Una lección de valores que ha quedado plasmada para la posteridad del fútbol base canario. Un gesto que describe la acción más emotiva que se ha podido ver, hasta la fecha, sobre un terreno de juego. Alejandro Rodríguez, un joven de cinco años y jugador del Unión Viera B, se ha convertido en el héroe pacificador de los últimos días. El pequeño grancanario tiró de valentía, el pasado fin de semana durante el enfrentamiento de la categoría mini prebenjamín de la Liga de Escuelas del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria que enfrentó al Barrio Atlántico y al club de la calle Federico Viera, y se interpuso entre uno de los técnicos del plantel de La Feria y el árbitro del encuentro.

Un ejemplo de deportividad mundial en el López Socas. Alejandro Rodríguez es el protagonista de uno de los capítulos más emotivos que ha dado el deporte de nuestro país. Extrovertido, risueño y cariñoso son algunas de las virtudes que envuelven la figura de este pequeño gran maestro del juego limpio. "Yo sólo quería que nos dejaran jugar", admite el joven. "Tampoco he hecho nada para que todos me digan que soy el mejor", resalta. Avispado y con una energía descontrolada, Ale, como lo llaman sus amigos, fue el encargado de abrir el cerrojo de una puerta por la que comienzan a desfilar las esperanzas de un futuro que ha recibido la reprimenda moral, a unos hechos que eclipsan el juego de los magos del balón.

Un acto que ha enternecido a todos los ciudadanos de la isla de Gran Canaria y de un país entero. Orgullo de una familia que desconocía esa faceta conciliadora de su pequeño Alejandro. Su padre, Javier Rodríguez, continúa hipnotizado ante el momento memorable que realizó su hijo en el López Socas. "Da igual lo que haya pasado en el partido. Yo sólo quiero resaltar el hecho de ver a mi hijo en medio de dos adultos. El gesto tan bonito que tuvo", describe. Además, confiesa sentirse "orgulloso" y realza que, el "reconocimiento que le hizo la grada poniéndose en pie y aplaudiéndole, nunca lo podré olvidar".

Una imagen que vale más que mil palabras. La soledad de un jugador que intenta calmar los desaires de los mayores. Javier Rodríguez, testigo de la realidad de los hechos admite que, "con lo que me quedo es con lo positivo de la imagen, lo bonito de ver cómo a un niño inocente de cinco años se le ocurrió hacer eso". Ante las informaciones vertidas en algunos medios de comunicación, sobre el supuesto despido del entrenador del Barrio Atlántico así como la exclusión de la competición del conjunto de La Feria, Javier Rodríguez resalta que "todo se está desmadrando. Yo, con lo que no me quedo de esta acción es con la negatividad con la que se puede utilizar esta foto para a lo mejor hundir o perjudicar a otras personas". Mensaje bañado de ánimos hacia "todas las personas que salen en esa foto: árbitro y entrenador". Asimismo, manifiesta que "si esta acción que ha tenido mi hijo sirve para erradicar la violencia del fútbol base, estoy muy contento. Pero en aquel momento no hubo ninguna violencia ni nada que se le parezca".

La importancia de una imagen

Minutos que serán recordados toda la vida. Un partido que se convierte en la antesala de una lucha que seguirá atrayendo más gladiadores. Un guión que comenzó a cobrar vida de la mano de este delantero del Unión Viera B, y que vio la luz del día gracias a Rubén López.

Corrió como la espuma para aplaudir una acción impropia de un niño de cinco años. Una cámara de fotos fue la encargada de inmortalizar una actuación que merece ser recordada toda la eternidad. Camionero de profesión pero aficionado a la fotografía desde hace años, López, acudió como cada fin de semana a ver a su hijo jugar al fútbol. "Siempre voy con mi cámara de fotos a los partidos y me dedico a sacarles fotos a los niños del equipo", señala. Pero, ¿qué pasó realmente? "En el descanso hubo un intercambio de opiniones. Enfoqué con la cámara para ver lo que estaba pasando y justo vi cómo Alejandro abrió las manos en cruz", explica Rubén. Consciente de que se trata de uno de los fotogramas del año, al que le puso por título: Viva la amistad, basta ya, asegura haberse quedado "alucinado", pero "me di cuenta que ese momento había que inmortalizarlo", asiente el isleño.

Por su parte, Ana Afonso, entrenadora del Unión Viera B, cuenta su vivencia de lo ocurrido sobre el terreno de juego del López Socas. "Yo fui a atender a uno de mis niños que había tenido un choque (...) Vi una sombra y era Alejandro con las manos abiertas entre un técnico y el árbitro del partido. Yo lo que hice fue acercarme y preguntarle: ´¿Alejandro, qué haces?´ y me dice: ´Nada, que quiero seguir jugando", relata la preparadora.

Afonso, que dirige al joven desde la presente temporada, considera: "Me emocioné cuando vi que todo el público se levantó y empezó a aplaudir". Un hecho que califica de "admirable", ya que "demuestra que a veces los niños te enseñan más de lo que tú a ellos".

Admiración que corre por la misma sangre. Samuel Rodríguez, hermano de Ale, confiesa sentirse "orgulloso" de él, pues piensa que "hizo un gesto muy bueno al ver a dos personas discutiendo". No obstante, considera que no seguiría sus pasos, "por vergüenza".

Nobleza que no entiende de edades. Llamada de atención ante todo lo que pueda empañar el mundo de los más pequeños. Una lección de vida que se tomará como ejemplo en las prácticas de los adultos.