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Atletismo Campeonato del Mundo

La leyenda Bolt continúa

El jamaicano consigue su novena medalla de oro en los mundiales al superar por tan solo una centésima de segundo al estadounidense Justin Gatlin

La corona de la velocidad mundial sigue en manos de ese icono del deporte llamado Usain Bolt. En el Nido del Pájaro, el estadio donde hace siete años nació su extraordinaria leyenda, el jamaicano conquistó el sexto título mundial de su carrera para igualar al inolvidable Sergei Bubka y agrandar un palmarés único, gigantesco. Una victoria especial, complicada, incluso inesperada para los que se fiaban únicamente de los números de la temporada.

Pero a la hora de la verdad salió ese animal competitivo que Bolt lleva dentro para apuntarse la victoria por apenas una centésima por delante del americano Justin Gatlin y de los emergentes Bromell y De Grasse que compartieron el bronce.

Es difícil recordar una carrera en la que Usain Bolt no fuese el favorito a la victoria final. Tal vez por eso el triunfo de ayer cobra una especial importancia. No ha sido el mejor del año, no había sido el mejor en las eliminatorias y en la semifinal se había tropezado en la salida. Solo una fulgurante remontada le había permitido ganar un sitio en la final. Señales inquietantes teniendo en cuenta que Gatlin llegaba como un disparo.

El mejor del año, el más rápido en Pekín, sobrado en las semifinales (9.77). Su florecimiento tras cumplir cuatro años de castigo por dopaje levantaba sospechas, pero al mismo tiempo se convertía en una amenaza aún mayor para un Bolt que solo en un mitin esta temporada, en Londres, había sido capaz de estar en las cifras que se le piden a un fuera de serie como él (9.74 había registrado). Pero a la hora de la verdad, la que distingue a las leyendas, Bolt dio el máximo al que puede aspirar en estos momentos y Gatlin bajó un punto su rendimiento, lo suficiente para ser engullido por la fiera de casi dos metros.

Contaba Bolt tras su paseo triunfal por el estadio que su entrenador le insistió en que no diese demasiada importancia a su tropezón en la semifinal y que se centrase en correr relajado. Así sucedió. Arrancó de los tacos discreto -que ya es bastante para él- aunque mejor que Gatlin. El americano tuvo una puesta en acción mucho más eficiente y a falta de treinta metros parecía que tenía la carrera en su mano. Todas las evidencias apuntaban a eso sino fuese porque al otro lado estaba Usain Bolt.

El jamaicano mantuvo la velocidad, su cadera alta, esa majestuosidad con la que se desliza por la pista. Fue estrechando la distancia y en la misma línea de meta metió el pelo apenas un pestañeo antes que Gatlin. Una centésima de margen, solo una. 9.79 de Bolt por 9.80 de su gran rival.

Delirio de los aficionados

Otro oro, otra jovial vuelta a la pista en medio del delirio de los aficionados que le adoran y que festejaban el triunfo del atleta que simboliza la limpieza frente al oscuro pasado de Gatlin, que interpretaba el papel del "malo" de la película. Instalado en la gloria, el jamaicano tampoco quiso escarbar en el historial de su rival pese a que en los últimos días había vuelto a mostrar su repulsa por los dopados. "No era la carrera del bueno contra el malo. Esas cosas no me importan ni me interesan. La victoria era especial para mi".

Sabe Usain Bolt lo que ha sufrido este año con sus problemas físicos, con la inseguridad de sentirse frágil, vulnerable. Al final encontró la fuerza y el instinto para conquistar otro título mundial y enfilar con más confianza un campeonato en el que tratará de repetir la historia en la final de 200 metros de dentro de unos días. El relevo ya será otra cosa contra la legión de americanos (ayer había cuatro en la final).

El tercer escalón del podio fue compartido por quienes representan el futuro de la velocidad en compañía del jamaicano Blake, ausente en Pekín. Bromell y De Grasse lograron el bronce con un tiempo de 9.92 segundos. Pocos repararon en ellos porque el mundo aplaudía y se admiraba con otro prodigio del señor Usain Bolt. Cuesta hacerse a la idea de que a sus 29 años tal vez este sea el último de sus mundiales.

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