El pasaje olímpico de un gigante con corazón de oro. Santiago Ojeda Pérez, que falleció el 3 de marzo de 1997 [el pasado sábado se cumplieron 15 años], fue un competidor nato que participó en los Juegos Olímpicos de Múnich (1972). La primera y única presencia olímpica para un gladiador que entró en la historia del deporte nacional al convertirse en el primer campeón de Europa de Judo. Luchador de primer nivel y judoca olímpico, su fallecimiento por una trombosis cerebral provocó un llanto eterno en una Isla que se ha quedado prendida de su garra.

Campeón de Europa de judo en la categoría de peso pesado (1973) y bicampeón del mundo de sambo, Santiago Ojeda se inició en el club de luchadores del Adargoma en los cincuenta.

Apodado el Pollo de Arenales, Santiago tuvo como primeros maestros a Juanito Múgica y a Paco González. Con el Adargoma tocó la gloria y una fama kilométrica. También militó en Los Guanches de Arucas y en el Guanarteme, club en el que se retiró. Cabe reseñar su etapa en Tenerife en los equipos del Tacuense de La Laguna y en el Victoria de Acentejo.

Su viuda, Carmen Melián Santana -que se casó en 1969 con Santiago Ojeda-, repasa con emoción la aventura olímpica del gigante del Roque Nublo. "Le avisaron para ir a los Juegos de 1972 y respondió que sí a la Federación Española de judo. Tras alcanzar un acuerdo, se preparó a conciencia aunque él siempre estaba listo. Nunca tuvo vacaciones; ni en verano ni en semana santa, su vida era el deporte. Santiago Ojeda vivía para el deporte, no como hoy en día, que viven del deporte. Él lo hizo para el deporte", argumenta.

En la residencia familiar en El Batán, rodeada de fotografías y trofeos, Carmen repasa las llamadas telefónicas con Múnich. "Tuvo tanta mala suerte que de entrada le salió el campeón japonés; era la primera vez que iba a unos Juegos y le pudieron los nervios. Fue la única competición en que tuvo tantos nervios".

Consternación en la Villa

La cita olímpica quedó marcada por la masacre de Múnich. El 5 de septiembre de 1972, un comando de terroristas palestinos denominado Septiembre Negro tomó como rehenes a 11 de los 20 integrantes del equipo olímpico de Israel.

El ataque provocó finalmente la muerte de 11 atletas israelíes, de cinco de los ocho terroristas y de un general de la policía alemana. Una tragedia que Carmen revivió de primera mano con la crónica telefónica de Santiago Ojeda. "Me llamó y me dijo que no me preocupase; que se encontraba bien. No fue al desfile de homenaje a las víctimas porque tenía respeto y se quedó en el hotel".

Sobre si el atentado pudo perjudicar al grancanario en su lucha por las preseas, responde de manera tajante. "Cuando salió a competir lo hizo con respeto y no le marcó el atentado; sufrió porque se quedó rascado".

Carmen revela que Santiago Ojeda rehusó competir en los Juegos de Montreal (1976) ante el inminente nacimiento de su hija Nayra. "Le llamaron para la segunda olimpiada y no fue, porque yo estaba para dar luz a mi hija. (...) Nunca lo vi llegar de una competición sin un trofeo, era una persona muy responsable".

La preparación física de Santiago era todo un espectáculo. "Todo los días se levantaba a primera hora y para ir a la pista a correr, corría desde el antiguo matadero antiguo (Las Arenas) hasta Arucas. Su afán por ganar y por llegar a algo conformaban su motor. Era extraordinario".

Tras 27 años de matrimonio, Carmen no recuerda ni un día de descanso para el gigante. "Nunca le vi de vacaciones".

Como fase de su preparación, Carmen recuerda que Santiago "se fue durante un mes a entrenar a Japón y allí le pedían que se quedase. Pero él siempre antepuso su familia. Fue un marido y padre ejemplar".

Legado en la Gallera

Carmen se muestra crítica con los órganos rectores del deporte vernáculo. "La lucha se ha olvidado de Santiago; espero que tenga un reconocimiento que se equipare a su entrega", detalla.

El Torneo Internacional Santiago Ojeda es un referente de alta escuela pero el gran sueño de Carmen espera en la Gallera del López Socas. El deseo de la viuda es llamar al recinto Santiago Ojeda y ubicar allí todos los trofeos, medallas y recortes de prensa con sus conquistas.

"No le gustaba firmar autógrafos; era muy canarión. Su gran pasión fue la pesca y sus hijos Santiago -luchador y judoca de primer nivel ya retirado- y Nayra. Todos los días le rezo y hablo con él. Le digo que me ayude; fue un padre maravilloso", reitera Carmen. El gigante de oro renace desde la leyenda del deporte canario. Una estrella que fue olímpica y que sigue latiendo por su coraje. Todo un referente que sueña con ser inmortal tras su legado de gloria.