A falta de un minuto para el final del encuentro, el ruido se apoderó del Centro Insular de Deportes. No era la mejor entrada del año, pero los jugadores de Pedro Martínez no estaban solos en su lucha. Rugían las gargantas y sufrían los tímpanos de los gallegos del Blusens Monbus. El Granca vencía por un punto cuando en el electrónico pasó a marcar los segundos. Newley había tirado de talento y carácter para sumar pisando la línea de tres. De esta manera respondía a un triple del letal Corbacho. Entonces, en defensa, Slokar robó un balón de oro y el alero de Adelaida buscó el triple ganador por encima de su pareja. El balón botó en el aro y salió por la línea de banda con el pívot esloveno volando tras él. Al Blusens le quedaba una acción. Rafa Luz subió el cuero y Benjamin Dewar apareció entre las amarillos tras flotar como una mariposa de un lado a otro en la línea de fondo. Recibió, se giró, saltó, se quedó suspendido en el aire y atacó el aro con un golpe de muñeca que se coló limpio en el aro amarillo. Quedaban cuatro segundos. Una opción para la esperanza, pero Scheyer lanzó muy forzado y tras un rectificado y el Centro Insular, el lugar donde habita el ruido, enmudeció.

El Herbalife Gran Canaria perdió, 70-72, ante el Blusens Monbus en un juego a cara o cruz. Todo el esfuerzo de los amarillos, con un Eulis Báez pletórico y un Slokar tan combativo como inspirado, quedó a expensas de una última acción, del talento por encima de la estrategia. Baloncesto puro, de ataque y atractivo, para unos y un falta completa de picardía para otros, los que reclamaron una penetración y falta al alero de Adelaida.

El duelo contra el Blusens Monbus de Moncho Fernández fue un partido de alternativas entre dos equipos que jugaron a lo mismo, como si tuvieran un espejo entre ellos, y en el que el conjunto amarillo recuperó su cara más guerrera. Eulis Báez, que tuvo que suplir el hueco dejado por la ausencia por lesión de Spencer Nelson, desenterró el hacha de guerra y el Granca fue poderoso, físico y combativo. El equipo de Pedro Martínez no huye en la batalla sino que se crece y en la segunda parte del encuentro además sumó puntos a la ecuación. Hummel, Kendall, Mejri y Dewar apretaron los dientes y sacaron los cuchillos bajo los aros pero Newley, Slokar, Rey y Eulis Báez no se quedaron atrás y, salvo en dos acciones puntuales en el último cuarto, les superaron en el rebote, en defensa y en todos esos aspectos del juego relacionados con el esfuerzo físico. El duelo tuvo mucha tensión, carácter, garra, lucha y pundonor. Ésta es la esencia fundamental que conforma el ADN del Herbalife Gran Canaria y ayer volvió a relucir tanto como antaño y como no lo hacía desde que el Valencia Basket, con su kriptonita particular, le arrebatará hace un par de meses el poder de los amarillos.

Sin embargo, el duelo se decidió desde la línea de tres puntos y a falta de segundos para el final. En Santiago (76-78) Toolson anotó y el Obradoiro buscó la falta en lugar del tiro ganador. Ayer, eligieron lo contrario y Dewar se erigió en villano para los amarillos. Con esta derrota, la séptima en las diez jornadas disputadas en la segunda vuelta del campeonato, el Herbalife añade más tensión a su camino hacia el Playoff, una senda que parecía una autopista libre hace semanas y que ahora se torna en vereda agreste y empedrada.

Igualdad

El partido nació desde la más absoluta igualdad, como dos púgiles que con la misma guardia y las mismos golpes se miden y se observan sin descubrir el mentón. La ausencia de Spencer Nelson, con una distensión muscular en su gemelo izquierdo, se notó en el juego amarillo aunque Eulis Báez lo suplió desde el salto inicial para realizar uno de sus encuentros más destacados. El dominicano (15 puntos y 25 de valoración) empezó su recital con un triple. Mientras, el Obradoiro buscaba sin éxito jugar con sus pívot por alto y a través del tunecino Salah Mejri, jugador de moda, que acabó desquiciado y castigado en el banquillo por su entrenador tras amagar con la técnica en el tercer cuarto.

Al final del primer cuarto se llegó con una ventaja mínima para los amarillos, 14-13, en un parcial marcado los errores, las imprecisiones y las pérdidas de balón. Los insulares sumaron siete en los primeros diez minutos, pero dominaban el rebote y el juego interior. En el segundo acto, despertó el instinto asesino de los gallegos en la línea del 6,75. Tras llegar empatados a 18 puntos, el Obradoiro puso a los amarillos contra las cuerdas con un parcial de 12 puntos a favor. El Granca había anotado cuatro puntos en seis minutos. Mientras, Corbacho, Dewar y Hummel anotaban con facilidad. El duelo amagó con romperse en ese momento pero el Centro Insular, con 3,821 entusiastas -aquellos que eligieron el baloncesto por encima de la oferta futbolística- despertó para comandar la remontada. En cuatro minutos, los de Martínez devolvieron la afrenta y lo hicieron comandados por un Scheyer que recordó al de sus mejores tardes. Báez y Slokar fueron aliados en la batalla para llegar al final del segundo acto a tan solo dos puntos.

Tras el descanso el partido se rompió con el intercambio frenético de canastas. Báez pedía el balón abajo, en la guarida del lobo, para superar a su par una y otra vez. Además, contó con un Brad Newley que, a su vez, pedía protagonismo desde el tiro exterior. El partido fluía casi sin errores en ambos aros y permanecía la igualdad. Mientras, la tensión iba en aumento como si de una olla exprés se tratara.

A punto estuvo ésta de explotar tras una falta de Mejri y su reacción -segunda falta- desmedida. Monchó Fernández le sentó y le abroncó. Sin embargo, la técnica no tardó en llegar por la rabia en las protestas del equipo visitante personificada en un Levon Kendall, sin pena ni gloria hasta el momento. El Granca aprovechó la invitación para marcharse en el electrónico, 55-46 tras un palmeo de Slokar a un lanzamiento de Javier Beirán. Hummel anotó a continuación y el Granca iniciaba el último acto con siete puntos de ventaja.

En la batalla ganaban los amarillos pero el Obradoiro no se rindió. Hummel, Kendall y Luz recortaron la diferencia a tres puntos. Cada canasta era mayor tensión. Se respiraba al límite con faltas y agarrones. Báez, Slokar y un Roberto Guerra tan combativo como seguro en ataque mantenían el tipo pero el partido estaba en un pañuelo con el Granca errando los adicionales en la línea de tiros libres. Con esto, el Obradoiro adelantó al conjunto local a cuatro minutos para el final, 61-62. Newley y Slokar volvieron a cobrar una nimia ventaja. Era un partido a cara de perro y se iba a resolver en un cara o cruz. Corbacho, unos de los más letales tiradores de la ACB, anotó para volver a adelantar a los suyos. Newley respondió con acierto primero y con error después. Recibió con tiempo para jugar pero, en racha, optó por el tiro. El que no falló fue Dewar y con ello silenció el lugar donde habita el ruido.