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Fútbol Pacuco Jorge: Memorias (y III)

"Llevo 65 años casado a pesar de lo mujeriego que fui de joven"

"El hombre al que no le gustan las chicas tiene una enfermedad porque eso es lo más maravilloso que hay", afirma el legendario jugador del Victoria

Pacuco Jorge, junto al escudo del Real Club Victoria. QUIQUE CURBELO

"De chico sólo jugaba al fútbol. De resto me dedicaba a las mujeres, que me gustaban mucho. El hombre al que no le gustan las chicas tiene una enfermedad porque eso es lo más maravilloso que hay. Yo tenía un amigo en Canalejas con el que iba al club de niñas. Cuando queríamos sacar a una de las chicas le pedíamos permiso a la dueña, tras el pago previo. Una vez vino una de juerga, se cogió una chispa del carajo y todas las amigas la cogieron para llevarla arriba a su habitación y desnudarla para que durmiera la mona. Pero ella no quiso y les dijo, toda templada: no, no, a mí quien me desnuda es Pacuco, que está abajo. A mí no me quita la ropa nadie que no sea él", señala en otro momento de la amplia conversación sostenida el exjugador del Real Club Victoria.

La chica me decía -prosigue-: me besarás cuando quieras porque un beso no se lo doy a cualquiera. Por eso te digo a ti que tiene que ser una enfermedad. Yo también bebía mis copitas cuando iba de fiesta al cabaret. A mí me dieron unas purgaciones tremendas, pero escapé. Si hubiera sido una sífilis a los 23 años que yo tenía, me desgracian, pero Dios es muy grande. Tuve suerte.

Enfermo de mujeres

Lo que pasa es que cuando mi mujer iba al campo con sus amigas, a tribuna, y yo no jugaba, la gente preguntaba por qué no jugaba yo y otros respondían: ¡que tiene purgaciones! Mi mujer y las amigas preguntaban: ¿y eso qué es, es la lepra, qué enfermedad es esa? Luego sus padres le explicaron lo que era.

Mi mujer era de clase media, mi suegro era contratista de obras. Se portaron muy bien conmigo. Todo el mundo no hace eso: casarse con un hombre que había estado enfermo de mujeres. Eso no lo hace cualquiera. El amor está por encima de todo y todo lo puede.

Yo me casé a los treinta años, en el año 50, a los cinco años de estar en el banco trabajando. De todos los empleos que querían darme, ninguno era como éste. Tuve cinco hijos. ¿Quién me iba a pagar la carrera de mis hijos? El banco fue el que las pagó. Uno estudió en La Laguna, otro en Cádiz? El banco miraba las notas y pagaba sus carreras, todos los gastos corrían a su cuenta.

Mis hijos fueron buenos estudiantes. Tengo dos médicos, un ingeniero y dos profesores. Cuatro varones y una hembra, que es maestra. Mi hijo Carlos es gerente de Sanidad, del centro de salud y atención primaria de Canalejas.

Por eso te digo a ti que el fútbol a mí no me ilusionaba nada. Si hubiera sido hoy, que ya me tienen que cuidar y esto y lo otro, ya me habrían dicho a cuánto ascendía el fichaje y el sueldo. Eso es distinto.

Aunque el fútbol me gustara poco, reconozco que gracias al fútbol conseguí el trabajo en el banco y pude dar estudios a mis hijos. Yo eso se lo tengo que agradecer al fútbol. La gente decía que no había visto hacer eso a ningún jugador que no fuera Pacuco Jorge. Fui goleador muchas veces.

Había una propaganda grande que decía: "El fino delantero del equipo del Puerto, que a pesar de su juego ágil y granado, se ha clasificado como máximo goleador del campeonato que acaba de terminar. Esta tarde volveremos a admirar su juego científico, y será contra el Club Deportivo Tenerife, subcampeón de la vecina isla, y esperemos que no obstante ostente el título de gran goleador". Recuerdo de memoria esa crónica.

El mejor gol que recuerdo fue el 2 a 1 contra el Marino. Se tiraron encima de mí cuando metí el gol. Mentado, que era el medio, me dijo: 30 duros me ganaste. Gané la apuesta.

No me gustan los deportes

A mí no me han gustado los deportes. Ni el fútbol ni el baloncesto ni coches ni nada. No veo entero nunca un partido de fútbol, aunque lo den por televisión. Lo pongo y lo quito. A veces lo sigo por la radio o veo luego el resultado, pero nada más. Completo no termino ninguno.

Mi hijo estaba el otro día viendo el partido del Barcelona en la Copa de Europa y ni subí a verlo. Estuve escuchándolo un rato por la radio, pero nada más.

Messi y Ronaldo son dos jugadores diferentes. Ronaldo es majestuoso, tiene una potencia tremenda. Se queda solo delante de la puerta. Lo que tienen que hacer los entrenadores es buscar un tío que lo marque, que esté encima de él. Si está encima de él y no le deja hacer lo que él quiere, te empuja, te hace falta y lo echan a la calle.

En mi época jugábamos más sueltos, sin marcajes tan férreos. Victoriero era defensa del Marino y fue el que trajo a Molowny de Tenerife. Los dos eran de Tenerife. Carmelo Campos era medio centro del Marino y el hermano de Paco Campos. Victoriero era el chófer de Eufemiano Fuentes, que era el presidente del Marino.

Victoriero repartía los puros de la fábrica de Eufemiano. Cuando me lo encontraba en la puerta de la ferretería, me decía que lo acompañara a repartir. Él y Campos me decían: no te entré nunca de mala leche porque me gustaba verte jugar. Y eso, coño, halaga a uno.

Pacuco tiene 10 nietos y dice: ésta es la que estaba allí en mi casa cuidando a su abuela, a mi mujer. Yo vengo todos los días por la mañana al Victoria, me fumo un puro en la puerta con unos amigos con los que hacemos tertulia y luego me tengo que volver rápidamente a casa porque no puedo dejar sola a mi mujer. Mi nieta me echa una mano y nos lleva comida, pero yo tengo que estar allí para cuidarla".

65 años casado

Lleva 65 años casado, a pesar de lo mujeriego que fue de joven. "En eso fui honrado. Después de casado he sido honrado. Por ella y por mis hijos. Mis hijos conocen que tuve la enfermedad esa. Después de casado, sobre todo cuando joven, es lógico que los ojos se fueran detrás de las mujeres guapas que veía por ahí, pero ya me comporté como un señor.

A mí me gustaban muchas veces las dueñas de los clubes, que tenían sus maridos y eso. Estuve con una dueña que tenía una chica que también estuvo conmigo. Una vez metí un gol al Gran Canaria en un córner, en la corona del área, en la misma raya de fuera, y allí estaban todas las fulanas. Porque las chicas iban al campo, al Pepe Gonçalves, con las dueñas. Los jugadores tenían sus amigas. Una vez metí un gol precioso y de la carrera que hice para celebrarlo salté la valla y caí en medio de todas ellas. Entonces Carmela, la sevillana, que era la dueña, me dijo: oye Pacuco, Pino es nueva. Y le respondí: pues coño, voy a preguntar al árbitro cuánto tiempo falta para acabar el partido. Jajaja.

A mí me gustaba el cabaret. El Victoria nos regalaba un traje todos los años. Yo tenía mis trajes e iba al cabaret bien emperchado. Iba con algún amigo que tenía plata. El portero del cabaret me anunciaba: aquí entra Pacuco Jorge.

Una ducha y un coñac

Cuando iba por Triana, el encargado de la librería Espinosa también me anunciaba cuando pasaba por allí. Todo el mundo esperaba en la puerta. Y cuando iba de cabaret un sábado me gritaba: Pacuco, que es sábado hoy y mañana juegas un partido importante. Jajaja. Yo amanecía de juerga y luego me daba una ducha antes de jugar y me tomaba un coñac. Muchas veces jugué sin haber dormido la noche anterior.

Yo fumaba en el cabaret, pero no cigarrillos, sino puros. Procuraba no tragarme el humo. He tenido problemas de garganta, pero los atribuyo a mi trabajo en el banco. Como iba por ahí buscando clientes, entraba en el mercado central y allí había corriente porque estaban todas las puertas abiertas. En invierno, con el frío, nunca tuve un catarro ni tos ni nada de eso, sino la agüilla en la nariz. Y claro, cada vez que había eso tenía que llevar cinco o seis pañuelos en el bolsillo.

Yo trabajaba con dinero y tenía los pañuelos mojados. Eso me causaba infecciones. Tuve una ictericia, estaba todo amarillento, fue terrible. Cuando me operó Videla me dijo: tienes medio litro de pus. Pero claro, si esa pus se me mete por todo el cuerpo me desgracia. El médico me hizo una limpieza enorme.

He tenido mucha suerte, me he salvado de muchas cosas. Yo creo en Dios. ¿Cómo no voy a creer en él si salí siempre bien de todo donde me metía? Salí bien no solo de una o dos cosas, sino de muchas cosas que me pasaron y acabé limpio. Y mire, ahora me tiene aquí con 95 años y me sigo fumando un puro cada día. Me han pasado 20.000 cosas.

Mi mujer cumple ahora 90 años, pero la pobre está con problemas. Hay que acompañarla siempre para todo, para ducharse, para el desayuno, el almuerzo y la cena. Gracias a que mis nietos nos hacen la comida y nos la llevan a casa. Yo sí estoy bien. Y gracias a eso. Si no lo hago yo tendría que poner una mujer y pagarle y tenerla en casa fijo, viviendo con nosotros. Nosotros dos vivimos solos, pero en el piso de arriba vive un hijo", concluye Pacuco Jorge al repasar sus memorias.

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