Si a la receta del fútbol se le eliminan las ocasiones, el juego de ataque, la posesión de la pelota e incluso las porterías, sólo queda una nada tan absoluta como aburrida. En 90 minutos de juego, el conjunto de Juan Manuel únicamente disparó una vez, con cierto peligro, sobre la portería del Xerez, en una jugada en la que Vitolo llegó tarde a un mano a mano con Doblas. No hubo más. Ayer, la UD Las Palmas, obsesionada por su inferioridad numérica tras la expulsión de Ruymán, se olvidó de que para ganar o empatar hay que ofrecer unos argumentos mínimos. De esta manera, sin aspiraciones de promoción ni objetivos por cumplir, el representativo grancanario recuperó en Chapín y ante un rival en crisis, su traje de equipo pequeño.

La UD perdió el cuero, la identidad y el partido por dos goles a cero, pero por encima de los aciertos del rival o el fallo arbitral, el conjunto amarillo cayó porque se supo derrotado mediada la primera parte, mucho antes de que Diego Herner marcara en su propia portería y antes de que Mendoza sentenciara con un disparo a boca- jarro y a placer en el interior del área de Mariano Barbosa. La UD perdió en el momento en que Ruymán tomaba, de manera inocente, el camino de los vestuarios.

El lateral amarillo cometió dos faltas. En la primera, a los 18 minutos de juego, chocó sobre un rival en el inicio de un contragolpe y el árbitro Amoedo Chas, estimó que hubo obstrucción. Fue falta pero la tarjeta amarilla resultó rigurosa. En ese momento, con un cuarto de hora sobre el arranque del envite, el equipo local, entrenado por Vicente Moreno, llevaba ya una docena de infracciones y una amarilla -la de Calahorro-. Después llegó el segundo error del tres canarión. En el minuto 36, Ruymán frenó una internada de José Mari que el veterano delantero supo magnificar dejando que su pie muerto chocara con el del lateral amarillo. Segunda amarilla y a la calle; demasiado castigo para un crimen tan leve.

Tras esto, todo cambió. Con un jugador menos, los insulares dejaron de mirar hacia la portería de Toni Doblas. En cambio, ofrecieron un brindis al sol. Cohibida, errática y sin chispa, la UD renunció al ataque para atrincherarse en su propio campo y entregarse ante su rival como sólo lo puede hacer un duelista sin pistolas.

Ayer, la UD sufrió para mantener el cuero elemental y es que sin Jonathan Viera, al equipo amarillo le falta chispa y talento. En la suerte del fútbol, en la diferencia que divide las victorias de la derrotas, gobierna el arte de la sorpresa. Normalmente, el que decide es ese jugador capaz de lograr lo inesperado; un gesto distinto, de fan- tasía y de imaginación, que sirve para transformar una situación común en una de gol. Pero a día de hoy sólo Viera tiene esa virtud. Quizás en un futuro lo sea Artiles, cuyas capacidades apuntan alto, pero ayer, durante noventa minutos, la ofensiva amarilla fue un páramo desierto con una delantera demasiado estática que, desasistida y ofuscada, sólo persiguió sombras azulinas. Ni Momo, bregador durante todo el partido como extremo y lateral, ni Vitolo, Sergio o David González pudieron hacer nada en un partido gris y pobre que, por desgracia, recordó a otros tantos del pasado reciente cuando el amarillo luce en calidad de equipo visitante.

Sin ocasiones

Ayer, el fútbol dejó de ser un juego divertido para convertirse en un trabajo de funcionario. Correr, robar y despejar; una y otra vez, hasta desesperar. El centro del campo se convirtió en una barrera burocrática que impidió toda opción a los delanteros. Sólo una parada de mérito a los cuatro minutos de partido por parte de Mariano Barbosa y a tiro de Campano tras un saque de córner, sacó del bostezo en la primera mitad al graderío de Chapín, vacío (tan sólo 6.000 personas), impaciente y peleado con los suyos. El único susto para el conjunto andaluz llegó en el mi- nuto 34. Sergio Suárez, en la función de mediapunta, logró dibujar un pase entre líneas sobre Vitolo, pero Toni Doblas llegó una milésima antes y despejó a córner. Tras esta jugada llegó la fatídica expulsión y la UD durmió el partido al patadón, con Momo ejerciendo de lateral y a la espera de recomponer filas tras el descanso.

Sin embargo, Juan Manuel Rodríguez, decidió no tocar nada. En cambio, Moreno sí lo hizo. Retiró a Calahorro, defensa central, a los ocho minutos de la reanudación para meter un centrocampista más, Rueda. Con más fuelle y velocidad. El Xerez dominó sin contemplaciones para avanzar en su ofensiva y reubicar a los de amarillo, parapetados unos metros por delante de Barbosa. La UD despejaba y despejaba, centros y saques de esquina hasta que, en el minuto 61, José Mari sentó a Pignol con un recorte y centró casi sin mirar, al bosque de piernas que poblaban el corazón del área. Diego Herner se lanzó con la mala suerte de que desvió el balón al interior de la portería de Barbosa, sin que éste pudiera evitar el gol.

Con este tanto, la suerte de los amarillos estaba decidida. Sin delanteros en el banquillo y con el once desquiciado, el Xerez siguió con su dominio, ahora con la superioridad aplastante reflejada en el marcador. Ta- to, segundo delantero, remató de cabeza flojo y Barbosa voló al más puro estilo del balonmano para detener el segundo en el minuto 66. Sin embargo, cuatro minutos después llegó la sentencia. Mendoza, lateral izquierdo y capitán del Xerez volvió a sentar al francés amarillo con un recorte, para después lanzar un cañonazo con su pierna derecha que tocó el larguero antes de besar la red amarilla. El resto ya no tuvo interés e incluso una parte de la afición local decidió abandonar sus asientos ante la llamada de Barça y Madrid. El resto, aguantó, estoicamente, hasta el final. "Quien se marche ahora, que no vuelva más", cantaron estos.