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Boxeo

A golpes con la vida

Selen Agudi llegó a Canarias en patera y ha sobrevivido a un sinfín de vicisitudes, algunas inhumanas, hasta convertirse en un gran boxeador P El deporte le ha devuelto la esperanza

Selen Agudi recibe instrucciones y asistencia en su esquina durante su combate contra Xabier Burgueño. JOSÉ LUIS GONZÁLEZ

Cuando el sábado se subió al ring para defender los colores de la selección canaria de boxeo, Selen Agudi sintió que su viaje había valido la pena. Una travesía inhumana, por momentos humillante y de riesgos infinitos le trajo hasta el Archipiélago hace ahora 12 años. A bordo de una patera que estuvo cerca de quebrar por el camino, este joven malí se embarcó en aquella aventura por decisión ajena -la tomó su padre- y sin saber entonces que los cuatro días a través del océano le cambiarían la vida para siempre.

Selen estaba en su casa alrededor de una mesa cuando su familia le sugirió la idea de venirse a España. "Alguien le contó a mi padre que aquí hacía falta trabajo y que estaban dando facilidades para entrar al país", cuenta en un casi perfecto castellano y con una naturalidad que abruma. Engañado, emprendió la ruta ajeno a las enormes dificultades para conseguir papeles en una Europa donde el empleo no es un bien que abunde. Ni mucho menos.

"Uno de los grandes problemas de Malí es que a los hombres se les permite casarse con el número de mujeres que quieran: dos, tres, cuatro... Y lo hacen sin darse cuenta de que luego no podrán alimentarlas a todas en un país donde la pobreza es extrema", cuenta el boxeador. El caso es que su progenitor apenas le dio opción. "O te casas o te vas", fue la disyuntiva. "¿Y qué iba a hacer yo con una mujer a los 12 años? Me fui, aun sabiendo que era un viaje de riesgo, a vida o muerte". Su relato es estremecedor.

La travesía resultó aún más dura de lo que a Selen le contaron y al episodio de terror -la bravura de la mar, las condiciones lamentables de la embarcación y la incertidumbre ante el desenlace del tortuoso desplazamiento- se sumó la presencia de un individuo que convirtió para Selen su ruta en un tormento. "Abusó de mí, me llegó a orinar encima... y no pude ni rechistar. Al ser el menor, tenía que callar. No había más remedio".

En el momento de estropearse el motor y agotarse las reservas de gasolina, los protagonistas de la expedición que le trajo a España vivieron momentos dramáticos. Pero resulta todavía más cruel escuchar de la voz de Selen que "lo más duro vino después", una vez en Canarias. Su primera escala en el Archipiélago fue la isla de El Hierro, adonde la patera arribó "casi de milagro". "Necesitas mucha suerte para llegar vivo, la mayoría muere en el camino", constata el malí, a quien unos policías llevaron enseguida a un campamento militar.

En un centro de menores

Lo siguiente fue internarle en un centro de menores. Pasó allí cuatro años. Siempre a golpes con la vida, tampoco allí se lo pusieron fácil. "Los educadores son un encanto y casi todos hacen su trabajo bien; el problema es que coincidimos personas de muchas nacionalidades, con dificultades y con la misma ambición de tener un futuro mejor. Así que es normal que haya peleas y conflictos continuos entre nosotros. Allí te ves personas de un montón de países. Y la convivencia no es fácil", confiesa.

Su historia alcanza cotas vergonzantes para la sociedad que le rodea cuando relata que le explotaron vilmente. Y ni así alzó la voz. Un trabajo de "catorce horas diarias" en una lavandería fue el caro peaje que hubo de pagar para acercarse al sueño de regularizar su situación en España. Ocurrió tras cuatro años interno en un centro de menores y otro más en uno de mayores. "Algunas empresas se aprovechan de la situación de estos inmigrantes para hacerles contratos indignantes". Lo denuncia Juan Tomás Rodríguez, presidente de la Federación Canaria de Boxeo, que conoce bien la historia de superación del ahora púgil de la tricolor.

Afortunadamente el deporte emerge en la vida de Selen y le convierte en otra persona. Paradójicamente, le ha hecho "más pacífico". "El otro día fui a aparcar mi coche y alguien empezó a insultarme porque había cogido el sitio antes que él; le dije: vale, para ti. Ya no quiero problemas", dice el púgil, que no tiene suficientes palabras de gratitud para sus padres adoptivos en Tenerife, Manuel y Yadiana, una pareja que se ha erigido en el alma y corazón de la ya celebérrima escuela de boxeo Povedano, un auténtico referente en Canarias y en todo el país.

El contacto con el llamado noble arte permitió a Selen "dejar atrás todo lo malo", dice. Desde las fiestas a los excesos. Y además, cumplió así un sueño que tenía desde niño. "Mi padre enseñaba kárate en Malí y yo siempre quería participar de sus clases. No me dejaba por ser muy pequeño", explica el héroe de este viaje en patera que tiene final feliz. Es gracias al boxeo que le dio alas, unos hábitos saludables, la costumbre de entrenar a diario sin faltar ni una sola vez... y el sueño de llevar a la familia Povedano al Madison Square Garden de Nueva York. "Yo les digo que voy a darles esa alegría algún día", enuncia Selen, un extraordinario ejemplo de buena educación, humildad, cordura y sentido común.

"Es buenísimo sobre el ring", apunta el presidente de la Federación. "Si es excelente como persona, lo mismo como púgil", señala Yadiana, a la que considera su madre en Tenerife. Fueron ella y su marido quienes le recomendaron al dueño de una ferretería. "En el trabajo es tan constante como en el deporte, cumplidor como el que más". De modo que ya tiene el ansiado permiso para residir en esta isla que ya forma parte de esta vida tan intensa. "Con 24 años le ha pasado de todo", indica Juan Tomás Rodríguez.

Llegados a este punto, es normal que el sábado no solo sintiera la lógica satisfacción por verse convocado por el equipo de Canarias con algunos de los púgiles más pujantes de las Islas. Su presencia sobre el ring supuso para Selen algo más. Una victoria, una liberación, la culminación de una historia de sobresaltos, vaivenes y golpes, muchos golpes. "Todavía hay veces que me dicen por la calle: negro de mierda, coge la patera y vete para África", dice. Después de todo lo que ya ha sufrido, se toma estos intolerables episodios xenófobos como una anécdota. "También en Malí se les llama blancos a los europeos de forma despectiva", dice.

"Vine en patera, sí, no vine en avión. Y tampoco voy a contar mentiras para parecer otra persona que no soy. Sería engañar a todos, empezando por mí mismo", explica el boxeador, que ha hecho de la sonrisa un modo de vida.

Selen acaba con una reflexión en voz alta. "Antes de opinar sobre los demás, antes de juzgarles, parémonos a escuchar sus historias: de dónde vienen, por qué están aquí". Vino engañado por un estafador que quería a toda costa hacer negocio de un viaje en patera. Sufrió la inmoralidad de un empresario explotador, la incomprensión de los demás inmigrantes en un centro de menores y hasta gritos racistas de aquellos que aún piensan que el color de la piel sí importa. Superado este cruel catálogo de dificultades, a cada cual pero, el pequeño de los Agudi es feliz del todo. "Tengo amigos, familia, esta pasión por el boxeo y una tierra que me ha acogido como a uno más".

Convive Selen en el auténtico crisol de culturas que es la escuela Povedano, un espejo donde instituciones y clubes deberían mirarse. Un sitio donde la integración se respira por todos lados, un gimnasio donde, como en el caso de este héroe de la vida, generosidad y tolerancia se dan la mano.

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