Alentar hasta perder el sentido. En el universo del fanatismo amarillo, el Mexicano ocupa un lugar de privilegio. ´Pío-pío´ en el desierto de Chihuahua. Juan Manuel Moreno Benítez (Arucas, 52 años) lleva tres décadas dejándose la garganta por la UD. Juani Castillo, Koke Contreras, Orlandito, Socorro, Paqui, Marcos Márquez, Momo, Nauzet Alemán, Juan Carlos Valerón... La galaxia de Pío XII le conquistó el corazón y su presencia en el Estadio de Gran Canaria, ataviado con la equipación de juego de la UD, es sagrada. Abonado y sufridor, cuando deja el tambor y el gorro de mexicano se sube al camión. Es transportista de contenedores de alto tonelaje y repite que no se irá de este mundo sin ver al equipo en Primera. "Cuando pisé el Insular, este equipo me entró por los ojos y el matrimonio es eterno. Jamás me iría con el Barça o el Madrid. Soy fiel a este escudo. Me dio la bilirrubina amarilla", confiesa. Un virus que se ha extendido por su organismo. Desde el gorro a los dedos del pie.

Explica el origen de un apodo ilustre en la grada. Y se gestó en el Insular. "Cuando me sentaba en la grada de Naciente del templo de Pío XII con mi sombrero de paja me bautizaron como el Mexicano. Y así moriré". Este abonado de Arucas repasa en su disco duro tres momentos memorables. "Los ascensos con Pacuco Rosales (1996) y Juanito Rodríguez (2006) a Segunda. Y una victoria, la del (4-3) al Real Madrid en el Insular, que la veo en mi ordenador cada mañana. Estas piezas completan mi museo de gloria", detalla el isleño.

Del éxtasis a las lágrimas. El Mexicano tiene tres acontecimientos desgraciados marcados a fuego. "El descenso a Segunda en 1983, ese 1-5 ante el Athletic no lo he podido olvidar. Y el 9 de junio de 1975, el día que murió Tonono, tampoco. Me llegó al alma, aún me emociono".

El ´Matador´ Márquez, "por don de gentes y su corazón", le ganó para siempre. "Era un señor", insiste. Pero es Juan Carlos Valerón, el genio de los genios, el que considera como "el Maradona amarillo" por su talento y humanidad. "Lo del Flaco no tiene nombre. El estadio debe llevar su nombre", indica. Fijo en los partidos del filial y del resto de la cadena, en marzo del 2012 fue hospitalizado tras desmayarse en el estadio. Alentando a la UD acabó en el suelo. "Precisé de atención médica y recuperación del ´fisio´ del club Naranjo". Vive los encuentros con un frenesí genuino. Fue disfrazado de cura y con una bufanda del Tenerife. Es el Mexicano, el camionero que encontró el paraíso cuando Contreras trituró al Madrid en 1986. "Descubrí la felicidad".