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Historias irrepetibles

El obispo que inventó el rugby

La leyenda atribuyó a William Webb Ellis cuatro años después de su muerte, la creación, sin querer, de un deporte que no practicó y el historiador atthew Bloxam lo atestiguó

Estatua dedicada al obispo William Webb Ellis. FDV

William Webb Ellis, un obispo anglicano, murió en 1872 sin tener la menor idea de haber contribuido a la creación de un deporte como el rugby. Su caso es uno de los ejemplos de cómo una leyenda, poco o nada documentada, puede echar raíces de un modo casual y arraigar para siempre en la sociedad. Resulta sorprendente que alguien pueda ser considerado el padre de un deporte sin haberlo practicado de forma consciente. Pero la historia en ocasiones se escribe de un modo algo confuso, dando mayor peso a la leyenda, al mito, que a los hechos en sí.

La muerte del padre de William Webb Ellis desencadena la serie de acontecimientos que acabarían por darle a este inglés de Salford la paternidad de uno de los deportes con mayor seguimiento en todo el mundo. James Ellis fue un oficial del ejército inglés que después de participar en diferentes conflictos fue a encontrar su muerte cerca de Badajoz.

Sucedió durante la batalla de la Albuera que enfrentó en 1811 durante la Guerra de la Independencia a la coalición formada por España, Portugal e Inglaterra a los franceses. Ellis padre fue uno de los diez mil hombres que perdieron su vida en el camino que conduce desde Badajoz a Sevilla. Anne Webb, la viuda, trató de reorganizar su vida y preocupada por la educación de sus dos hijos, se instaló en la localidad de Rugby donde tenía la posibilidad de que ingresaran en el Rugby School, un centro de gran reputación que además ofrecía facilidades de ingreso a los niños de la localidad que no disfrutaban de grandes ingresos.

De su paso por la escuela se sabe que William Webb Ellis era un buen estudiante, que le gustaba el cricket pero que no hacía ascos a unirse a cualquier competición que surgiese en sus amplios campos. Tras pasar por el Rugby School estudió en la Universidad de Oxford, donde siguió jugando al cricket y tras acabar sus estudios en 1931 se ordenó pastor evangelista. Fue rector de un par de iglesias en Londres y Essex y su acto de mayor trascendencia es una polémica homilía en 1857 sobre la Guerra de Crimea. Después se le pierde la pista. Se traslada a Francia donde muere a los 66 años cerca de Niza y sin tener la menor idea de haber contribuido a poner la semilla al nacimiento del rugby.

La leyenda de Ellis nace cuatro años después de su fallecimiento por culpa de un historiador, antiguo alumno del Rugby School, llamado Matthew Bloxam. Como respuesta a un artículo aparecido en la prensa sobre el origen del rugby, Bloxam publicó otro en The Meteor en el que mencionaba que el precursor de este deporte había sido un ex compañero suyo en el colegio llamado William Webb Ellis. En el texto, el historiador relata una escena que tuvo lugar a finales de 1823 durante un partido de lo que entonces era fútbol jugado entre alumnos del centro. En el artículo Bloxam explica que en un momento Ellis tomó la pelota con sus manos y entre la incredulidad general corrió con ella para anotar un tanto y que con aquel gesto espontáneo había sembrado la semilla para la creación del rugby. Lo curioso del caso es que Bloxam tampoco estaba presente durante el supuesto acontecimiento -había abandonado el colegio tres años antes- y se basó en informaciones que le habían proporcionado otras fuentes poco precisas.

La cuestión es que en 1895 la Old Rugberian Society creó una comisión para tratar de esclarecer el origen verdadero de su deporte. No podían consultar a Bloxam ni a Ellis, ya muertos, pero por alguna clase de razón decidieron darle validez a la leyenda de aquel partido de 1823. La Rugby School no perdió el tiempo y cerca del patio instaló una placa con la siguiente inscripción: "Esta placa conmemora la hazaña de William Webb Ellis, quien haciendo gala de una gran indiferencia por las reglas del fútbol que en aquellos tiempos se jugaba, corrió por primera vez con la pelota entre las manos, dando así origen al hecho diferencial del juego de rugby. 1823". Y hace treinta años levantaron una estatua en la que se ve al joven Ellis, vestido con el uniforme del colegio, corriendo con el balón bajo el brazo izquierdo.

El rugby compró aquella historia sin pestañear pese a que con el paso del tiempo los diferentes trabajos que se fueron publicando sobre el complicado origen de ese deporte vinieron a confirmar que la aventura de Ellis era una simple anécdota imposible de demostrar y cuyo peso en su posterior desarrollo era prácticamente nulo. Pero al centro, al Rugby School, donde a mediados del siglo XIX esta modalidad ganó un enorme impulso y convirtió el colegio en una referencia, la historia de Ellis le ayudó a conservar su poder de decisión en un momento en el que la evolución del rugby era constante y se reorganizaban normas, reglamentos y competiciones.

Decididos a conservar vivo el mito de Ellis el mundo del rugby no dudó en protegerlo y cuando puso en marcha el Mundial de su deporte que se disputa cada cuatro años bautizaron el trofeo como la Webb Ellis Cup. Ese nombre le dieron a la copa de 38 centímetros de plata bañada en oro creada por la joyería Garrard de Londres y que dentro de un mes reconocerá al mejor equipo de rugby del mundo y que volverá a poner en boca de todo el mundo el nombre de quien la leyenda dice que inventó el rugby sin saberlo.

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