Saltan chispas en el laboratorio de Herrera. Junto a las probetas, también figuran patadas voladoras y episodios de tensión. Barranco Seco, territorio de coraje y pundonor. El líder de la categoría, de cara a preparar el duelo liguero de este sábado ante el Sabadell en la Nova Creu Alta (19.00 horas, TVC), aprovecha cada sesión de trabajo para lucir un espíritu de compromiso con mayúsculas. Dar el alma en cada sesión tiene un precio. Y ayer se vivieron tres episodios que confirman la entrega de un vestuario sediento de gloria. En el primer tramo, en uno de los rondos, el extremo Guzmán Casaseca recibió una caricia del central Marcelo Silva. El uruguayo, un titán con botas, fue a muerte y el ex del Alavés se llevó el regalito del zaguero amarillo.

Guzmán apuntó la acción y esperó su momento. Donde las dan, las toman. Y fue Momo el que pagó los platos rotos. El extremo de Las Torres, tras tocar el balón, recibió la sacudida del jugador de banda derecha. El zurdo se retiró lastimado y precisó de la atención de uno de los fisios -Jorge Catalán-. Regresó al trabajo y finalizó el trabajo sin problemas. Fueron los dos primeros episodios. Choque de trenes.

Ya en el tramo final, Christian Fernández, en su intento por recuperar el balón, completó una dura entrada a Sergio Araujo. El pichichi amarillo se levantó y regresó al combate. Miró al cántabro y le trasladó su descontento. Pero el ex del Almería y Racing respondió con un empujón. Paco Herrera, atento, acudió veloz como un rayo y recordó que "aquí somos todos del mismo equipo". El choque quedó en anécdota, el entreno siguió su curso y el punta argentino terminó haciendo bicicleta estática.

Ser titular en Sabadell exige sangre, sudor y lágrimas. Herrera adoctrina a un grupo que pone en cada balón su alma. "Tengo a unos jugadores entregados por la causa", valoraba el técnico. No es un farol. En el laboratorio, en ese baile de probetas, hay una exhibición de raza.