Si al fútbol, como aseguraba Dante Panzeri, lo organizan las circunstancias y lo decide el imprevisto, la Unión Deportiva Las Palmas cumplió anoche a rajatabla con esa máxima. Con todo en contra, el marcador (0-1 desde el minuto 70), el ánimo y el ambiente, Sergio Lobera reorganizó a su equipo a partir de lo que parecía un señor sacrilegio: retiró del campo a Valerón y dio entrada a Aranda. El movimiento, a priori un disparate, ante la lógica una insolencia y sobre el escenario una decisión reprobada por el público, resultó ganador poco después, justo el tiempo que tardó el delantero malagueño en revolucionar el partido al inventarse, desde la nada más absoluta, en medio de un páramo, dos jugadas que acabaron en gol y facilitaron la remontada del conjunto amarillo (2-1) ante un Girona FC al que el duelo se le hizo eterno, maratoniano. Es lo que resulta de la dinámica de lo impensado; la técnica del imprevisto por sobre todos los imprevistos.

Para la Unión Deportiva y su entrenador, que ya puede presumir sin disimulo de tener más vidas que un gato, la victoria vale mucho más que tres puntos. Equivale a una fortuna. Para el representativo grancanario, porque rompe con una dinámica desoladora. Hacía una eternidad que no ganaba en el Estadio de Gran Canaria, desde el 16 de noviembre, cuando superó al CD Mirandés (3-1). Y hacía, además, mucho tiempo que sólo daba disgustos, tras encadenar cuatro jornadas consecutivas sin marcar un gol y, por una simple relación de causa y efecto, sin llevarse a la boca un triunfo. Y para el entrenador, porque despeja su horizonte durante unos días: en un negocio donde los resultados mandan, hoy la razón está de su parte. Nada pesa en su contra. No valen las reprobaciones de sus superiores. No tienen sentido las negociaciones con otros técnicos para preparar su relevo. Y las apuestas para discutir sus decisiones no se mantienen en pie frente a la fuerza de una victoria.

Alineación muy particular

Ganó la Unión Deportiva y del trance sale reforzado Lobera, que se la jugó con los suyos, con los futbolistas en los que más confía. Ante un juicio sumarísimo, sin margen para el error, el técnico se dejó en un cajón todas las certezas que aparecen en el caché de los jugadores y apostó por las sensaciones. Limpió del once titular a piezas como Nauzet -al que decidió dejar fuera de la lista de convocados-, Masoud o Chrisantus y se la jugó con el descaro de jóvenes como Tana y Asdrúbal o el compromiso de tipos tan curtidos como David García o Momo.

La jugada de Sergio Lobera permitió a Las Palmas dar un pequeño paso al frente. El equipo amarillo, que en cuanto al juego, a lo que sólo es fútbol, venía de un erial, ofreció un ligero síntoma de mejora con respecto a sus últimas comparecencias por el césped. Supo esconder la pelota, tras el pitido inicial, para que el Girona FC corriera como un pollo sin cabeza detrás del balón. Ese ejercicio le permitió controlar el ritmo del encuentro y mandar, aunque el principio de autoridad fuera corto, casi insignificante.

Con Apoño y Javi Castellano alineados en el centro del campo, la Unión Deportiva pierde verticalidad e imaginación, pero es un bloque más solvente, más compacto. Y a partir de ahí, después de tanto tiempo apaleado, el representativo grancanario se siente seguro para dar pequeños pasos hacia delante, límite en el que suele aparecer Juan Carlos Valerón para, con un toque por allí, un pase por allá o una diablura con la pelota pegada al pie por aquí, desequilibrar.

Anoche poco se supo de Valerón y por ahí sufrió Las Palmas, incapaz de despejar la incógnita después de romperse la cabeza durante algo más de una hora de juego. Porque el que dio primero, y además fuerte, fue el Girona FC. Lo hizo con un chut crudo de Gerard Bordás desde la frontal, un disparo que Barbosa ni olió (0-1, min. 69).

Con apenas 20 minutos por delante y con una amenaza real de incendio en la grada, Aranda levantó la mano, pidió el balón y reventó el partido. Abucheado y señalado tras sustituir a Valerón, encontró en la rabia el impulso para tirar del equipo. Un pase suyo, en el minuto 74, provocó que Migue -con Asdrúbal lanzado para rematar en boca de gol- marcara en propia meta y estableciera el 1-1. Y cuando el reloj avanzaba hacia el descuento, se inventó un eslalon perfecto -en plan barrilete cósmico, dejando atrás rivales- para conectar con Masoud (2-1, min. 89), liberar a la Unión Deportiva de sus propios miedos y demostrar que sí, que el fútbol es un arte del imprevisto.