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UD Las Palmas Análisis

Dos meses de apagón

Desde la victoria sobre el Zaragoza la UD no convence

Paco Herrera, pensativo durante el partido con el Betis. QUIQUE CURBELO

El 11 de enero es una fecha clave en la temporada de la UD Las Palmas. Un punto de inflexión. El inicio de una herida que aún no se ha cerrado. El fin de una primera parte de la temporada descomunal y el comienzo de un bache del que no ha salido. Tras la victoria ante el Zaragoza (5-3) en la que fueron expulsados Nauzet Alemán, Culio y Ángel López en un abrir y cerrar de ojos, la UD Las Palmas ha entrada en una cuesta abajo cuyo último capítulo es un tortazo monumental el domingo frente al Betis. Y urge levantarse.

Desde aquella jornada los cimientos del equipo amarillo se han ido despegando poco a poco. La identidad que implantó Paco Herrera y que se apreció desde el primer día ya no es la misma hasta el punto de que el entrenador admitió tras la derrota ante el Betis que "por primera vez el equipo arrojó la toalla". No es cuestión de un partido, es una tendencia. Dos triunfos -y ambos con lo mínimo-, cinco empates y dos derrotas para un total de once puntos en nueve jornadas son los nefastos números del conjunto insular. Tras la convincente victoria frente al Zaragoza, empañada por las expulsiones y engrandecida por la fortaleza de los ocho jugadores que se quedaron en el campo, el conjunto insular ha caído en picado.

Cinco puntos desperdiciados

Si se reduce la clasificación a esas nueve jornadas la UD Las Palmas es decimocuarta y se encuentra a años luz del resto de candidatos al ascenso. Incluso el Llagostera, uno de los rivales en este tiempo, suma 18 puntos en este período. Así, en este tramo de curso la UD Las Palmas ha dilapidado cinco puntos de distancia con el tercer clasificado que llevaba al cierre de la primera vuelta. Ahora, pese a la multitud de enfrentamientos directos que ha habido de por medio entre sus rivales el conjunto insular está a dos puntos de la segunda plaza. La mejor señal es que queda mucho por delante para dar la vuelta a la situación y, sobre todo, sobra materia prima para volver a puestos de ascenso directo.

El motivo principal del declive de la UD Las Palmas es el gol. Contra el Zaragoza (5) y frente al Barcelona B (2) en la semana anterior anotó siete goles, los mismos que en las nueve jornadas posteriores. Un dato escalofriante. Y ninguno de ellos ha sido de Sergio Araujo. El punta, autor de un doblete frente al Zaragoza, ha estado deprimido en algunos partidos, desasistido en muchos y desafortunado en otros. Casi siempre peleón y con una intensidad en el campo difícil de reprochar, el argentino ha perdido la inspiración.

Paco Herrera ya le ha dado un toque de atención. Aseguró tras el derbi que le estaban perdiendo y no le puso la etiqueta de indiscutible antes del Betis. Y Araujo respondió con una notable intensidad el domingo, pero no fue suficiente para acabar con su sequía.

La mala racha empezó con protagonismo arbitral y falta de autocrítica. A las expulsiones ante el Zaragoza le sucedieron la injusta roja a Roque en Vitoria, el penalti en Lugo que cambió el guion de un encuentro que pintaba muy bien y la pena máxima no señalada en Alcorcón. Errores groseros de los colegiados que perjudicaron a la UD, pero el problema ya se estaba gestando. En Vitoria faltó ambición en la primera mitad, la misma que sí exhibió el equipo con uno menos. Y en Palamós ante la Llagostera el equipo fue conservador condicionado por el viento.

Nauzet y Culio volvieron ante el Mallorca, partido que la UD ganó sobre la bocina y ante un rival que jugó toda la segunda parte con diez. Pero tampoco convenció. Y en Lugo, después de dar en la primera parte una exhibición, en la segunda se vino abajo tras el fallo del colegiado. Frente al Racing ganó la UD con lo justo y luego empató ante dos rivales de la zona media-baja como Alcorcón y Tenerife. En Gijón y en la primera parte contra el Betis volvieron a surgir vibraciones positivas que acabaron, pese a todo, con un bofetón.

Atasco ante los pequeños

Así, el gran problema de la UD no ha estado en los dos últimos partidos, sino en que llegó hasta aquí con un botín insuficiente. Su trayectoria en estos meses la han lastrado sus enfrentamientos ante rivales más limitados. El equipo insular se ha topado una y otra vez con el mismo planteamiento y siempre se ha estrellado. No han sabido descifrar la ecuación ni Paco Herrera ni los jugadores. Ha predominado el inmovilismo en el banquillo. Muchos cambios de jugadores en esos contextos, pero todos con roles muy parecidos.

Lo mismo aparecía Roque por Hernán, Vicente por Culio o Jonathan Viera por Momo que la forma de atacar apenas se veía alterada. Se imponía la previsibilidad en el equipo y la reacción llegaba en forma de sustituciones en la segunda parte, no desde el once inicial. Alfredo Ortuño o Guzmán Casaseca, piezas con rasgos diferentes a las que más se han utilizado, apenas han tenido protagonismo. Y cuando lo han hecho, como ante el Mallorca, el Alcorcón o en Gijón, han dado lo que el equipo pedía.

Dos líneas de cuatro hombres muy replegados es lo que se ha encontrado el equipo insular desde que vino a la Isla el Zaragoza y hasta que llegó a El Molinón. Y siempre ha encarado dichos partidos con tres jugadores en el centro del campo. El mismo sistema que tanto brilló en la primera parte del curso no ha resuelto los problemas de los últimos meses. Ocurre que, pese a todo, ante rivales como Mallorca o Lugo la UD recibió muchas ocasiones o encajó demasiados goles. Al equipo también le costaba dejar la portería a cero y, entre eso y que siempre ha conservado el primer puesto, el cuerpo técnico no se ha atrevido a dar un paso adelante.

El liderato como escudo

En este período de tiempo Betis, Valladolid, Girona y Sporting no han parado de enfrentarse entre ellos e incluso alguno ha tenido deslices puntuales ante rivales de menor entidad que les han impedido asaltar el liderato de la UD. Pese a los pinchazos y a la mala dinámica, el equipo amarillo se ha refugiado en su posición en la tabla. Tener la etiqueta de líder no se convirtió en un estímulo sino en una excusa. Ese peso que supo llevar tan bien durante varios meses le ha servido de escudo a la hora de explicar tanto empate.

Aunque el discurso de entrenadores y jugadores siempre ha sido ambicioso -"hay que ganar todos los partidos que quedan", repite siempre Paco Herrera-, sus palabras no han sido trasladadas al terreno de juego. Como evidencia más reciente, los cambios del último domingo. El Betis dominaba a la UD en el primer cuarto de hora de la segunda mitad, pero los revulsivos no llegaron hasta que el cuadro de Pepe Mel se adelantó. En Alcorcón, asimismo, Ortuño entró por Araujo y David Simón por Dani Castellano en un partido en el que Hernán ejerció de enlace con la delantera. Y en Palamós entró Christian en el descanso en lugar del propio Ortuño. El liderato ha tenido como consecuencia un conservadurismo excesivo. La falta de valentía se ha apoderado de la UD.

El golpe de autoridad del Betis es la consecuencia a una inercia impropia de un candidato al ascenso. Se atisbaba el cambio con la imagen en Gijón y una primera parte seria ante los de Pepe Mel, pero primer tanto de los verdiblancos dejó noqueado a la UD, como si de repente se diera cuenta de que la realidad en la que ha vivido los últimos meses era un engaño. Se apagaron las luces y el Betis hizo sangre. Ahora toca encenderlas.

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