Aridani es el primero en llegar al entrenamiento en el García San Román. Él no tiene ninguna discapacidad, ni física ni mental, pero cada tarde de lunes y miércoles se ajusta con fuerza las correas que durante unas horas le atan a una silla de ruedas, le igualan a sus compañeros de la escuela de baloncesto del ADM Econy y sirve todo un ejemplo de amistad y convivencia en un ejercicio de integración social sin precedentes en Canarias.

Hace dos años, los responsables del club de baloncesto en silla de ruedas, que bajo el apelativo ACE Gran Canaria representa el orgullo insular en División de Honor, se lanzaron a una aventura integradora que ahora les ha robado el corazón. Todo comenzó a partir de la pasión de Yaicen del Toro, un chico de ocho años que había sufrido la amputación del miembro inferior derecho y que se presentó con una pasión en este club. Los responsables del mismo sintieron la necesidad de brindarle, tanto a él como al resto de menores en su situación, la opción de poder jugar al baloncesto. Entonces, un jugador, Roberto Mena, propuso a Francisco Rodríguez Monroy, directivo multitarea del Econy, la idea de formar una escuela. Hoy, tras mucho trabajo y "pedir favores", como relatan sus responsables, 20 menores, con edades entre los ocho y los 22 años, forman este proyecto social. Ahora, fieles a la ética de amistad que impone el compañerismo de un equipo, comparten y conviven desde la normalidad para formar el eje fundamental y el corazón de un proyecto de integración, bajo el amparo del Instituto de Atención Sociosanitaria, único en Canarias.

"La novedad de este proyecto, tras dos años de recorrido de la Escuela, consiste en que ahora contamos en el equipo con menores sin ninguna discapacidad y en julio vamos a participar en el Campeonato de Promesas de Deporte Integrado. Además, ésta es la única escuela, según la Federación Canaria de Deportes para Discapacitados, que existe en el Archipiélago", explica Francisco Rodríguez Monroy, responsable de esta propuesta.

Aridani es uno de estos niños sin discapacidad que ayer se vistió de corto para debutar, ante sus padres -conocidos como la Grada Curva-, entrenadores y jugadores del primer equipo, en su primer encuentro con carácter amistoso. "Él se siente una parte importante de este proyecto y es un ejemplo para todos", señala Francisco Rodríguez Monroy, responsable de la Escuela, antes de explicar: "Es el primero en llegar a los entrenamientos, prepara los balones, los conos y las sillas de todos para que cuando llegue el resto se encuentren con todo listo para empezar a jugar", expone Fran, como le conocen en el equipo, antes de relatar como durante una semana volvió loco a su profesora cuando anunciaba que su equipo iba a visitar el colegio y la sorpresa de todos al conocer las monturas sobre las que estos jugadores construyen su juego de dribblings, canastas y asistencias. Otro de estos menores es Giovani, un chico que llegó al club gracias al Campus de Verano que organizaron este verano a través de una iniciativa del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.

"Pero lo más importante y lo bonito es el grupo de amigos que se ha formado tanto dentro como fuera de la cancha y los beneficios que esto supone para todos", valora Rodríguez Monroy antes de explicar como menores que antes apenas hacían vida fuera de sus casas o bajo el amparo de sus progenitores ahora quedan para ir al cine e incluso programan juntos sus vacaciones. "Tenemos un chico que antes era tímido, retraído y casi nunca hablaba y ahora no hay quien lo haga callar", expone éste desde la emoción. "Han eliminado todas las barreras y se han convertido en lo más bonito que tenemos en el club", establece Francisco.

Entre estos jóvenes deportistas hay distintos grados de discapacidad, tanto físicas como mentales. Algunos, tienen parálisis cerebral pero forman un equipo bajo el ejemplo de chicos como Eric, un fiel de los partidos del Granca y uno de los que más ganas pone en cada jugada. Además, como en cualquier cantera, el referente y las aspiraciones están puestas en el primer equipo. Adán Ortega, otro apasionado del Herbalife y que nació con espina bífida, lo tiene claro. "Yo creo que el sueño de todos los que estamos aquí es llegar algún día al primer equipo", admite una sonrisa habitual en la bocana de vestuarios del conjunto ACB. "A todos nos motiva y hacemos lo posible por mejorar cada día y si en algún momento puedo llegar me alegraré mucho, aunque por ahora no hay prisa", explica éste antes de valorar la ayuda que les prestan los jugadores del equipo que milita en División de Honor. "Ellos acuden a los entrenamientos de manera voluntaria y ofrecen tanto consejos sobre el deporte como a normalizar sus lesiones", explica Francisco. "Son ellos los que nos enseñan, nos motivan y nos dicen qué cosas tenemos que mejorar. Por todo esto, estar aquí es alegría", concluye Adán Ortega.