Joe Frazier, campeón del mundo de los pesos pesados, y que ha pasado a la historia por derrotar a Muhamad Ali, antes Cassius Clay, de un gancho al mentón, en el Madison Square Garden de Nueva York, ha fallecido a los 67 años víctima del cáncer. El gran campeón, que amasó millones de dólares en su carrera profesional, ha vivido sus últimos años modestamente y entrenando a jóvenes para ganarse el sustento. Ahora, por su muerte, se le recuerda, pero fundamentalmente, por sus peleas con Ali. Su vida, su carrera, parece un apéndice de la de Clay. Hay entre ellos vivencias paralelas. Sus vidas han acabado siendo el ocaso de los dioses.

Frazier fue un gran campeón. Ganó la medalla de oro olímpica en Tokio en 1964. Alí lo hizo cuatro años antes en Roma, en los pesos semipesados. La vida de ambos púgiles podía haber sido escrita por Conan Doyle, por los trazos dramáticos y épicos de ambas biografías. O por Carlos Cortázar aunque éste dedicó sus mejores líneas a Mantequilla Nápoles. El boxeo, hoy contra las cuerdas, ha tenido literatura extraordinaria y cinematografía excepcional, aunque eso sí, dentro del capítulo del cine negro. Ahora, camina por la periferia de las noticias. En muy pocas ocasiones es titular mundial como lo fueron los combates entre Frazier y Ali.

El boxeo épico tal vez acabó con los tres combates de los dos colosos de los grandes pesos. Ali regresó de Roma eufórico por su triunfo y se topó con una sociedad que seguía marginando a los negros de manera brutal. Decepcionado, acabó lanzando la medalla de oro al río Ohio. Después se las tuvo tiesas con el gobierno al negarse a combatir en la guerra de Vietnam. Se le canceló licencia y no pudo boxear. La vuelta, contra Frazier en 1971, fue su gran derrota en el Madison.

A partir de ese momento, ambos púgiles encabezaron dos grupos de promotores y aficionados que disputaron sobre cuál de los dos era en gran campeón. En el Madison se volvieron a enfrentar el 8 de marzo de 1971, Venció Ali y la pugna no cesó. Los grandes manejadores del boxeo montaron en Manila la segunda revancha. Allí organizaron un gran espectáculo en el que se contabilizaron millones de dólares. Nunca se habían alcanzado cifras parecidas. Las televisiones de casi todo el mundo adquirieron derechos de transmisión.

En los prolegómenos, ambos boxeadores montaron su personal espectáculo enfrentándose, insultándose y pronosticando un combate a muerte. Los dos eran rocosos, grandes pegadores y buenos encajadores. Eran dos tipos dispuestos a machacarse, a no conceder le menor ventaja. Venció de nuevo Ali y el negocio de las revanchas acabó. Frazier ha fallecido de cáncer de hígado y Ali es un anciano que lucha contra el párkinson.

Con la muerte de Frazier la prensa vuelve a contar en sus páginas con la épica del boxeo. Este deporte ni siquiera revive en épocas de precariedad económica. En países como España es deporte muy mal pagado y el número de profesionales disminuye constantemente. Ya se ha dado el caso de que el campeón de un peso se ha tenido que retirar por no tener adversario con quien pelear.

El boxeo siempre fue deporte peligroso, que deja secuelas importantes. El cerebro sufre microlesiones que acaban manifestándose en el habla y deviene en la figura del sonado. Tres de las últimas figuras del boxeo español han sido más que juguetes rotos, Urtáin se suicidó, el Potro de Vallecas vive acosado por lo peor de la sociedad actual y Perico Fernández está en su tierra abandonado, sin recursos y sin lugar en que cobijarse.

Ali confesó que los insultos a Frazier eran para alimentar el morbo del espectáculo y con la muerte de éste ha dicho que siempre le respetó y le recordará con admiración. En el gran combate del Madison ambos percibieron 2,5 millones de euros. En este combate Ali cayó en el decimoquinto asalto. Frazier cayó derrotado en el duodécimo y en el último los cuidadores de éste optaron por el abandono. Frazier se había quedado ciego en el tapiz. En el primero, ambos fueron al hospital tras su duro combate.

Clay se rebeló contra la sociedad de su tiempo y acusó a Frazier de haber pactado con los blancos. Ambos llevaron al ring algo más que la lucha por la primacía deportiva. Dos vidas que acabaron sufriendo los peores golpes fuera del ring.