Un asunto es el partido en la Nueva Condomina -muy malo, por cierto- y otra bien distinta es el resultado de la temporada -excelente, por supuesto-. La Unión Deportiva pese a perder en la última jornada de Liga contra el Real Murcia (1-0) se clasificó en sexto lugar de Segunda División, gracias al empate de la Ponferradina en Lugo, lo que le abre las puertas de Primera en una apasionante promoción de ascenso, que comienza el próximo miércoles en el Estadio de Gran Canaria frente a la UD Almería.

Con más suerte que fútbol en las últimas fechas, con un juego lleno de altibajos y apelando a su versión más conservadora, los amarillos han llegado a su objetivo luego de 42 jornadas de sufrimiento extremo, tras un inicio y un final de curso con un fútbol raspado. El partido de Murcia no hizo sino abundar en la agonía de los isleños en estos últimos tiempos que, a pesar de todo, les deja con opciones intactas de dar el salto de categoría y que, de paso, les ayuda a obtener la autoestima necesaria para mejorar su rendimiento en el tramo decisivo.

Debería constituirse esta clasificación en un punto de inflexión en la vida del club y sus aficionados, en un símbolo para unos nuevos tiempos regeneradores en la Unión Deportiva. Una rebelión contra un destino que hace un par de semanas situaba al equipo grancanario fuera de los cuatro aspirantes al ascenso en los playoff y que convertía en duelo a vida o muerte el compromiso a orillas del río Segura.

Después de la clasificación, de poco sirve hablar que el juego de los hombres de Lobera durante el grueso del compromiso fue rudimentario. Aburrido y previsible en ocasiones, con acciones planas y sin chispa, a merced durante buena parte del encuentro de los murcianos, la Unión Deportiva no se hizo acreedora en ningún momento a su cartel de equipo de la azotea de la competición. Y sin embargo le valió la derrota porque no sólo jugaba un partido en los últimos 90 minutos, sino se dirimía la regularidad de toda una Liga.

Poco amigo del baile de jugadores en las alineaciones iniciales, Sergio Lobera puso sobre el césped al mismo once que la semana anterior había ganado al Numancia, con el necesario cambio del sancionado Vicente por Javi Castellano. Sin Thievy y Murillo entre los elegidos, ambos jugadores capitales durante el curso, la apuesta parecía arriesgada desde la misma pizarra en el vestuario. Nauzet Alemán y Javi Guerrero, otra vez titular, ocuparon las zonas intermedias del ataque, mientras en las bandas ofensivas se desempeñaban Vitolo y Momo, siempre a pierna contraria, como viene siendo uso y costumbre.

Si acaso de manera efectista, la Unión Deportiva tomó el control en los primeros compases de la función. Parecía consciente de lo que se jugaba y tiró hacia adelante con asociaciones entre Javi Guerrero y la gente de arriba. En la primera oportunidad, el atacante madrileño cabeceó alto un centro desde la izquierda de Dani Castellano. Era el minuto tres. A partir de ahí, de manera inopinada, los amarillos perdieron verticalidad y también el balón. El partido se convertiría en un ir y venir de balonazos, sin demasiada pericia ni estética.

Momo, con una jugada que arrancó en la banda derecha, rompió un poco el muermo de la cuestión en el ecuador del primer periodo. Su disparo, después de salir de la marca de dos defensores, se marchó manso a las manos de Javi Jiménez, que veía pasar la vida con tranquilidad. No era tan apacible la existencia del eje central de la zaga que pasó apuros ante la movilidad de Kike García. Por ese entonces, la Unión Deportiva no parecía tener demasiada hambre. Es cierto que el resultado de la Ponferradina ya le beneficiaba, pero a un aspirante se le exige mucho más.

Albiol, desde lejos, empezó a calentar a Mariano Barbosa, quien tuvo que achicar ante Saúl un mano a mano, después de otro error en cadena de la zona de contención. El exdelantero de la Unión Deportiva perdonó ante el argentino y a partir de ahí ya no le salió nada.

Con el duelo metido en un mar de arreones, volvió el Murcia a la carga a través de varios saques de esquina. En uno de ellos, Albiol, solo como la una en la frontal del área pequeña, cabeceó la pelota por encima de Barbosa. Por ocasiones, los anfitriones ya debían ir por delante. Las Palmas, con un ojo en los acontecimientos de Lugo, dejaba hacer a los grana, aunque Nauzet justo antes del descanso tuvo una ocasión preciosa. Su tiro duro desde la frontal, tras un saque de falta, fue frenado por Javi Jiménez.

El intermedio aclaró algo las ideas a los amarillos que salieron un poco más veloces, más dados al toque y la combinación. A poco de la reanudación, en una jugada trenzada en el vértice izquierdo, Dani Castellano percutió contra la portería grana y el guardameta voló a la escuadra a mano cambiada para mantener vivo a su equipo y ganarse el favor de la Nueva Condomina.

Con la Unión Deportiva gobernando la situación, pues no le veía colmillos al rival y el resultado del Ángel Carro sonriendo, salió a la cancha Thievy para rematar al adversario. Lejos de advertir el temor, los hombres de Onésimo descontrolaron la situación, alocaron el partido y se marcharon con todo hacia el ataque. Lo intentó Nafti primero, pero quien rompió la resistencia amarilla fue Matilla, de falta directa. A los 61 minutos, el interior colocó el balón en la portería de Barbosa y puso un nuevo escenario en el terreno de juego.

El golpe, sonoro, hizo despertar a los jugadores de Lobera, que incrementaron su intensidad sobre los rivales, subieron las líneas de presión y descolgaron a los laterales y medios. Con este panorama, los huecos se veían por todos lados y el duelo comenzó a parecerse a la pachanga de un recreo de colegio. Así, los pimentoneros gozaron de varios contragolpes de tres para dos o cuatro para tres, que no supieron aprovechar bien por la torpeza de los atacantes, bien por una pierna salvadora del cuarteto defensivo de la UD y también por Barbosa, el argentino salvó a su equipo de un escarnio mayor.

Al final, las carambolas se dieron. Murcia y UD lograron sus objetivos, se abrazaron en el terreno de juego y se felicitaron por su buena ventura. Unos se van de vacaciones y otros tienen el miércoles la batalla más importante de sus vidas.