la corriente, tampoco lo pasé mal, y me sentía frustrada porque creí que la culpa era mía. Después ya vi lo que pasaba y creo que la organización debió advertirnos por megafonía".

Manuel Morales, de 42 años, debutaba. Viajó en compañía de unos amigos y después de una hora y veinte se vio en medio de la nada. "Me habían dicho que había un poco de corriente, pero cuando pasé la mítica boya 7 era muy fuerte. Me iba hacia la izquierda y no podía avanzar. En un momento me vi solo, empecé a mover la mano, pero no vi a nadie. Reconozco que me agobié un poco, pero después apareció la lancha de la Guardia Civil y la prueba acabó para mí. Nunca me había visto tan apurado como el pasado sábado. Entiendo que deberían haber avisado a los nadadores de lo que se podían encontrar y seguramente es que se confiaron en exceso".

Otro nadador de los 629 que participaron en la travesía de 2.600 metros fue Eduardo Araujo, de 38 años y que también debutaba. "La organización se equivocó al no adelantar la salida. No tuvo en cuenta el cambio de la marea, ni la opinión de los pescadores de La Graciosa. Lo que sucedió se pudo prever. Por otro lado acertó con rapidez a la hora de sacar del agua a la gente atrapada en medio del Río y con la corriente en contra. Considero que la evacuación fue rápida y eficaz y la prueba es que no ocurrió ninguna desgracia. Esta es la prueba mejor organizada de Canarias por todos los medios que emplean, que de verdad son impresionantes".

"Fue una experiencia de superación personal después de hora y media nadando, tiempo en el que vomité hasta cuatro veces. Notaba que era muy duro, pero me resistía a rendirme. Por otro lado, tengo que destacar el comportamiento ejemplar de los nadadores, la camaradería que existe y el trato y el cariño de los gracioseros. Es una prueba única y espero que tengan en cuenta los errores que hayan podido cometer para futuras ediciones porque pienso regresar", comentó Eduardo Araujo.