Una vida dedicada a las artes marciales. Espíritu de origen nipón y unos conocimientos propios de un sensei. Héctor Fernando Hernández, maestro de Goju-Ryu Shodokan Okinawa, es un referente dentro del mundo ancestral. Sus comienzos, con apenas doce años, han fraguado una leyenda nacional e internacional. Ante él, un objetivo: "difundir la práctica de este estilo en las Islas Canarias".

Nacido en Santiago de Chile pero criado en la Provincia de Mendoza (Argentina), lleva cerca de diez años en territorio español. Vinculado a las artes marciales desde hace 40 años, Héctor encontró, desde muy joven, el patrimonio adecuado que se ha adaptado a su placer de vivir. Un maestro de maestros, que afincado desde hace poco más de un lustro en Gran Canaria, no cesa en su cometida de dar a conocer, en suelo isleño, una de las modalidades más antiguas del kárate: el Doju-Ryu. "Quiero que la gente conozca este estilo y el valor espiritual que puede llevar su practica", explica. Un ejercicio minoritario dentro de nuestras fronteras, pero que es respaldado por más de 84 años de historia.

Con 55 años a sus espaldas, conoce la receta del trabajo y la importancia de encontrar el punto de equilibrio. "La armonía y el autocontrol son fundamentales en el Goju", explica. Un modelo parecido "al yin yang" que vela por hallar "la resurrección del alma".

Se califica como "un obrero del kárate", y como un hilo conductor "para transmitir a mis alumnos lo que yo he aprendido durante tantos años". Alertado por el "pensamiento negativo que gira en torno a las artes marciales dentro de la sociedad", considera que es "muy importante lavar la imagen que se ha creado, porque no todas las disciplinas son iguales".

Maestro de unos 30 pupilos, graba en cada uno de ellos la esencia que nutre la ética asiática, desde la pasión por la cultura japonesa hasta velar por la integridad física con la defensa personal. Héctor vive envuelto en el mito, en un sistema de creencias que consagra la educación de las personas. "Esto es una filosofía de vida. Nos permite conocernos, saber cuáles son nuestras debilidades", admite.

El Goju- Ryu, que se caracteriza por alternar la dureza (Go) y la suavidad (Ju), permite el uso adecuado de la cortesía dentro de la vida diaria. "Nos permite controlar las distancias cortas y saber dominar cada momento que se nos presente", reconoce. Asimismo, profundiza en la idea de que "detrás de este kimono y cinturón hay años de karate, años de práctica, y no podemos utilizarlo mal".

Con unas técnicas profundas en las que se comparten los ejercicios de piernas y manos, el sensei, mantiene contacto semanal con maestros de Okinawa. "Siempre estoy en contacto con ellos. Mi misión es transmitir, aquí, lo mismo que hacen en Japón", informa.

Exigente consigo mismo y con aquellos que le rodean, es consciente que para ser un buen guerrero es indispensable "la entrega, el esfuerzo y el trabajo". Ímpetu de sensei que envuelve un deseo: "Quiero transmitir todo lo que pueda y así dejarle la herencia a mi hija para que siga difundiendo lo que yo hice a lo largo de mi vida".

Un rincón espiritual

El gimnasio Dojokan, del barrio de Los Tarahales, es el encargado de reunir, tres veces por semana, a Julio Ojeda, Guillermo Martín y Florencia Hernández -la hija del sensei-. Un equipo que ha sabido aceptar el cambio positivo que el Goju ha provocado en sus vidas.

Julio Ojeda, de 36 años, considera que "el Goju lo puedes practicar toda la vida", ya que "cuida tu cuerpo y la respiración". Asimismo, reconoce que se trata de "un arte marcial muy complicada y requiere de años para perfeccionarla".

A su vera, Guillermo Martín, que comenzó en enero, traslada que "es una manera espiritual de hacer deporte. A mi me cambió la vida".