A falta de un minuto para la conclusión del partido, el Centro Insular ya era una fiesta en la victoria contundente sobre el Unicaja. En el día del más difícil, ante un rival inmerso en el Last 16 de la Euroliga, la ovación cerrada no fue, ésta vez, por el espectáculo de canastas imposibles, mates ingrávidos y triples estratosféricos. La estética cedió ayer el protagonismo a un arte tan lóbrego como efectivo y necesario en época de carencias. El Gran Canaria 2014 tiró de su mejor defensa para desquiciar por completo al Unicaja, ganar con solo 60 puntos en el marcador y lanzar un viejo grito de guerra: "No en nuestra casa".

"El baloncesto es un juego de porcentajes y la manera de ganar un partido es que el equipo contrario haga malos números. ¿Cómo lo conseguiremos? Pues, muy simple: a través de una buena defensa y un mejor control del rebote". Muchas años antes, Herb Brown, exentrenador del Cajalaboral y Joventut, además de asistente NBA de su hermano Larry, definió con esta cita el ejercicio que brindaron ayer los pupilos de Martínez: Defensa y rebote.

El segundo mejor ataque del campeonato ayer se quedó en 49 puntos. Ayer, la mejor defensa del campeonato sacó los colores al equipo de Chus Mateo, un tercer clasificado ACB que firmó su sentencia perdido en sus propias frustraciones; cinco puntos en el segundo cuarto y 24 en la segunda mitad. Con esto el Gran Canaria 2014 logró sumar su séptima victoria del campeonato y la primera contra los equipos de la zona noble de la clasificación. Los de amarillo dan, faltos de confianza y cariño, dieron un paso al frente y el CID les llevó en volandas.

Los jugadores de Pedro Martínez elevaron a la categoría de dogma las máximas que su entrenador ha repetido desde el inicio del campeonato, de tal forma que el Granca se ha convertido en un tanque, tan lento y falto de recursos en ataque (1 de 12 triples en la primera mitad) como seguro y constante.

Su coraza metálica resistió cada uno de los golpes que durante diez minutos, los correspondientes al primer cuarto del partido, su rival le lanzó sin compasión. Joel Freeland, aplaudido una vez más en su regreso a la que antaño fue su casa, salió dispuesto a imponer su ley. El inglés, uno de los mejores jugadores del campeonato, anotó siete puntos casi sin fallo pero Savané, el capitán senegalés, ejemplo de compromiso, respondió al anotar seis puntos casi seguidos.

Después de un año errático y sin la confianza de su técnico lo fácil para él hubiera sido distanciarse de sus responsabilidades cuando, por encima de banalidades, su país arde en una inmensa revuelta popular y, mientras, su familia lucha por los valores democráticos. Pero, ayer el siete del Granca volvió a demostrar la clase de valores sobre los que ha erigido su leyenda en el baloncesto ACB. Savané regaló algunos de sus mejores minutos del curso, sobre todo, a la hora de secar al temible Freeland. Sin embargo el Unicaja aún respiraba libre y sus jugadores aprovecharon las facilidades para martillear el aro insular. El 10 a 20 del primer cuarto despertó viejos fantasmas en la memoria del graderío de la Avenida Marítima, pero la estrategia amarilla dispuso su telaraña y con ella el poderoso equipo de Euroliga desapareció.

La reacción

El Granca, se puso entonces el traje de guerrillero y por medio de una presión asfixiante, de cerrar todas las líneas de pase y crecer centímetros bajo su aro en cada rebote fueron minando la confianza del cuadro andaluz. El concierto no era afinado y los errores en cada aro dominaron el encuentro pero poco a poco los grancanarios fueron sumando para recuperar la distancia perdida y llegar al descanso con un esperanzador empate a 25. Bellas guió la defensa y Xavi Rey el ataque. Rowland mantenía el pulso pero la batalla estaba ya instalado en el cuerpo a cuerpo.

Tras el descanso, el Gran Canaria mantuvo sus índices de intensidad, de la misma manera que sus claroscuros a la hora de lanzar a canasta. Entonces surgió la figura Mike Bramos, un jugador con una valoración de siete puntos negativos en su valoración al descanso. Un triple, el primero tras cinco fallos, le hizo despertar y desde ese momento se convirtió en la brújula amarilla en cada uno de sus ataques. Penetró con valentía, forzó faltas, cazó rebotes, se fajó en defensa y machacó el aro en carrera y con coraje, un arte que a fuerza de práctica y repetición empieza a dominar.

Pero fue Javier Beirán el que logró adelantar por primera vez, con un tiro libre, a los amarillos. El madrileño alternó su posición de alero con la de ala-pívot para cazar 14 rebotes ante la desesperación de Chus Mateo. A partir de entonces Haynes y Xavi Rey llevaron el éxtasis a la grada al lograr una ventaja de ocho puntos.

El último cuarto remató las aspiraciones del rival que hundido entre tanto falló empezaba a ver imposible la remontada. Una técnica sobre Berni Rodríguez en un contraataque de Haynes dilapidó sus opciones. El CID era una ya una caldera y superiores en el rebote, los amarillos extendieron su ventaja, con rápidas transiciones, por encima de los diez puntos. Bramos seguía sumando, imparable, y Beirán, el 33 amarillo contestó a un triple de Garbajosa con la misma dosis de su propia medicina. El pívot croata, Luka Zoric, acercó al Unicaja a 9 puntos pero Beirán y Palacios devolvieron la tranquilidad, con canastas, al feudo amarillo.

El ataque grancanario apuraba, entonces, los segundos, mientras una ola de satisfacción recorría su graderío. Faltaba algo más de un minuto de partido y el balón volaba de esquina a esquina, antes de que, sobre la bocina, Tomás Bellas dejara caer una 'bomba' sobre el aro rival. La ovación fue cerrada. Ya nadie se sentó. Alvarado bailó al ritmo festivo de la banda de Agaete mientras Tomás Bellas se colgaba de la espalda de Xavi Rey. La alegría volvió al temido fortín del Gran Canaria que ayer recuperó su épica ingobernable. El CID recupera su leyenda.