El estado de depresión en el que se encuentra la actual Unión Deportivo tiene un precedente que invita al optimismo. En el año del último ascenso a Primera se vivió a mitad de temporada un momento de dudas similar al actual. Era la jornada 33 cuando el cuadro amarillo empató en el campo del Logroñés y al aterrizar en la Isla se encontró con varias pintadas en su contra en el Insular. En las anteriores nueve jornadas se habían sumado ocho puntos, solo se anotaron cinco goles, y ya eran seis los partidos sin ganar en casa. Las crónicas coincidían en que se generaban ocasiones pero faltaba efectividad, se discutían varias decisiones del entrenador y el rendimiento de algunos jugadores, a los que se les acusaba de "no sentir la camiseta" en las paredes del viejo Estadio. Pero la clasificación, como ocurre este curso, estaba muy apretada y el equipo amarillo era quinto a solo dos puntos del tercero -entonces subían los tres primeros de forma directa-. Pese a todo, a esas alturas pocos podían imaginar que la UD lograría ascender con cierta solvencia, a dos jornadas del final.

Ante semejante panorama Sergio Kresic decidió coger el toro por los cuernos. Ese fin de semana llegaba a la Isla el Lleida, entonces líder, una oportunidad de oro para revertir la situación, y el técnico croata convocó el jueves a la prensa. Su objetivo era unir a grada y equipo: "¿Por qué no decidimos todos evitar enfrentamientos entre nosotros? Todo el que se viste de amarillo y el que siente estos colores es miembro de una misma familia. Todo el mundo, cualquier aficionado, puede protestar, pero no se puede cuestionar todo siempre. [...] Solo necesitamos que no se cuestione todo en el próximo partido. Cualquiera que sepa de psicología en el deporte de alto rendimiento sabe que no importa lo que un hombre cobre. Nunca dejará de ser eso, un hombre, que no es tonto, ciego ni sordo; un hombre con corazón y sentimientos. Y cuando casi todos los estímulos ambientales que recibe son temores, puede llegar a sentir miedo, aunque sea de forma inconsciente. Y un hilo de miedo que le hiela un segundo el cuerpo a un jugador es un gol que no entra o un sitio al que llega un segundo tarde. Justo lo que separa el éxito del fracaso", dijo.

Después de la lectura de ese manifiesto la UD ganó 1-0 al Lleida, pero las crónicas coincidían en que fue el mejor partido de la temporada hasta entonces. Sirvió de punto de inflexión, pues ahí se inició una racha de cinco victorias seguidas. Sucumbieron, además del Lleida, el Salamanca (0-2), el Albacete (2-1), el Badajoz (0-2) y el Getafe (2-0). Luego el Eibar goleó a los amarillos en Ipurúa por 4-1, pero el colchón era enorme. En la jornada posterior el Elche visitó el Insular, y toda la Isla celebró el ascenso tan solo un mes y medio después de las pintadas y de una racha que invadió de pesimismo a la gente y de nerviosismo al vestuario.

Una carta fundamental

El propio Sergio Kresic recuerda que leer aquel manifiesto fue fundamental para cambiar el estado de ánimo de la Isla: "Yo veía que parte de la prensa estaba tremendamente negativa con los jugadores, y mi juicio es que cuando pasa eso, dentro del campo los jugadores no dan todo de sí. Entonces tomé una decisión que sabía que me iba a costar mucho, que me iba a enfrentar contra un mundo tremendamente poderoso, mucho más fuerte que yo, que antes o después me va a cortar la cabeza. Y decidí hacer unas declaraciones. Creo que abrí los ojos a alguna gente, otros tenían los ojos ya abiertos. Con esas declaraciones dividí prácticamente la ciudad, pero la gente se ha dado cuenta de que tengo razón", explica el croata.

La afición, clave

"Los aficionados estuvieron con nosotros a muerte, y los jugadores se soltaron. Empezaron a hacer las cosas que yo veía en los entrenamientos, pero no los domingos en los partidos. Ganamos 1-0, pero rompimos al Lleida y les pudimos meter una goleada. La gente tuvo mucha parte de culpa por la manera en la que nos animaron ypor cómo estuvieron con nosotros. Cuando un futbolista fallaba, no dejaban ni un segundo para que el futbolista pensara 'he fallado', sino animaba para que lo intentara otra vez. Se hizo una piña para que se unieran los jugadores y la afición, y fue la clave, aparte de la calidad de los futbolistas. Cuando los jugadores notaron que la gente estaba con ellos, cuando no había ni un silbido en el campo, todo fue más fácil. Desde el primer minuto estaban con los jugadores, fue una maravilla", recuerda el croata, que admite las semejanzas entre aquella situación y la que vive en la actualidad el equipo de Lobera.

A falta del desenlace, en la introducción y en el nudo hay ciertas semejanzas entre el año del último ascenso a Primera y el actual. Entonces, las dudas llegaron en marzo y ahora, en febrero. Las rachas son similares y la posición en la tabla, muy parecida gracias a la igualdad de la categoría. La existencia del playoff y el disponer de un mes más de tiempo para la reacción permite que a esta UD, que está ocho del ascenso directo, le queden jornadas suficientes para repetir la hazaña del año de Kresic. Para ello el equipo de Lobera debe cortar de raíz el estado de depresión en el que se encuentra.

Los jugadores, entonces, admitían que tener la moral baja influía en el campo: "Cuando el rival llega una o dos veces y nos marca un gol nos cuesta muchísimo entrar otra vez en el partido. Cuando nos marcan parece que se ha acabado el partido, que ya no tenemos opciones", decía Álex Castro, ex de Las Palmas, aquella semana. Sin embargo, esa frase podría corresponder a la de cualquier jugador de la actual plantilla amarilla en las últimas fechas. La UD, como hizo aquella, necesita un punto de inflexión. Y lo necesita ya.