El sueño de Juan Manuel Rodríguez, como no podía ser de otra manera, es el mismo que tiene la práctica totalidad de los técnicos canarios -aunque ciertamente no se conoce a ninguno que no lo tenga-: dirigir a la UD Las Palmas. Y lo ha logrado.

Tres veces ha estado al frente del equipo de sus sueños como máximo responsable. Pero en las dos últimas ocasiones ha sido totalmente infiel con esos sueños, igual que lo ha sido con su propia filosofía de trabajo y con sus conceptos futbolísticos, a decir de muchos de quienes le conocen bien por su larga y dilatada trayectoria en el fútbol canario.

Es Juan Manuel un técnico que gusta del buen toque futbolístico. O al menos lo era, porque en los últimos tiempos dista muchísimo de aquel que dirigía, por ejemplo, al juvenil de la UD en División de Honor y daba verdaderos espectáculos por los campos peninsulares que visitaban. Daba placer contemplar aquel fútbol exquisito, con su ahora segundo técnico, Socorro, Orlando o Iván entre los componentes del once amarillo. Una gozada.

Todo lo contrario a lo de las últimas etapas. El fútbol brilla justo por su ausencia en el mundo de Juan Manuel. Y es inexplicable. Por ello pasa de héroe a villano y vuelta a ser héroe con tanta facilidad entre los aficionados amarillos, abriendo un debate en la grada que, de ser él mismo, a buen seguro que no existiría.

Se cumple un año de su última llegada al banquillo y, a medida que transcurren los días, se aprecian cada vez más los miedos que acucian la vida del técnico de La Isleta. Miedos, brumas, nubarrones y nebulosas que no le dejan ver el bosque con la claridad que solía cuando era el prometedor técnico que, a la postre y pese a todo, ha convertido en realidad.

Pero, como todo en la vida tiene un pero, esa realidad se torna en grisácea actitud cuando prima la infidelidad. Y ser infiel a tus pensamientos, a tus creencias, te lleva a cometer más errores de los que te permiten la licencia de tu conciencia. Y ahí está el pecado de Juan Manuel en este año que ha ido deshojando calenda tras calenda.

Por eso, para no cometer más infidelidades, para no seguir pecando contra su concepción futbolística, Juan Manuel debe olvidar sus miedos y ser él mismo. Entonces será de nuevo héroe y profeta en su tierra.