Hace cuarenta años Carmelo Cabrera era una estrella del baloncesto masculino. Una rara avis en un Archipiélago repleto de excelentes nadadores, futbolistas y boxeadores, los deportes de moda por entonces. El baloncesto no era una práctica común, por lo que resultó todo un acontecimiento que un canario acudiera con la selección española a los recordados Juegos Olímpicos de Múnich. Cabrera no era un recién llegado, ya jugaba en el Real Madrid.

El atentado terrorista reivindicado por la OLP sobre la delegación israelí, donde fallecieron dos atletas, ensombreció aquella cita de 1972. "Los Juegos Olímpicos, que simbolizan el deporte en estado puro, se politizaron por completo", rememora Cabrera, quien recuerda con frescura cómo aquel 5 de septiembre los terroristas palestinos se introdujeron con impunidad en la villa olímpica muniquesa. "Había minitanques y soldados por todos lados, aquello duró 24 horas y después la competición prosiguió sin más", narra el ex jugador.

Este episodio histórico del olimpismo tuvo efecto multiplicador hace unos años en Múnich, una polémica película de Steven Spielberg, que fue ampliamente criticada. "Creo que el film muestra fielmente lo que ocurrió en aquellas horas", agrega Carmelo Cabrera.

Rosi Sánchez, que lo escucha atentamente, también fue una estrella del baloncesto. Jugó en el Gran Canaria, Ros Casares y en Italia. Se retiró el verano pasado después de ser más de 130 veces internacional con el combinado español femenino. "En Atenas la seguridad era impresionante, había controles en todas partes", cuenta Sánchez, en la misma línea argumental. Pocos meses antes de la cita en la capital griega se habían desatado los atentados terroristas de Al Qaeda en Madrid.

Experiencia única

En Atenas no pasó nada, o pasó mucho, según se mire. "Fue un sueño, una experiencia inolvidable. Es el mayor logro que puede alcanzar un deportista, nada más y nada menos que unos Juegos Olímpicos donde se dan cita los mejores", relata con emoción la ex baloncestista, que ahora adiestra a jóvenes jugadoras auspiciadas por la Federación Española.

"Estos Juegos no se pueden explicar sin el Europeo anterior, donde en el último partido ganamos después de ir perdiendo por 20 puntos al descanso", señala Rosi Sánchez, al tiempo que apunta que fue la primera vez que la selección española femenina se clasificaba, por méritos propios, para un cita olímpica. En Barcelona 92, al ser anfitriona, lo estaba de oficio.

A Carmelo Cabrera la participación en Múnich en el 72 no le llenó por completo. "Deportivamente no fueron unos buenos Juegos, quedamos clasificados en la undécima posición (de doce) porque le ganamos a Alemania, tras dos prórrogas, y Díaz Miguel, el seleccionador, tampoco me dio demasiada cancha", expresa con simpatía el icono del baloncesto canario, que se había estrenado como internacional en 1970 y que al final de su carrera superó el centenar de partidos con la Selección.

En Atenas, el desfile de naciones reunió el 13 de septiembre de 2004 a casi 11.000 atletas provenientes de 202 naciones. Allí estaba Rosi Sánchez, rodeada de la flor y nata del olimpismo. "Cuando pisas el estadio te das cuenta que el mundo entero te está mirando", significa, antes de precisar que tiene una foto con Tim Duncan, el jugador de la NBA. "Nosotras íbamos a competir pero también a curiosear. Nos cruzábamos en la villa olímpica con deportistas de múltiples disciplinas, menos los de Estados Unidos, que estaban apartados en un barco por motivos de seguridad", cuenta la mejor jugadora canaria de la historia del baloncesto.

"Quedamos sextas clasificadas y aquí tengo el diploma olímpico", le muestra Rosi Sánchez a Carmelo Cabrera. "Fue un gran resultado, pero nos quedamos con un sabor agridulce, estuvimos a un paso de las semifinales. Pudimos ser quintas", dice con un tono apenado la ex baloncestista, quien se retiró de la selección después de terminada su participación en Grecia.

Rosi y Carmelo, dos históricos del baloncesto en Gran Canaria, observan con nostalgia los buenos viejos tiempos reflejados en unos monolitos que se encuentran junto a las Alcaravaneras, allí están inscritos sus nombres, allí hay mucha historia.