La mujer deportista no tuvo menos problemas que la trabajadora. En España, las pioneras pertenecieron, en general, a clases acomodadas y fueron notables en el espacio universitario. Las deportistas tuvieron que romper con toda clase de tabúes, además de luchar contra cierta animadversión social y también, en muchos casos, la resistencia familiar. En Madrid, Barcelona y Valencia, tres ciudades que se lanzaron a la práctica del deporte en el campo femenino, hubo figuras que no han tenido reconocimiento a su labor ingrata las más de las veces. Se da la circunstancia de que muchas de quienes crecieron en las aulas fueron figuras destacadas en su profesión.

Ana María Martínez Sagi fue campeona de lanzamiento de jabalina y reconocida como poetisa muy interesante. Fue la primera mujer que ocupó una plaza en la directiva de un club de fútbol. Lo fue en el Barcelona de la mano del presidente Esteve Sala. Ana María fue hermana del delantero Vicente Martínez Sagi y prima de Emilio Sagi-Barba, también jugador culé. Tras la guerra tuvo que exiliarse y al regreso quedó hundida en el anonimato tanto deportivo como intelectual. Cataluña contó con dos pioneras excepcionales. María Pepa Colomer y Dolores Vives Rodón fueron instructoras de pilotos de guerra. Allí, Carmen Soriano ganó seis veces la travesía al puerto de Barcelona.

En Madrid surgieron practicantes del tenis y los apellidos más conocidos fueron los Silvela, Beltrán de Lys, Colón, Casa Irujo, Casa Valencia y Drake. La más famosa de la época fue la tenista Lily Álvarez, dos veces finalista en Wimbledon.

En Madrid nacieron practicantes del esquí y el atletismo inducidas por la Institución Libre de Enseñanza cuyos miembros, especialmente Francisco Giner de los Ríos y Bartolomé Cossío, en sus manuales de enseñanza concedieron importancia a la educación física como pieza fundamental en la formación integral.

Margot Molés fue la gran figura tanto en la nieve como en el estadio. Margot lanzaba peso, corría y participaba en cualquier especialidad que se la reclamase, lo mismo si era juegos con balón como la práctica del remo. Margot participó como esquiadora en los Juegos Olímpicos de Invierno de 1936. En los de verano, España ya no acudió a la gran manifestación hitleriana. Margot, gran campeona, fue viuda forzosa tras la guerra. Su marido, Manolo Pina, esquiador y miembro del Batallón Alpino fue, injustamente, condenado a muerte. Ella dejó de practicar deporte y se dedicó a calcetar para ganarse la vida. Durante un tiempo fue contratada como profesora de educación física en el colegio dirigido por doña Jimena Menéndez Pidal. Allí tuvo entre sus alumnos a quien años después fue ministro de Asuntos Exteriores, Fernando Morán. Su hermana Lucinda también practicó deporte. Ambas fueron hijas del profesor Molés, encarcelado también tras la Guerra Civil.

Una gran campeona en carreras de velocidad fue Aurora Villa, que se especializó en oftalmología. Fue campeona de España en salto de altura y lanzamiento de jabalina y también practicó salto de longitud y carreras cortas y ganó en una ocasión la travesía a la laguna de Peñalara y fue campeona de Madrid en natación en 100, 50 y 33 metros. Se especializó en Inglaterra en ortóptica. Aprendió las técnicas para corregir el estrabismo de los niños.

En Madrid, la mayoría de las deportistas universitarias practicaban diversas especialidades. Una de ellas fue Carmen Parga, esposa del coronel Manuel Tagüeña Lacorte con quien se exilió y pasó de Moscú a Praga y, posteriormente, a México. Fue una de las que desde el Instituto Escuela potenciaron la práctica deportiva.

En Valencia creció el deporte en varias disciplinas y las mujeres lo hicieron preferentemente en atletismo. Destacado profesor en varias disciplinas fue Constantino Georgakopulos, nacido en Vinaroz, pero de padre griego. Georga, como le llamaban sus amigos, fue secretario y guardaespaldas de don Juan Negrín, con el que se fue exiliado a Francia. Allí fue asesinado por comunistas que le acusaron de proteger a una mujer que había mantenido contactos con los soldados nazis durante la ocupación. La FUE, de la que fue secretario Vicente Marco Orts, años después creador de Carrusel Deportivo de la Cadena SER, profundizó en la práctica del atletismo. Algunas pruebas se corrieron en Mestalla, con pista en diagonal para que se llegara a los cien metros. Compitieron las hermanas Azzati, aunque figuraban como hermanas Soler. En estas pruebas también participó Alejandra Soler, heroína en Stalingrado, de donde sacó a los muchachos de la escuela que dirigía en su exilio en la Unión Soviética, y de cuya hazaña ha podido contar en un libro.

A las hermanas Angelita y Pilar Azzati Soler, hijas del periodista Félix Azzati, les arrebató el título de Valencia en los cien metros lisos, Juana Reynés, esposa de Manolo Torres, apodado Botacadires porque a falta de vallas, prueba de la que era campeón, colocaba sillas para entrenarse. Ambos son padres de Rosana Torres, periodista en Madrid, y abuelos de Joan Herrera Torres, diputado catalán por Iniciativa per Cataluña Verds.

Durante la contienda bélica mientras en la zona republicana se continuó protegiendo la práctica del deporte, en la franquista se hizo todo lo contrario. Hubo incluso individuos como el psiquiatra Vallejo Nájera que establecieron como norma que la mujer estaba para procrear y su mejor gimnasia estaba en los trabajos caseros.

La Sección Femenina estuvo en contra del atletismo con la teoría de que era deporte que masculinizaba a las mujeres. Tras la protesta de unas atletas catalanas en Monjuich, en 1963, el atletismo femenino fue admitido de nuevo. Esta disciplina tuvo su peor momento cuando se descubrió que la gran campeona María Torremadé no era tal, aunque había sido educada como mujer. Posteriormente, fue Jorge Torremadé y se casó e hizo uso del matrimonio tras la operación a que fue sometido para que el sexo masculino se recuperara plenamente.

Tras los muchos años de deportistas vestidas con pololos, para que no se les vieran las piernas más arriba de la rodilla, el deporte femenino español comenzó, aunque con notorio retraso con respecto a Europa, a formar parte de la sociedad como una muestra más del comienzo de la liberación de la mujer. En los recientes Juegos Olímpicos de Londres, donde la delegación española se apuntó notorios fracasos, fueron las mujeres las que salvaron el medallero y lo hicieron en disciplinas tan dispares como natación, vela, lucha, waterpolo o balonmano. Ruth Beitia acaba de ganar el oro en los campeonatos de Europa en pista cubierta. Y también subió al podio Isabel Macías. El deporte español, actualmente, no tiene más futuro en las especialidades masculinas que en las femeninas.