El futbolista más grande de los últimos tiempos también dejó su huella en el campo más pequeño de Primera División. Ipurúa es diminuto, pero histórico, como el equipo al que da cobijo. Por mucho que haya perdido los ocho últimos partidos, el Eibar sigue dando la cara en la elite. Planteó batalla al Barcelona, que sólo pudo desnivelar la balanza como lo hacía su anfitrión en los viejos tiempos: a balón parado. Y los dos con la firma de Messi, que ya no tiembla ni desde el punto de penalti. Lo transformó con decisión, pero mucho mejor fue el segundo, al cabecear en plancha un medido saque de esquina de Rakitic. Otro síntoma de los nuevos aires que soplan por Barcelona y que corona a su ideólogo, Juan Carlos Unzúe. La estrategia eibarresa no le hizo ni un rasguño al Barça y, por contra, decidió en el otro área.

Aunque la clasificación ya empieza a apretar, después de un debut sorprendente en Primera, la afición del Eibar se tomó la visita del Barça como un acontecimiento más que como un drama. Por eso, al margen del apoyo incondicional a los suyos, desde la grada llegó el reconocimiento para el rival.

Sobre todo para Messi, que al margen de los goles dejó un par de jugadas de museo. Una de ellas, mediado el primer tiempo, recordó a la del gol maradoniano frente al Getafe: regates, amagos, velocidad, potencia y picardía para firmar una obra de arte sin el final adecuado por un fallo de Neymar.

El Barça necesitó del ingenio de Messi para agrietar a un Eibar muy armado defensivamente. Garitano alineó tres centrales para custodiar a los tres cuchillos azulgrana y buscó la sorpresa con dos balas, Manu del Moral y Saúl Berjón. Le salió bien durante media hora, hasta que una combinación entre Neymar y Luis Suárez permitió a Messi rematar en buena posición. El brazo abierto de Ekiza impidió saber si Jaime hubiera sido capaz de evitar el gol. El árbitro no dudó en señalar el punto de penalti. Messi, esta vez, tampoco.

Aunque el Barcelona rozó el segundo gol antes del descanso, el plan de Luis Enrique se cumplía a la perfección. Piqué y Bartra inyectaban solidez a una defensa renovada en los costados y el centro del campo experimental no daba motivos de queja. El técnico asturiano sorprendió entregando la manija del equipo a Sergi Roberto, mientras Mascherano se resguardaba para una semana en que su aportación, ante la ausencia de Busquets, se antoja fundamental.

El Eibar intentó dar un paso adelante tras el descanso, pero pronto volvió a encontrarse con la cruda realidad. Un saque de esquina del laboratorio Unzúe iba a poner una distancia ya insalvable. Mientras Piqué y compañía realizaban maniobras de distracción empujando a sus marcadores hacia el área pequeña, Rakitic puso el balón a media altura más allá del punto de penalti, donde Messi se lanzó en plancha para conectar un cabezazo que se aceleró sobre el césped mojado de Ipurúa.