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Fútbol

Otro Barça es posible

Los cambios tácticos de Luis Enrique y la buena disposición de los jugadores cambian a un equipo que tocó fondo tras perder en Anoeta con la Real Sociedad

Leo Messi se escapa de Mario Suárez y Giménez en el partido de Copa. A. MARTÍN

Siete triunfos seguidos, tres de ellos frente al Atlético de Madrid, 26 goles a favor y tres en contra. Cualquiera diría que este balance corresponde a un equipo, el Barcelona, hundido en la miseria tras perder en Anoeta a la vuelta del parón navideño. Casi un mes después, Luis Enrique parece más asentado en su puesto, Messi ofrece partido tras partido su mejor versión y Neymar ha dado el salto de calidad que se le requería desde su llegada al Barça. No hay un solo factor que explique este renacer azulgrana, pero en el origen de todo está la actitud de los futbolistas. Algo se coció en el vestuario y en los despachos durante aquella tempestuosa semana que devolvió la ilusión al barcelonismo.

Tan solo siete días después de la tormenta de Anoeta, el Atlético de Madrid asomó por el Camp Nou dispuesto a darle la puntilla al proyecto de Luis Enrique y, quizá, al de la junta de Bartomeu. Durante la semana había rodado la cabeza de Zubizarreta, Puyol le siguió de inmediato y Messi faltó al entrenamiento previo al día de Reyes con la excusa de una gastroenteritis. Sus problemas con Luis Enrique eran la comidilla desde que el viernes anterior al partido con la Real discutieran. Mathieu confirmó el incidente en una entrevista para la emisora Sport-Radio Montecarlo.

Pero, de repente, todo cambió en cuanto volvió a rodar el balón. En el primer tiempo frente al Atlético se vio el mejor Barça de los dos últimos años. Luis Enrique puso la primera piedra al armar la alineación más parecida a la ideal, con un ajuste táctico que se consolidó en los siguientes partidos: Neymar y Messi arrancaron desde las bandas, con mucho más espacio para iniciar las jugadas de ataque que en las posiciones centradas, y próximas al área, en que habían iniciado la temporada. El retoque táctico supuso, además, que Luis Suárez ocupase su posición habitual, como ariete clásico.

Además de desatascar el juego de ataque, obligando al rival a abrir su defensa, la nueva disposición táctica permitió al Barcelona recuperar una de las grandes bazas de la etapa de Guardiola: la presión adelantada. De los robos en la salida del balón del contrario han llegado buena parte de los goles y las oportunidades azulgrana en los últimos siete partidos. También ha favorecido el juego de contragolpe puro, con transiciones más rápidas y directas de lo que acostumbra el Barça, casi siempre conducidas por Messi y finalizadas por Neymar, como ocurrió el miércoles.

El plan de Luis Enrique no sólo ha beneficiado a los delanteros. Los interiores, que antes se veían obligados a caer a las bandas, juegan más centrados, lo que favorece las condiciones de futbolistas de toque como Rakitic, Xavi o Iniesta. Incluso laterales como Alves y Alba tienen más acompañamiento para que sus desdoblamientos hagan daño a la defensa contraria.

Luis Enrique parece en el buen camino para lograr lo que anunció en su presentación, un Barça menos previsible. Lo intentó durante la primera vuelta con su política de rotaciones, con resultado desigual, y se vislumbra ahora con un juego ya no exclusivamente basado en la posesión. En el primer tiempo, el Atlético tuvo más dominio, pero al descanso dominaba el Barça con dos goles a la contra y otro a balón parado. La estrategia defensiva es otro de los factores de cambio: ninguno de los tres goles recibidos en los últimos siete partidos llegó a consecuencia de un lanzamiento de falta o de esquina.

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