Pabellón al aire libre Iba Mar Diop de Dakar. Sábado 30 de junio, seis de la tarde. Miles de personas bullen y cantan sin parar en las gradas, pero el verdadero espectáculo está abajo, sobre la arena. Una decena de luchadores se prepara para el combate echándose aguas con hierbas por la cabeza, retándose, colocándose sus amuletos, bailando casi en trance. De repente, una mole de 140 kilos de peso entra en la arena. Y comienza el murmullo. Es Juan Espino, el León Blanco, el único extranjero que ha logrado colarse en este increíble mundo que mezcla el espectáculo, la brujería y el deporte. Ésta es la historia de Juan, el puntal grancanario que se ha ganado el respeto del mundo de la lucha senegalesa y a quien, hasta ahora, nadie ha podido tumbar.

Fue hace cinco años. El puntal de lucha canaria Juan Espino, Trota II, participa en un intercambio con luchadores senegaleses. Ellos viajan a Canarias y Juan, entre otros, se desplaza a Dakar. En la famosa escuela de Balla Gaye 2, en la localidad de Guediawaye, Espino causa sensación durante los entrenamientos. Y empiezan a hacerle ofertas. Al joven grancanario siempre le había fascinado la pasión con que se vive este deporte en el país africano, todo el ambiente que lo rodea. Y acepta el reto. Quería pelear aquí.

Le costó tres años conseguir la licencia. No lo tenía fácil. Salvo algún gambiano, en la lucha senegalesa sólo participan senegaleses. Y si encima eres blanco lo tienes aún más complicado, puedes herir alguna sensibilidad. Su primer combate profesional ya con permiso (en un combate anterior derribó sin problemas a su rival) fue el 18 de marzo de 2011. Su oponente, Mbaye Séne, conocido como Daoul Kharé, de la escuela de Pikine, no le duró mucho tiempo en pie. El León Blanco lo levantó sin contemplaciones y lo tiró como si fuera una marioneta. Aquel día entró en el Top Cinco. Sólo cuatro meses más tarde, segundo combate. Enfrente estaba Pape Cargo, de la escuela de Tigres. También lo tiró. Todas las miradas estaban ya puestas sobre este blanco que se atrevía a desafiar a luchadores de peso y que parecía imparable.

Una estrella por la calle

Sábado por la mañana. Barrio de Parcelles Assainiés de Dakar. Estamos en la casa de Ricardo Martínez, empresario alicantino dedicado a la importación de piezas de coches, aficionado a la lucha y uno de los grandes apoyos de Juan en Senegal. El luchador se refugia aquí en busca de calma antes del combate de la tarde. Para la ocasión le han buscado a un grande, Keur Diéne, de la escuela HLM, campeón de África de lucha y un hueso duro de roer. Juan Espino intenta mantener la concentración y descansar. Hace pocas horas llegó de Bruselas, donde ha revalidado su título de campeón mundial de grappling (una modalidad de lucha que combina la técnica de varias artes marciales) y necesita paz y descanso.

Sobre la una del mediodía, sale a la calle. La gente le reconoce, le para y quiere hacerse fotos con él. Es una estrella. Se dirige, acompañado de Ricardo e Isabel Estévez, otra buena amiga, a casa del marabú, situada en un barrio de las afueras. La magia y la brujería son un apartado indisoluble de la lucha senegalesa o laamb. Todos los deportistas tienen su marabú y Juan no podía ser menos. La sesión se desarrolla en la habitación del brujo. Primero, le hace bañarse con aguas especiales, mezcladas con hierbas secretas, y luego le va entregando telas (verdes, el color del León Blanco) y amuletos (gri gri) que Juan debe lucir antes y durante el combate. Además, escribe conjuros en árabe y los introduce en botellas llenas de agua con los que el luchador se remojará antes de la pelea.

De vuelta a casa de Ricardo, el León Blanco se encuentra a un grupo de aficionados que ha alquilado un car rapide (una especie de guagua pequeña) para ir al estadio. Allí está también Vicente Rivero, empresario grancanario que esponsoriza a Juan con la marca Kalise y que también ha sido decisivo entre los apoyos del luchador. El ambiente se va animando. Juan se dirige al estadio Iba Mar Diop, en el barrio de Medina, acompañado de sus compañeros de la escuela de Balla Gaye. Aunque él ya no pertenece a la misma, siguen siendo sus amigos.

Esta tarde hay cinco combates previos. Son jóvenes aspirantes que sueñan con convertirse un día en grandes del laamb. Con la lucha se puede ganar mucho dinero en este país, pero para eso hay que combatir y ganar. Y no todos llegan a la élite que ocupa gente como Eumeu Séne, Modou Lo, Bombardier, Yékini y el gran campeón del momento, Balla Gaye 2. El último gran combate tuvo lugar en abril y enfrentó al hasta entonces emperador de las arenas, Yékini, con el aspirante El León de Guediawaye, Balla Gaye 2, que en sólo dos minutos y 11 segundos le usurpó el trono. Decenas de miles de personas lo vieron en directo y millones a través de la televisión.

Son los promotores quienes organizan los combates. Ellos se llevan una buena parte de las ganancias. Los luchadores de altísimo nivel pueden llegar a cobrar más de 200.000 euros por combate y los que están un escalón por debajo hasta 75.000 euros. Además están los ingresos extras. Por ejemplo, desde hace unos meses, la imagen de Balla Gaye llena los carteles publicitarios de Dakar. Reconocimiento, fama y dinero: el sueño de todo joven de barrio.

Juan está en su salsa. En los instantes previos a su combate, el último de la tarde, aprovecha para provocar a su rival. Se le acerca, le susurra cosas al oído, baila delante de él, lo desconcentra. Keur Diéne se ríe. "Miren a este blanco", parece pensar. Pero luego, en la arena, ya no se ríe tanto. En menos de un minuto y medio y tras recibir un duro golpe en el labio, Juan derriba a su rival. La leyenda del León Blanco sigue creciendo.

¿Y ahora? Pues a seguir escalando posiciones. El luchador de Guanarteme ya tiene fijado su objetivo en algunos nombres: Abdou Diouf, Pakala o Boy Nar. Este último ya lo retó públicamente el día después de su victoria sobre Keur Diéne: "Puedo frenar a Juan sin esfuerzo", dijo, "su manera de luchar es muy fácil y hasta ahora nunca ha tenido un adversario de su talla". Este tipo de piques son característicos de este deporte, al igual que los cara a cara previos a los combates. Ahora falta que algún promotor se interese y se ponga en marcha la maquinaria. A Juan le gusta Boy Nar, pero él apunta alto. "He venido a Senegal a enfrentarme a tenores como Bombardier y otros, pero debo cumplir etapas", aseguró a un periódico local.

¿Puede llegar el León Blanco algún día a luchar contra los pesos realmente pesados?, ¿podría verse en la arena frente al mismísimo Balla Gaye 2, su amigo, disputándole la corona de la lucha senegalesa? Parece difícil que un blanco pueda llegar tan lejos y no precisamente porque no le sobren opciones sobre la arena. Quizás nadie se atreva a plantear siquiera la posibilidad de que pueda optar a tanto. De momento, a Juan sólo le preocupa seguir su progresión. Y esperar al próximo rival.