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Historias irrepetibles

Una pesada puerta

Miñoso, uno de los grandes de la historia del béisbol, murió sin cumplir el sueño de ingresar en el Salón de la Fama

'Minnie' Miñoso, en sus tiempos de jugador de los White Sox. LP / DLP

Minnie Miñoso se murió sin entender por qué las puertas del Salón de la Fama del béisbol nunca se abrieron para él. Nunca tuvo recato en reconocerlo abiertamente, en lamentar su ausencia del museo de Cooperstown en el que se venera a las glorias de ese deporte. "Me gustaría que cuando ya no esté la gente vaya a Nueva York y vea mi nombre junto al resto de leyendas" reconoció en una de sus últimas intervenciones en público. Para "Mr. White Sox" resultaba incomprensible su exclusión. Nunca alcanzó el 75% de porcentaje de votos de la Asociación de Escritores de Beisbol que son necesarios para otorgar el billete de entrada en la institución. En las quince veces que ha estado nominado jamás superó el 21,1%. Jugadores con peores registros que él alcanzaron esa meta, circunstancia que le devoraba en vida y le impidió alcanzar la felicidad plena.

"Supone más tiempo leer su nombre completo que verle hacer un jonron" dijo de él uno de sus primeros entrenadores en Cuba. Se llamaba Saturnino Orestes Armas Miñoso Arrieta y era original de Perico, un pueblo de la provincia de Matanzas. No queda tan claro su año de nacimiento. 1923 dicen los libros, aunque existen evidentes dudas sobre esta circunstancia. Criado en las grandes escuelas cubanas de beisbolistas, formado en el Marianao, no tardó en llegar a las Ligas Negras americanas en 1946. Los New York Cubans fueron su primer equipo a cambio de un sueldo que duplicaba el que cobraba en su país.

Cuando Jackie Robinson rompió la histórica barrera que impedía a los negros jugar en las Grandes Ligas, Miñoso fue de los primeros en subirse a ese tren aperturista. Los equipos más importantes buscaron de inmediato talento en las Ligas Negras y él cubano apareció de inmediato en las preferencias de las principales franquicias. Los Cleveland Indians se hicieron con sus servicios y Miñoso hizo historia al convertirse en el primer jugador negro latino de la historia en acceder al campeonato de los elegidos. No resultó sencillo. Los focos se los llevaba Jackie Robinson, pero el resto de jugadores negros también tuvieron que soportar desconsideraciones, insultos e incluso intentos de agresión por parte de los seguidores más cerriles e incluso de algunos de sus compañeros. Miñoso recibió un par de bolazos intencionados que nunca le hicieron perder las formas ni el sitio. A Robinson le había dicho su presidente en relación al paso histórico que estaban dando que "necesito que sepas evitar la pelea". El cubano aplicó el mismo plan. Ni un mal gesto, ni una bronca. El momento más delicado sucedió en un partido en Nueva York en el que recibió una bola en dirección a la cabeza. Miñoso se encaminó con gesto serio hacia el montículo mientras a su alrededor crecía el alboroto y se anunciaba pelea. Llegó a un palmo del lanzador y le dijo "con esa basura de lanzamientos nunca podrás ganarme".

Creció su fama aunque le costó ganarse a la crítica. Un aviso de lo que sufriría con el paso de los años. No ganó la elección del Novato del Año pese a juicio de muchos analistas el galardón no admitía discusión. Cuentan que el peso de los periodistas neoyorquinos era decisivo en esas votaciones y que apostaron por un jugador de los Yankees. No sería esa la elección que más dolor le causaría en su carrera, pero le sirvió para entender que el camino estaba lleno de espinas.

En 1951, tras un intercambio a tres bandas, Miñoso se convertiría en jugador de los White Sox de Chicago. Nacía en ese momento la relación más estable de su vida. Caminaría de la mano del conjunto de la Ciudad del Viento durante 29 años aunque en el medio se concederían pequeñas pausas. "Es la manera que tenemos de querernos más" diría en una de sus salidas hacia St. Louis o Cleveland. El final del camino siempre era Chicago y el Comiskey Park, el inmenso estadio en el que los White Sox tenían su casa. Nueve veces elegido para el partido de las Estrellas, tres veces ganó el Guante de Oro, uno de los mejores promedios de la historia y lo que es más complicado, el único jugador que ha sido capaz de jugar en cinco décadas diferentes en las Grandes Ligas. Comenzó en 1949 y los White Sox, con él ya retirado, le llamaron para jugar en 1976 en una serie de tres partidos. Dispuestos a mejorar su récord hicieron lo mismo en 1980 para convertirse en el único jugador del siglo veinte que ha saltado al diamante en cinco décadas diferentes. Tenía entonces 54 años y era el cuarto más viejo en la historia detrás de Nick Altrock, Charley O'Leary y Satchel Paige.

En 1990 lo llamaron desde Miami para jugar un partido y aumentar a seis el número de décadas en las que hubiera jugado, pero la MLB anuló esta posibilidad porque ya le parecía un exceso innecesario. Minnie Miñoso envejeció en los White Sox, cuidando el patrimonio del club que amó como relaciones públicas. En 1990, el día del último partido en el Comiskey Park, Miñoso saltó al campo para llevar las tarjetas con las formaciones. Lo hizo vestido con el mismo equipaje que lució el día de su estreno con el conjunto de Chicago.

Desde entonces esperó con impaciencia un gesto de cariño por parte del Salón de la Fama. Nunca lo recibió y no podía entender que le negasen la entrada a alguien a quien los aficionados le pedían que firmase los autógrafos como Mr.White Sox. Él solo representaba a todo un histórico.

Hace un par de semanas, volviendo de la fiesta de cumpleaños de un amigo, falleció a causa de una complicación en una dolencia pulmonar que sufría. Su nombre volverá a las votaciones del Salón de la Fama, pero él ya no estará para disfrutarlo o para lamentarse de nuevo.

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