"La calidad se confunde con el juego bonito y vistoso, pero en mi opinión tener calidad es tener categoría". Juan Carlos Valerón habla sobre su propia esencia en el libro 'El entrenamiento del fútbol ofensivo', una obra de 90 páginas que firma junto a Javier Lavandeira, profesor de la Escuela de Entrenadores del Deportivo, con el que mantiene una intrincada amistad. Es la primera contribución literaria del genio de Arguineguín sobre el fútbol, una visión macerada luego de dos década como profesional del deporte, donde se ha encontrado con un inventario extenso de entrenadores que han ido añadiendo a su acervo distintas visiones del deporte, que se convirtió en espectáculo y ahora es negocio.

"No tenía hombros, los pezones se le juntaban en medio del pecho, las piernas se le doblaban hacia dentro, como las patas de un catre, y los pies se le hundían de forma tal que gastaba el interior de las botas hasta deformarlas. Pero ahí estaba él, sonriente y agradecido de compartir vestuario con unos monstruos como Kiko, Jugovic, Vieri, Serena, Molina, Mena...". Arrigo Sacchi se echó las manos a la cabeza cuando vio entrar a Juan Carlos Valerón por el vestuario del Calderón. Era el verano del 98 y venía de hacer una gran temporada en el Mallorca. Juninho era el titular, había fichado ex profeso para ser el 10 del Atleti, por eso Sacchi siempre dejaba al Flaco en los partidillos de los jueves con los suplentes. Así fue una semana tras otra hasta que no pudo más. "Valerón tiene que ser titular", estalló en una rueda de prensa. "Siempre crea peligro, siempre domina la situación", justificó ante Jesús Gil y la dirigencia colchonera. Ni Jugovic ni Juninho. Aquí juega Valerón. El entrenador italiano, del que guarda gran aprecio el mediapunta, duró lo mismo que un dulce a la puerta de un colegio.

Años antes, en la primavera del 93, Paco Castellano convenció a Iñaki Sáez, entonces entrenador de la Unión Deportiva, para que bajara un día a Arguineguín a presenciar un partido de los moganeros, dirigidos por Juan Manuel Rodríguez, contra su rival de turno en Tercera División. "Hay un chico excelente, me han hablado maravillas", le dijo Castellano al vasco para convencerlo de ir al encuentro aquella mañana, siempre calurosa en Arguineguín. "Era un campo de tierra o arena, nada que ver con los actuales, y vi a un jugador que se parecía a la Pantera Rosa, flaco, flaquísimo, y, además, era mucho más joven que el resto de sus compañeros y rivales. El primer balón que tocó, nada más empezar, lo mandó a 40 metros hacia un compañero que entraba por la banda. Un pase medido, al pie. Y digo: oye, este chico tiene algo", relata Sáez desde Huelva, donde pasa sus vacaciones de verano, antes de regresar a Bilbao. También vendrá a Gran Canaria para pasar el invierno en Las Canteras.

"Valerón nos convenció y lo trajimos. Había que darle bien de comer, lo llevamos al piso de los futbolistas que había alquilado el club por la calle Mas de Gaminde. Y ahí tenía como compañero a Edu García, entre otros. No sé si acordarán de Edu, era un toro, un portento físico. Imagínense Edu García por un lado y Valerón por el otro", relata con gracia el antiguo seleccionador español. Edu despertaba todos los días a Valerón para hacer flexiones, abdominales, pesas, 20 o 25 minutos de gimnasia. "¡Ños míster!, me va a matar", le decía el Flaco cuando llegaban a los entrenamientos, después de la sesión previa en la casa, que se repetía por la tarde y, luego, por la noche.

"Si ha sobrevivido en el fútbol es porque es especial", abunda Iñaki Sáez, quien considera que Valerón hace cosas que están al alcance de pocos futbolistas en el globo terráqueo. "Hace pases que no se ven desde la tribuna. Hagan la prueba esta temporada y observen", vaticina el entrenador vasco, que se ha cortado la coleta, ha colgado el chandal y ahora dirige sus miras al proyecto Fútbol Draft, donde se premia a los jugadores jóvenes con más talento. Precisamente el año pasado, Valerón fue padrino de la nueva generación de futbolistas. Allí, en la entrega de galardones, les habló sobre fútbol, pero también sobre otros valores en la vida, aplicables al deporte, como la amistad, humildad, constancia o lealtad.

EL SABIO

Luis Aragonés no se acuerda muy bien de haber dirigido a Valerón. Al menos lo hizo en el amistoso contra Venezuela en el Estadio de Gran Canaria, donde la selección española ganó 3-2 a la Vinotinto con un par de goles de Morientes. Fue un especie de homenaje al Flaco en su tierra. Después no contó mucho más para el entrenador que lanzó al combinado nacional hacia la leyenda en la Eurocopa de 2008. "Todos le habrán hablado del fútbol de Valerón, yo le quiero hablar su parte humana", convino ayer Aragonés, por teléfono, desde su casa en el barrio madrileño de Hortaleza. "No hay palabras para definirle. Es tranquilo, entregado, una persona increíble", enfatiza el Zapatones.

Aragonés no es el único que ensalza el lado personal de Valerón. En realidad todos lo hacen, pero quien ha tenido más roce con el mago de Arguineguín ha sido Javier Irureta, Jabo. "En nuestra etapa en el Deportivo vi cómo se iba haciendo como jugador y persona. En el campo lo define el último pase y en el vestuario es el campeón de campeones. Su forma de interpretar la vida es única", comenta el técnico vasco, quien considera que el mediapunta seguirá "dando rendimiento" en la Unión Deportiva durante el curso que comienza esta misma tarde. "A ver si disfrutamos con él durante la temporada", subraya el preparador, que está al tanto del estado físico del futbolista. "¿Ya está bien del golpe que le dio Mario?", cuestiona al redactor.

"Todos hablan de que su mejor partido fue contra el Milan en Riazor, en 2004, en aquella eliminatoria de la Liga de Campeones donde le dimos la vuelta a un 4-1 que trajimos de San Siro, pero creo que su mejor partido fue en Múnich, en el Estadio Olímpico. Dio los tres pases de gol y dio toda una clase de fútbol", rememora Irureta, quien no deja de reconocer que adelantarse a Maldini y Nesta, en el área pequeña, y marcar un gol con la cabeza, como hizo Valerón en aquella legendaria eliminatoria, también está al alcance de "muy pocos" jugadores. Otro encuentro muy recordado por Valerón, Jabo y el deportivismo fue el centenariazo, la Copa del Rey que ganó al Real Madrid en el mismísimo estadio Santiago Bernabéu, en plena fiesta por los 100 años del conjunto de la capital de España. "Ese día hicimos a mucha gente feliz, no solo en La Coruña", apunta con ironía.

José Luis Oltra fue el entrenador del último ascenso del genio de Arguineguín a Primera División hace dos años. "Es el jugador con más calidad que he entrenado", dijo sin dudar el técnico en una entrevista concedida a La Opinión de Tenerife, diario del mismo grupo editorial que LA PROVINCIA esta misma semana. Antes, cuando coincidieron en el Dépor, el Palanca también embadurnó de elogios a su entrenador cuando fue destituido en las pasadas Navidades. "Pocas veces a nivel personal en toda mi carrera me he encontrado a personas como ellos a nivel humano", subrayó sobre Oltra y su asistente Chema Sanz. En la misma línea cariñosa se muestra Fernando Vázquez: "Estaría abrazando continuamente a Juan Carlos; tengo el honor de ser su amigo".