La nueva vida del cazador de retos. De la pesadilla de la paraplejía a un horizonte de superación. Eduardo Martínez Ramírez (Las Palmas de Gran Canaria, 26-2-1976) sufrió hace tres semanas un accidente con su bicicleta, tras culminar el ascenso al Pico de las Nieves, que le dejó en silla de ruedas y con una costilla rota. Su espíritu no ha variado.

Desde la quinta planta del Hospital Universitario Insular de Gran Canaria, Eduardo, que completó el Ironman de Lanzarote en mayo de este año -prueba reina de la resistencia con 4 kilómetros a nado, 180 en bicicleta y 42 de carrera-, abre la puerta a estirar su rol de gladiador. "Quiero volver a competir; es el motor de mi alma", valora el triatleta que tiene una fractura en las vértebras dorsales -de la d2 a la d6- y una lesión completa de médula.

Los médicos pronostican que solo cuenta con un 2% de posibilidades de volver a caminar. Sin margen para el abatimiento, el integrante del Real Club Victoria de Triatlón, aficionado a la UD Las Palmas -aprecia la arista científica del entrenador amarillo Sergio Lobera- y el regate diabólico de Messi, opta por aferrarse al milagro y abraza su nueva rutina. Completa en el centro hospitalario sesiones de trabajo intensivo de dos horas de fisioterapia; así los dos próximos meses en los que estará ingresado. Su paraplejía no le quita la sonrisa.

Eduardo asegura que, antes del accidente, llevaba "cinco años entregado al deporte". Una pasión que compatibiliza con su condición de empresario y farmacéutico, el grancanario lidera la distribución de la firma Bjorck Brothers SL para diecinueve laboratorios del Archipiélago y dispone de cinco empleados.

Su expediente le delata como un catedrático del sudor: "He completado cuatro medios Ironman, acabé la Maratón de Gran Canaria en la primera edición -2010-, justo entré después del italiano que le dio un infarto [se refiere a Gianmaria] y también he completado en varias ocasiones la Bocaina -travesía a nado de 15 kilómetros entre Fuerteventura y Lanzarote-. Y desde ahí he ido creciendo, para acabar el Ironman de Lanzarote en 12 horas y quince minutos -a cuatro horas del vencedor-. Fue el 19 de mayo, y en la meta le entregué el anillo de prometida a mi mujer, Silvia. En agosto nos casamos".

Pero Eduardo quería un nuevo desafío. Y pensó en el exigente Pico de las Nieves. Rampa bestial. Un puerto de 23 kilómetros que está considerado como el más duro de Europa. "Me planteé la subida -la prueba se celebra en diciembre- y me puse a entrenar. Y llegó el 3 de noviembre -fecha del accidente-, el ascenso fue perfecto e hice una modificación en la bicicleta. Hay pendientes del 30% en cuatro tramos, pero en la bajada perdí el control".

Eduardo repasa el fatal accidente fotograma a fotograma. "Cogí un poco de gravilla en la rueda y se provocó un efecto bola de nieve. Estaba en una recta del 23% de desnivel. No pude frenar. Tenía dos opciones: caer por el barranco o estamparte contra una montaña y poder salvar la vida. Elegí la segunda y acabé en el suelo".

El grancanario detalla que "perdí la conciencia y escuché ´oye, escucha, siente´. Un muchacho me rescató, al que estaré eternamente agradecido, y cuando recuperé la sensación en los brazos, me sentí aliviado. Verte totalmente paralizado fue impactante", confiesa.

Adaptarse al nuevo escenario

Eduardo destila entereza. Es un superhéroe. Tiene un secreto. "Enfocar la pasión por el deporte a la vida; el Ironman que llevo dentro tengo que transformarlo a mi nueva realidad. Como si fuese un transformer. Tengo que adaptarme a las nuevas circunstancias".

Su mujer, Silvia Santana, es la sombra más bella. "Es impresionante; me empuja y siempre está a mi lado. Como ella, mis amigos, mi familia, los profesionales del Insular...".

La meta del deportista es seguir trabajando en su empresa farmacéutica y sentirse "útil". Además, quiere despertar el gusanillo por el deporte. "Que mi ejemplo sirva para otros, que alguien se entere de mi caso y quiera seguir haciendo deporte me haría ilusión. A lo mejor no podré volver a correr con mis amigos, pero no me rindo. Con ilusión, esfuerzo y sacrificio se llega a todas partes y me aferro al porcentaje que cuento para volver a caminar. Quiero vivir con pasión".

Mientras trata de adquirir más independencia con la silla de ruedas, su nueva compañera, Eduardo asegura que "de aquí a un año nadaré en la prueba de La Graciosa a la isla de Lobos".

Además, le gustaría ofrecer charlas de motivación. "No he empezado a hacer deporte pero lo haré. Nunca fui un número uno pero siempre me gustó rendir al máximo dentro de mis posibilidades. Alcanzar el límite". Amante de la música de Cold Play y de la literatura de Vargas Llosa, trata de copiar el espíritu de superación de la sociedad norteamericana [estuvo en Estados Unidos de luna de miel en agosto]. "Me gusta la mentalidad de ese país de lucha y mejora, no te digo el sueño americano porque esto es una pesadilla".

Los triatletas Gómez Noya, Eneco Llanos, la grancanaria Patricia Díaz -a la que tilda de "referente y campeona"- y Carmelo Armas, que tiene 5 Ironman y que define como un "corazón con patas" integran su olimpo de dioses. Les profesa admiración eterna.

Eduardo no tiene límites. La vida le traicionó en una curva pero su corazón ganó la batalla. Hace seis meses, cumplió su sueño -pedirle matrimonio a Silvia tras acabar el Ironman y pasar por la vicaría- pero ha acabado en una silla de ruedas. Un escenario que digiere con ánimo de revancha. "Adoro los desafíos y quiero demostrar que sigo vivo", finaliza el gladiador.