El mismo ritual marca la organización de cada viaje de la Unión Deportiva Las Palmas lejos de Gran Canaria. Un empleado del club telefonea al hotel donde se hospedará la expedición amarilla y solicita una reserva concreta: la habitación 123, estancia con numeración ascendente -de menor a mayor- que siempre demanda Juan Manuel Rodríguez por un simple asunto de superstición.

La elección del cuarto, con una alineación determinada de cifras, es una muesca más en el anecdotario fetichista de Juan Manuel Rodríguez, un entrenador capaz de repetir, como un ritual, cualquier experiencia -desde vestir con el mismo traje o calcar la ruta de camino al estadio- si antes coincidió con un éxito deportivo. En el caso de la habitación 123 todo germinó en una eliminatoria de ascenso a Segunda B, contra el Murcia B, al frente del Villa de Santa Brígida y en la que se impuso el equipo satauteño para dar el salto de categoría.

No es, la anécdota de la habitación, la única singularidad que marca la pauta esotérica de Juan Manuel Rodríguez. Desde su regreso al banquillo de la UD Las Palmas es habitual que la plantilla, minutos antes de los partidos disputados como local, rece un Padrenuestro en el vestuario y sea consagrado con agua bendita por el capellán del club, Jaime Gil Vázquez.

Piedras de energía

Entre los utensilios con los que viaja Juan Manuel Rodríguez, además de un ordenador portátil, un cuaderno para tomar notas o una pizarra para plasmar la apuesta táctica del partido, el entrenador también cuenta con un juego de piedras que pasan la noche previa al partido en un cuenco con agua y sal, método empleado para cargarlas de energía positiva.

Con el relevo en el banquillo, tras la destitución de Paco Jémez y la contratación de Juan Manuel Rodríguez, a la aventura alcanzar la permanencia con la UD Las Palmas se sumó un santero de Lanzarote, reclamado por el propio técnico para espantar las malas vibraciones que acompañaban al equipo amarillo. Así, un puro, varias velas, ofrendas a Elegba (Orisha), deidad y dueño de los caminos y de las puertas de este mundo y unos cuantos conjuros acompañaron al conjunto grancanario en el tramo final de la pasada campaña.

Entre las costumbres que acompañan la conducta maniática de Juan Manuel Rodríguez destaca la rutina de abandonar el vestuario, antes del encuentro y tras al descanso del partido, el último. En la estancia, cuando sale el técnico, no debe quedar nadie, ni siquiera un futbolista lesionado o sustituido que, en ese caso, deberán abandonar el habitáculo antes que el preparador para, posteriormente, regresar a la caseta.

Son las excentricidades y apegos de un entrenador que, cuando se lo han permitido, siempre ha alcanzado los objetivos marcados por la Unión Deportiva Las Palmas.