Fue arrojar Mourinho sus complejos por el retrete y ponerse a jugar al fútbol el Real Madrid. Todo en uno, en un solo movimiento. Reunió el entrenador portugués, alrededor de la pelota, a Xabi Alonso, Kaká, Özil, Cristiano Ronaldo, Higuaín, Granero y Benzema y tembló por el pánico todo el Camp Nou en una noche de fútbol inmenso, de fútbol sin concesiones, de fútbol convertido en un espectáculo mayor. Tanto y todo tan bueno fue insuficiente para que el equipo blanco se colara en las semifinales de la Copa del Rey, pero valió para toser a un Barça de marcha imperial en los últimos años.

Un empate, a dos, resolvió anoche un pulso mayúsculo entre el FC Barcelona y el Real Madrid. El resultado, además, destrona al campeón del torneo, descabalgado por su gran enemigo, que ya espera en la penúltima ronda al Valencia CF o al Levante UD. Pero el resultado del encuentro y la resolución de la eliminatoria quedan en mera anécdota por toda la sustancia, por el monumento al fútbol que levantaron ambos equipos sobre el terreno de juego.

Con el orgullo tocado, apaleado por un primer partido ridículo, el Real Madrid se presentó en el Camp Nou como un vendaval. Tomó cada espacio libre y se quedó con la pelota, tan ambicioso como vertical, ante un Barça titubeante ante el descaro de un rival que se puso a jugar a deshora, noventa minutos tarde, después de despreciar al fútbol en el partido de ida.

Trastornado hace una semana por su renuncia a la pelota, no cabe ni un solo reproche en la versión que el Real Madrid presentó en el Camp Nou. Mourinho corrigió el tiro y dio con la tecla. Exigió el máximo al Barça, desconcertado al tener que correr detrás de la pelota, incómodo al tener que interpretar un papel menor, superado por primera vez en mucho años.

Exquisito Özil

Entregó la cuchara el Real Madrid por detalles, por el voluble azar que muchas veces sacude al fútbol. El equipo de Mourinho gozó de ocasiones, en la primera mitad, para incendiar el Camp Nou. La tuvo Higuaín nada más empezar, a los 16 segundos, tras un error de Alves al ceder el balón a Piqué, pero el delantero argentino falló en el mano a mano con José Manuel Pinto.

No se vino abajo el Real Madrid por ese error. Ni siquiera cedió cuando Higuaín, dos minutos después, repitió disparate ante la portería del Barça. Perseveró con dos embestidas de Cristiano Ronaldo, que exhibió poca puntería en la finalización.

La diferencia, abismal de una semana a otra, en el juego la marcó Mesut Özil, exquisito a rabiar. Suelto por el centro o acordonado en la banda, el centrocampista alemán serenó el fútbol del conjunto merengue cuando tocaba marear al Barça y aceleró el juego cuando cualquier hueco invitaba a lanzarse hacia lo vertical. El partido fue suyo y de su talento disfrutó un Real Madrid golpeado, con una dulce contundencia, por el Barça antes del descanso.

En tres minutos, en un santiamén, el FC Barcelona se desató. Marcó primero Pedro (1-0, min. 43) y luego Alves, con un golazo tremendo (2-0, en el descuento). El golpe, contundente, parecía definitivo, incluso apuntaba hacia la descomposición del Real Madrid, pero el picotazo no fue bastante para derribar a un equipo rebosante de orgullo, de amor propio.

El Real Madrid, pese a la desventaja, reiteró en el método. Aceleró el ritmo y subió la intensidad hasta hacer recular a un Barça irreconocible, disminuido por un adversario que le quitó la pelota y bailó en Camp Nou.

Un gol anulado a Sergio Ramos (min. 54), por falta a Alves, iluminó el camino al Real Madrid. Fuera Kaká e Higuaín, el juego del Real Madrid se multiplicó con Granero y Benzema. Tanto que Özil, sin freno, se inventó un pase letal para que Cristiano Ronaldo regateara a Pinto y recortara distancias con 22 minutos, un mundo, aún por delante (2-1, min. 68).

El tanto elevó al Real Madrid, que de repente tenía casi todo bajo control. Dominaba la pelota, a Messi y al juego de combinación del Barça, pero iba aún contracorriente en el marcador de la eliminatoria. Benzema, tras un error de Piqué, se inventó el empate a dos en el área (min. 71).

La valentía, el arrojo del Real Madrid, al final, resultó insuficiente para eliminar al Barça. Es lo que pasa cuando uno se presenta tarde, justo noventa minutos, a jugar al fútbol.